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Día del Padre: ¿cuáles son los mejores libros sobre paternidad afectiva?

¿Estás con ganas de descubrir relatos sobre paternidades en tiempos de deconstrucción? Los escritores Andrés Neuman, Eduardo Halfon y Agustín J. Valle, autores de obras recientes, dan cuenta de vivencias de crianza poco narradas por varones.


Paternidad afectiva o del apego: ¿cómo se refleja en la literatura?

Paternidad afectiva o del apego: ¿cómo se refleja en la literatura? - Créditos: Getty



Cada vez son más los varones que, al momento de ser padres, deciden involucrarse emocional y físicamente con esta experiencia de la que históricamente solían mantener distancia. Sin dudas, el feminismo impulsó a cuestionar los roles y, también, a visibilizar la desigualdad en la participación en la crianza.

Y esto empieza a verse en la literatura: los escritores comprometidos con el nacimiento de sus bebés, tomando como referencia la extensa literatura de mujeres madres escritoras, narran sus vivencias en ficciones que dan cuenta de paternidades nuevas, más cercanas al apego y la afectividad, un terreno antes más propio de las madres.

 

Relatos de la espera del bebé, los miedos y la incertidumbre de la crianza, la vivencia cotidiana de bañarlos, cambiar pañales o hacerlos dormir, el impacto en la pareja, entre otros, empiezan a encontrarse cada vez más entre las publicaciones recientes.

Nos detenemos en 3 libros de paternidad editados los últimos años: Umbilical, de Andrés Neuman; Un hijo cualquiera, de Eduardo Halfon y Cachorro, breve tratado de filosofía paterna, de Agustín J. Valle. Dialogamos con estos autores, con trayectorias y procedencias variadas, pero que tienen en común el interés por comprometerse con la paternidad y hacer de ella un tema literario.  

Umbilical, de Andrés Neuman

Umbilical (Random House, 2022), de Andrés Neuman, es –definido por el autor- “una historia de amor entre un hombre y un bebé”. Se trata de un libro que cuestiona los géneros en dos sentidos: por un lado, se aleja del rol tradicional de los padres literarios y habla de los vínculos posibles, incluso prenatales, imaginarios, sensoriales que, se dan en la fase avanzada de la gestación de su hijo por venir y luego transita la relación cotidiana una vez que nace, con sus partes escatológicas, el cuerpo a cuerpo, la desesperación por el sueño, la alimentación, las caricias, los accidentes, etcétera.

Por otro lado, elige un modo de decir fragmentado, breve, que está entre la poesía y la narrativa. Nos cuenta Neuman: “No me sentía bien planteando esto como una novela, ni un libro de poemas, ni un ensayo. Y fui tratando de escribir en los límites de esos géneros, contando la historia de 3 personajes: madre, padre e hijo, personajes arquetípicos, pero cada texto se puede leer de manera individual, como si fuesen cuentos brevísimos”. La prosa con la que están escritos tiende a la poesía y las cuestiones que somete a debate son más propias de la no ficción o el ensayo.

 

“Es por un lado un libro impúdicamente autobiográfico (algo que me costó el doble, porque soy un escritor que tiende mucho a la ficción), pero me parecía que este libro necesitaba esto”, dice. Al mismo tiempo, cuesta encasillarlo allí, porque tiene recursos completamente fantásticos como el monólogo de un bebé. “Si hay algo esencialmente literario e imposible es el discurso que declama un bebé que todavía no sabe hablar. Esta mezcla me llevaba a un libro raro y me hacía pensar también en otra cosa: las condiciones materiales de la escritura”.

¿Cuál es la relación entre nuestras posibilidades materiales de escribir y la forma de lo que escribimos?, se pregunta el autor. Entonces, volvemos al porqué de lo fragmentario: “Si hubiera podido escribir, que no pude, una novela larga, con estructuras complejas, gran desarrollo, etc. hubiera incurrido en una paradoja: perdón, no me puedo ocupar de mi hijo porque me estoy ocupando de él en una novela”.

Un hijo cualquiera, de Eduardo Halfon

Nos cuenta el escritor guatemalteco Eduardo Halfon, sobre Un hijo cualquiera (Libros del Asteroide, 2022): “Desde que nació mi hijo escribo como un hijo que también es padre. Todo lo anterior lo había escrito como un hijo que no conoce la experiencia de la paternidad, o que sólo la conoce a partir de los libros que ha leído. Y convertirme en padre, claro, me cambió como hijo. No es que escriba ahora con más intimidad, sino tal vez con más empatía”.

Sostiene que “muchos hombres, especialmente hombres hispanos, aún sienten que se debe ocultar cualquier expresión de ternura o vulnerabilidad. A lo mejor está relacionado con la idea, anacrónica y absurda, de que un hombre vulnerable es un hombre débil. Pero me parece que mi trabajo de escritor, y de padre, es llevar la vulnerabilidad como bandera”.

