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Violencia estética: qué es y cómo afecta a la autoestima de las mujeres

Consultamos a distintas expertas acerca de los efectos que la presión estética genera en nosotras tanto en la salud física como psíquica.


La diversidad corporal, cada vez con más espacio en la cultura, pero aún falta camino por recorrer

La diversidad corporal, cada vez con más espacio en la cultura, pero aún falta camino por recorrer - Créditos: Getty



Por más de que queramos ignorar la presión estética siempre sabe cómo colarse: en las redes, en los comentarios, en el trabajo, en la familia, entre pares. Es una voz omnipresente que nos recuerda minuto a minuto que, en una sociedad fuertemente patriarcal, la belleza y la delgadez siguen al mando.

Si bien es cierto que cada vez hay más resistencias y cuestionamientos desde los movimientos Body Positive y de la diversidad corporal, y por supuesto lo celebramos, el estandarte de la belleza sigue muy anclado a la idea de delgadez como “cuerpo deseable”.

Qué es la violencia estética

Empecemos por identificar a la violencia estética como aquella presión social que se impone especialmente sobre las mujeres para adaptarse a los cánones estéticos, lo que llega incluso a poner en riesgo su salud mental y física con tal de alcanzarlo.

La escritora y feminista venezolana Esther Pineda lo explica mejor que nadie en su libro Bellas para morir. Estereotipos de género y violencia estética contra la mujer: “En la actualidad, la belleza se organiza en torno a criterios sexistas, racistas, gerontofóbicos y gordofóbicos y se les exige a las mujeres responder a uno de los cánones de belleza imperantes: la pin-up de grandes proporciones o la modelo/miss de apariencia anoréxica. Quienes no responden a estos estereotipos son víctimas de discriminación, exclusión y violencia, presión social que lleva a las mujeres a someterse a modificaciones estéticas innecesarias, invasivas y riesgosas mediante los productos y servicios ofrecidos por las multimillonarias industrias cosméticas, farmacológicas y quirúrgicas, que se lucran con su sufrimiento y que contribuyen a perpetuar la dominación masculina”.

Julieta Fantini, psicoanalista con perspectiva de género, fundadora de Cuestinartearg y activista en Anybody Argentina, acuerda totalmente con las declaraciones de Pineda, y en diálogo con OHLALÁ! analiza el fenómeno en profundidad.

Las diversas feminidades recibimos presiones constantes para que nuestro cuerpo sea de una determinada manera, provocando un costo enorme tanto a nivel económico como psíquico. ¿Qué pasa cuando sentimos la obligación de maquillarnos, aunque no tengamos ganas? ¿O cuando tenemos que ir a la estética para sacarnos las celulitis? Estas presiones son violentas porque no hay alternativa. Si no lo hacemos quedamos por afuera, no encajamos y no somos –ni seremos- deseables por los varones cisheterosexuales”, expresa.

 “La violencia estética está claramente entrecruzada con la violencia machista”, agrega Julieta, que entiende que la búsqueda de “estar más lindas para ellos” nos convierte en objeto de deseo y nos aleja de nuestra condición de “sujetas deseantes”.

La construcción de la autoestima

Frente a este panorama, ¿cómo se construye la autoestima?, le consultamos. “Al concepto de auto-estima hay que deconstruirlo: creemos que hay algo de 'auto', es decir, como si fuese algo que nosotras mismas pudiéramos controlar respecto el amor propio, pero individualmente no podemos hacer nada. Mientras exista una sociedad que nos marque todo el tiempo que nuestro cuerpo está mal si no encaja en los estándares de belleza, ¿cómo vamos a tener autoestima para mejorar nuestra relación con la imagen corporal?”

En este sentido, resalta la importancia de la efectiva implementación de la Ley de Educación Sexual (ESI) desde edades tempranas, “para trabajar el respeto por el propio cuerpo y el ajeno y la valoración de la diversidad corporal”.

También es clave que, como personas adultas, cuidemos nuestros comentarios sobre los cuerpos, en especial cuando quien lo recibe son las infancias porque, tal cual desliza Julieta, puede tener un “impacto muy fuerte en la construcción de la percepción de la imagen corporal”.

