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Es bailarina, venció el cáncer y volvió a bailar gracias a una pierna robótica

Hace poco más de un año Noelia Martínez recibió la órtesis electrónica y ya volvió a participar de competencias internacionales. A su vez, fundó una marca de muñecos inclusivos para las niñeces con entragas en todo el país.


Noelia cumplió su sueño de volver a bailar

Noelia cumplió su sueño de volver a bailar - Créditos: Gentileza



Después de atravesar un cáncer de mama cuando tenía 26 años, Noelia Martínez, que es bailarina profesional, profesora de danza y ahora también emprendedora, tuvo que enfrentar algo aún más difícil: la idea de no poder volver a bailar.

Como efecto secundario al tratamiento para vencer al cáncer de mama, una de las drogas suministradas generó un efecto improbable, pero posible: una neuropatía periférica dejó a su pierna derecha con una movilidad muy reducida y casi sin fuerza. “No podía levantar el pie para caminar”, recuerda Noelia, ahora con 29 años y una fortaleza admirable. “El efecto colateral ocurre en un muy bajo porcentaje y yo estuve dentro de ese diminuto número”.

La idea de no poder volver a bailar la desmoronó. Noelia, que desde siempre se dedica a la danza de manera profesional y que en 2017 logró el segundo puesto en el Mundial de Danza realizado en Estados Unidos, no estaba preparada para perderlo todo de un día para el otro.

Ni siquiera en la operación en la que extrajeron su tumor se sintió caer tan profundo. En ese entonces, ella creía que volvería a dar clases en menos de un mes. “A mis alumnas les dije que volvía en dos semanas”. Ese plazo no fue posible y recién logró retomar la danza en julio de este año, luego de atravesar varios años de profunda incertidumbre.

Cuando piensa en aquel 14 de agosto de 2019, el día en que fue operada, reconoce algo con certeza: “Al quirófano entró una Noe que me mostró cómo se debía vivir la vida y salió una versión nueva que me está enseñando cómo hay que vivir: ya no hay más teoría. Muchas veces predicamos que el momento es ahora y sin embargo nos consume la vorágine y no tenemos tiempo para lo importante por responder a lo urgente”.

También recuerda que, en los meses posteriores a ser operada, cuando estaba con los tratamientos de quimioterapia y rayos, y todavía su pierna parecía funcionar como siempre, seguía con su vida “lo más normal posible”. “Quizás estaba en una reunión o en un evento y de golpe empezaba a sentirme mal, empezaba a sangrar la nariz y me tenía que ir a la guardia, y hasta quizás me internaban. Por eso, cada día, cuando despertaba y no me dolía nada aprovechaba a hacer todo lo que tenía ganas en ese momento hasta que me volviera a sentir mal”.

Se operó en 2019, pero recién en julio de este año logró volver a bailar gracias a la asistencia de su pierna robótica.

La maneja desde su celular a través de una app, tiene sensores de movimiento y está diseñada de manera personalizada.

La maneja desde su celular a través de una app, tiene sensores de movimiento y está diseñada de manera personalizada.  - Créditos: Gentileza Noelia Martínez

"El diagnóstico precoz es clave"

Después de superar el cáncer de mama, en plena pandemia, descubrió que algo en su pierna derecha andaba mal. Comenzó con un dolor, pero con un analgésico “se pasaba”, y no le dio mayor importancia. Un día, luego de estar muchas horas parada sintió que su pierna “se aflojaba y perdía toda su fuerza”. Además de asustarse, actuó: al consultar en la guardia la derivaron con traumatología, pero no fue hasta después de más de 10 consultas con especialistas que apareció la posibilidad de que se tratara de una cuestión neurológica. Luego de distintos estudios el diagnóstico se confirmó.

Empecé a usar una ortesis deportiva que me servía para sostener la pierna al caminar y no caerme. Pero no podía bailar. Salir a caminar con mi perro y vivir en un segundo piso sin escalera me obligaba a permanecer activa. Pero en septiembre del año pasado se me rompió. En la ortopedia, pedí una nueva pero el especialista, tras evaluarme, me dijo que la que usaba ya no me iba a servir de asistencia y que no había algo similar. Me imaginé de nuevo en silla de ruedas como los primeros meses y se me vino el mundo debajo de vuelta”.

Pero, esas sincronías de la vida que cada quien pondrá el adjetivo que considere (¿“milagro”, “suerte”, “causalidad”?) hizo que el especialista que la atendió fuera también el director del área de robótica del centro especializado. Había otra opción. Respirar profundo y seguir: “Me evaluaron para ver si mi cuerpo estaba apto para responder a los sensores de movimiento con los que trabaja la pierna robótica, y reviví al saber que sí, ¡aplicaba!”