 

Relata que escribió las historias que componen el libro durante los primeros cinco años de la vida de su hijo. “Aunque las historias de un escritor se van cruzando en el camino, yo llevaba cinco años caminando y escribiendo mientras sostenía en mi mano la mano de un hijo que entraba y salía de esas historias, y que corría a esconderse en algunas de ellas, y que a veces hasta me susurraba las suyas. Un hijo que, de pronto, me obligó a escribir como padre”.

Escribe Eduardo Halfon en el relato "Un pequeño corte", de Un hijo cualquiera: “Estuve ahí las siete horas que duró el parto de mi hijo. Lo vi entrar al mundo. Oí su primer grito. Sentí en mis dedos su primera respiración. Corté o más bien prensé el cordón umbilical, bien uniformado en un camisón azul de enfermero. Y con mi hijo ya en los brazos, aún pálido e hinchado y envuelto en una ligera frazada amarilla, lo miré como si estuviese mirando al hijo de alguien más. Un hijo cualquiera. El sentimiento de maternidad es automático y primitivo, me dije a mí mismo, acaso para explicar o justificar mi ausencia inmediata de amor. Pero el sentimiento de paternidad, como escribió James Joyce en Ulises, es un misterio para el hombre (…)”.

Cachorro. Breve tratado de filosofía paterna, de Agustín J. Valle

“Se despereza, mi hijo. Se despereza y es la historia entera del cosmos despertando poco a poco. Gemido a gemido, puñito a boca, mirada a panza, pechito a pies (…) Es la música más maravillosa. Su llanto derrite los huesos, su risa empuja la Tierra”, escribe Agustín J. Valle en Cachorro. Breve tratado de filosofía paterna (hekht libros, 2018).

¿Por qué escribiste este libro? ¿Cuál era tu búsqueda?, le consultamos a Valle. “Escribí Cachorro en principio sin saber que estaba escribiendo Cachorro; no comenzó programático, sino extático: el regocijo ante el bebito era tal, que se abría paso en la hoja, como un desborde de belleza que necesita un cauce en el decirse. Pocas experiencias de la verdad han de ser tan rotundas como la del amor que nace allí”.

Lo pone en contexto: “En medio de la vorágine en que consiste la vida en el capitalismo contemporáneo, la llegada de una criatura puede ser una ralentización radical, todo lo demás no es que deja de importar, sino que pasa a importar en relación con eso. Eso permite liberarse un poco de la guerra por la atención en la que estamos sometidos, pues se radicaliza la atención en el bebé. Y allí, en esa atención radical, comencé a notar que el bebé mostraba un montón de cosas de la naturaleza humana, de la constitución de la subjetividad, de lo que entendemos por sujeto, por “yo”, por vínculo o lazo, de estatuto de las palabras, de lo que es el juego, etcétera”.

 

Según dice, le interesaba repensar asuntos fundamentales, de larga (y ancha) historia, con la inocencia propia del ambiente “bebítico”. “Recién ahí advertí que, si podía realizar estas observaciones, entregarme a ese pensamiento, era por una cercanía sostenida, entre papá y bebé, sustancialmente distinta al formato de paternidad masculina heredado de generaciones anteriores (y aún quizá mayoritario en nuestra sociedad, no lo o sé, pero en todo caso con una tendencia nueva inocultable)”.

Vuelve a referirse al contexto, esta vez, al tiempo actual de lucha de las mujeres. “Creo que fue sobre todo el movimiento feminista (aunque también la incorporación masiva de las mujeres en el mercado de trabajo con todo lo que tiene de exigente, agobiante, abusivo y demás), la liberación en curso de las mujeres de su asignación ‘natural’ al trabajo doméstico y de crianza, lo que nos empujó a los varones a esta aventura, a este privilegio –trabajoso, por supuesto- de la paternidad de cercanía”, dice. “Antes el Padre no criaba, establecía la Ley de la crianza”.

“Ya vas a ver cuando venga tu padre”, escribe Valle, en las palabras introductorias del libro. “No estaba ese padre; llegaba. Y su condición ausente posibilitaba que su cuerpo fuera la carne portante de una abstracción, la Ley”.

“Sí me siento parte de una generación que está haciendo esta experiencia, que es una experiencia de igualitarismo (experimental, sin recetas, no romántica e ideal, real) y de disfrute que forma varones adultos nuevos, con problemas y también padecimientos nuevos, que no está pensada, ni teorizada, ni tiene nombre siquiera –digo “generación” más allá de los escritores y los libros escritos desde este lugar”. Y menciona a los de Neuman, Alejandro Zambra (acaba de editar Literatura infantil, una especie de crónica de la paternidad o un diario de los primeros años de su hijo, con esos detalles que tenderán a olvidarse) o Mauro Libertella (su último libro es Un futuro anterior).

“Mi primera inspiración, no obstante, fue el ensayo Mi hijo, de Rafael Barrett, de más de cien años atrás”, dice. “Toda novedad encuentra su historia”.

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