El mito de la belleza

Acerca de la premisa de la bella, vale la pena recordar algo escrito por Naomi Wolf en 1990 en El mito de la belleza: “Lo más importante es que la identidad de las mujeres debe apoyarse en la premisa de la belleza, de modo que las mujeres se mantendrán siempre vulnerables a la aprobación ajena, dejando expuesto a la intemperie ese órgano vital tan sensible que es el amor propio”.

El “mito de la belleza” dejaría al descubierto que, mientras el poder social y la prominencia de las mujeres han aumentado, la presión que ellas sienten por cumplir con estándares sociales de belleza física también ha crecido fuertemente debido a las influencias comerciales en los medio de comunicación. Y dos décadas después, podemos agregar el rol de las redes sociales como principal potenciador de esta conducta.

Diversidad corporal vs. culto a la delgadez

Los criterios de belleza sabemos que van cambiando a lo largo de la historia: lo que era bello en 1950 no es lo mismo que en la actualidad. Según la mirada atenta de Julieta, actualmente es cierto que “hay un gran avance de los movimientos Body Positive y en los de diversidad corporal”, pero (y es un gran “pero”) también “hay un culto cada vez más fuerte a la delgadez extrema”.

“Muchas personas hablan de una “vuelta al 2000” cuando la hegemonía por los cuerpos extremadamente delgados era lo bello. Y hoy en día pareciera que está volviendo a aparecer. Esto es sumamente grave porque promueve el desarrollo de trastornos de la conducta alimentaria, basados en encajar en el modelo de belleza”.

Las redes sociales juegan un papel fundamental en la percepción de nuestra imagen corporal: “Los cuerpos hegemónicos siguen siendo los que más se ven en estos espacios, y al mismo tiempo las corporalidades disidentes son las más vulnerables de censura”.

Agustina Murcho, nutricionista especializada en trastornos alimentarios, coincide con la idea de una “vuelta al culto por la delgadez”, aunque hace una salvedad: “A diferencia de los 2000, ahora la mirada de cuerpo delgado está enfocada en los cuerpos fitness, en dietas extremadamente restrictivas o ayunos prolongados. De cualquier manera, la búsqueda de la delgadez a través de las dietas conlleva a riesgos enormes y en personas con la autoestima baja, esto se potencia y por supuesto puede desencadenar Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA)”.

En este sentido, resalta que “cada vez hay más niñas y niños con este tipo de trastornos”, que suelen dispararse en la pubertad, aunque aclara que cada caso es único y se requiere de atención en consultorio para poder evaluar y tratar.

Entre las personas más propensas a desarrollar un tipo de TCA dice que están aquellas que “poseen una estructura psíquica determinada y también depende de su trayectoria de vida. No es lo mismo si tuvieron infancias donde el culto a la delgadez y la obsesión por la imagen corporal estuvo presente que en los casos donde el cuerpo fue vivido con otro nivel de exigencias”.  

“Los filtros estéticos que hoy tienen las redes sociales con los que se puede manipular la imagen no ayudan para nada”, agregó.

En el consultorio de Julieta pasan cosas similares: las entrevistas vinculadas a la presión estética también están muy presentes. “Es habitual escuchar en las y los consultantes lo perjudicial que resulta tener que ver siempre personas delgadas, musculosas, sin celulitis, sin estrías, altas y blancas como modelo aspiracional de belleza, ya que representa solo a una parte de la sociedad y no a todas. Ni hablar de los filtros de las redes sociales los cuales se ajustan a este ideal de belleza”, reflexiona en sintonía con Agustina.

Según la mirada de Murcho, estas son algunas características generales de las personas más propensas a sufrir TCA:

  • Estado de preocupación constante por la comida.

  • Interés exagerado para recetas de cocina.

  • Sentimiento de culpa por haber comido, sin importar la cantidad.

  • Obsesiones con la comida saludable.

  • Exceso de actividad física.

  • Uso injustificado de dietas restrictivas.

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