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El largo camino hacia la "pierna robótica"

“Si había una mínima posibilidad de volver a bailar, lo iba a intentar”, se dijo. 

El camino no fue fácil: comenzó en septiembre del año pasado y se concretó en julio de este año. En el medio hubo trámites interminables, frustración, demoras, muchos llamados diarios durante meses. Si bien Noelia tiene certificado de discapacidad, la autorización que se requería para avanzar con el pedido de aprobación de la pierna robótica se demoró casi medio año.

“La cifra de la pierna robótica era millonaria, así que me la tenían que aprobar porque no tenía otra opción de conseguirla. Finalmente, en marzo de este año la autorizaron. Enseguida tomé un turno con mi especialista para empezar con el armado”. Cuenta que este tipo de dispositivo se hace a medida y a requisitos de cada paciente, por lo que lleva un tiempo.

“El 4 de julio la usé por primera vez y fue un cambio radical. Hoy casi camino como lo hacía antes y, sobre todo, volví a bailar”.

La pierna robótica le da asistencia y le devuelve las funcionalidades que perdió. Va desde la cadera hasta el pie, tiene sensores internos y una rodilla electrónica. “Tiene 3 modos: uno automático que sirve para caminar; un modo libre, que es el que uso para bailar, que también me permite andar en bici; y el modo bloqueo que sirve para que se quede quieta. Todos los niveles los manejo desde una app que instalé en mi celular para usar a modo de control remoto”, detalla Noe.

Sus primeros pasos en la danza

Noelia nació en Lomas de Zamora y al cumplir los 9 se mudó con su familia al partido de la Costa donde pasó toda su infancia y adolescencia.

Desde los 15, su rutina estuvo dividida entre el colegio y la danza: por la mañana estudiaba, por la tarde bailaba en el club y en un estudio de danzas. Al terminar la escuela se mudó a la ciudad de Buenos Aires para estudiar comedia musical, y unos años más tarde, regresó a la Costa para abrir su propia compañía de danza, con la que llevó a sus alumnas a competir a nivel regional, nacional y mundial.

“Siempre puse a la danza en primer lugar, era mucho más que un hobby”. Entre las decisiones que demostraban que bailar era algo serio para ella, renunció a su viaje de egresados porque coincidía con una fecha clave para una competencia de danza muy importante.

“Nunca sentí que perdí cosas por la danza, ni siquiera el viaje. Muchos no podían entender mi decisión, pero nunca me arrepentí porque la danza es mi pasión”. Sin darse cuenta, entre competencias, entrenamiento y clases periódicas, Noelia estaba formando su carrera.

En 2018 se mudó a la ciudad de Buenos Aires junto a su novio y enseguida comenzó a dar clases en diversos estudios de danza. Cuando empezaba a prepararse para competir para el Mundial del año siguiente, el cáncer le puso un freno. Ahora está decidida a regresar de una manera diferente, y dejarlo todo como hizo siempre. 

Noe lanzó su marca Petit Moi de muñecos inclusivos en junio de este año.

Noe lanzó su marca Petit Moi de muñecos inclusivos en junio de este año. - Créditos: Gentileza Noelia Martínez

Muñecos inclusivos y personalizados

Con la llegada de su pierna robótica también nació Petit Moi, un proyecto de muñecos inclusivos y personalizados que realiza de manera manual desde su casa-taller.

Ya tiene más de 4000 seguidores y entregó al menos 30 muñecos en todo el país. ¿Qué la inspiró? Su propia historia. Un día cosió un conejo para ella y le agregó una pierna robótica: verse representada le trajo alivio y alegría. La elección del conejo cree que fue instintiva, porque era su animal favorito de la infancia. Ahora se dedica a coser conejos que parecen todos iguales, pero en realidad, cada uno es único. Como las personas, dice.

Sintió la necesidad de que todas las niñeces pudieran sentirse incluidas y representadas en sus muñecos y bajo esa premisa comenzó a coser sin parar. En estos meses diseñó muñecos con cicatrices solicitadas a medida, con bomba de insulina, audífonos o con una piernita amputada, siempre siguiendo las necesidades de sus futuros dueños.

Y para que sea aún más inclusiva, en las últimas semanas impulsó una acción solidaria desde su marca: busca conseguir donaciones de tela entre sus seguidores para poder crear más muñecos a pedido y hacerlos llegar a hospitales, fundaciones y hogares.

 “Ante las adversidades que nos presenta la vida no tenemos que dejar de hacer las cosas que amamos, hay que aprender a hacerlas de una manera diferente”, concluye Noelia. Desde OHLALÁ le agradecemos por abrirse a nosotras y contarnos al detalle la manera en que afronta cada límite y lo transforma en un nuevo reto. 

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