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5 heridas que no te permiten ser vos misma: herramientas para detectarlas

Te contamos de las 5 heridas del alma que cubrimos con máscaras para que no se noten, pero que no curamos. Conocélas y luego te invitamos a reflexionar sobre con cuáles te identificás.


5 heridas que no te permiten ser vos misma: herramientas para detectarlas.

5 heridas que no te permiten ser vos misma: herramientas para detectarlas. - Créditos: Getty



Supongamos que te cortás en la mano, la herida es muy fea, te duele mucho y elegís no verla. Entonces, la vendás. La cubrís con una máscara.

Por más que esté tapada, la herida está allí y te duele mucho. Supongamos que viene alguien y te toca la mano, aun cuando la tenés cubierta con el vendaje. Esta persona te toca y vos gritás ¨Me estás lastimando¨. Te pide disculpas y te aclara que no fue su intención, que no deseaba hacerte daño.

 

Esta persona no tenía intención de lastimarte al tocarte la mano, lo que sucede es que vos no te ocupaste de la herida, solo la tapaste. No hay nadie más responsable que vos de tu dolor.

Esto es lo que sucede con cualquier herida. Esto es lo que sucede con las 5 heridas del alma a las cuales las cubrimos con máscaras para que no se noten, pero eso no quiere decir que las curemos. Solo las cubrimos y continuamos con nuestra vida quejándonos, defendiéndonos o huyendo cuando alguien las toca.

Te cuento cuáles son estas heridas a ver con cuáles te identificás.

Herida del rechazo

Esta herida generalmente se cubre con la máscara de la huidiza. Es una herida muy profunda y quien la sufre siente rechazo con respecto a su derecho de existir.

La primera reacción de la persona rechazada es huir. La persona huidiza siente que el amor la sofoca, prefiere no apegarse a cuestiones materiales, porque le impedirían huir. Se pregunta qué hace en este mundo y le resulta difícil creer que aquí podría ser feliz.

 

Le resulta atractivo todo lo relacionado con la espiritualidad y el mundo intelectual; no suele recurrir a lo material en busca del placer, ya que considera eso es de persona superflua.

Este desapego también conlleva ciertas dificultades en la vida sexual, ya que puede llegar a creer que la sexualidad interfiere con la espiritualidad.

La persona que carga con esta herida se anula, se infravalora. Necesita ser perfecta y obtener reconocimiento. Cuanto más profunda sea la herida del rechazo, más atraerá circunstancias para ser rechazada o rechazar a los demás.

Herida del abandono

Esta herida se cubre con la máscara de la dependiente. Quienes sufren esta herida consideran que nos son queridos.

La máscara del dependiente es la más propensa en convertirse en víctima, es decir, un tipo de persona que crea todo tipo de problemas en su vida, en especial, problemas de salud para llamar la atención. También son personas a quienes les gusta desempeñar el rol de salvadoras. Hacen muchas cosas por los demás esperando que las halaguen.

 

Sufre de inseguridad y para tomar decisiones suele recurrir a la opinión de los demás. Si recibe apoyo, se siente ayudada y amada.

La persona dependiente se fusiona fácilmente con los demás y eso hace que se sienta responsable tanto de la desdicha como de la felicidad de los otros, como si creyera que los demás, a su vez, son responsables de su felicidad o desdicha. La herida del abandono significa que también se abandonó a sí misma o que abandona a los demás, a las situaciones o los proyectos.

Herida de la humillación

La máscara que interviene en esta herida es la de la masoquista.

Esta herida, inconscientemente, busca o atrae situaciones de dolor y humillación. Generalmente, suele hacer todo por los demás, pero en realidad lo hace para crearse limitaciones y obligaciones. Esto lo realiza para que los demás no lo avergüencen, pero luego siente que abusan de ella. Es la típica persona que le resuelve la vida a todo el mundo y está para todos. Deja su vida y objetivos de lado y prioriza a los demás, muchas veces, creyendo que sin ella no podrían hacer nada. Sin embargo, no se percata de que, al resolver todo a los demás, se rebaja y humilla.

 

A quien porta la máscara de la masoquista le es difícil expresar sus verdaderas necesidades ya que tiene temor a experimentar vergüenza o a avergonzar a alguien más.

Suele ser hipersensible, hace todo lo posible por no herir a los demás y generalmente se siente responsable de las desdichas de otros.

Otra característica típica de la herida de la humillación es la capacidad para hacer reír a los demás y reírse de sí misma. Tiende a culparse de todo e incluso cargar con la culpa de los demás; esta sería su forma de ser "buena persona".

Herida de la traición

La máscara de la controladora es la que se utiliza para cubrir esta herida.

La persona controladora generalmente se ocupa mucho de su aspecto físico. Su mirada es intensa y seductora. Tiene el don de hacer sentir especial e importante a la otra persona.

De personalidad fuerte. Afirma lo que cree con fuerza y espera que los demás acepten lo que ella piensa. Son de formarse rápidas opiniones acerca de los demás y están convencidas de tener la razón.

Se las ingenia para no participar en situaciones conflictivas o en las que no tendrá el control. Muy cambiante en su estado de ánimo. Debe trabajar su paciencia y tolerancia, sobre todo cuando ocurren situaciones que le impiden hacer las cosas a su modo y de acuerdo a sus expectativas.

 

Su actividad mental es muy intensa. Siempre se está adelantando a lo que va a ocurrir. Tiene demasiadas expectativas en cuanto al futuro y esta actitud le impide vivir adecuadamente el momento presente.

Le es difícil delegar y depositar confianza en otros. Es muy exigente consigo misma y necesita demostrar a los demás que es capaz.

Le gusta hacer las cosas a su modo, detesta que la reprendan o quieran controlarla. Se justifica y siempre tiene un buen motivo para hacer las cosas a su modo. Para estas personas es muy importante su reputación. Cuando alguien hace o dice algo que pueda afectar su reputación se siente insultada o monta en cólera porque lo vive como una gran traición.

Herida de la injusticia

La persona que sufre de injusticia no se siente apreciada o respetada en su justo valor o cree no recibir lo que merece. También puede sufrir de injusticia cuando se reciba más de lo que se cree merecer. En consecuencia, la herida de la injusticia puede ser causada al pensar que tenemos más cosas materiales que otros o lo contrario, que no hemos recibido lo suficiente.

La máscara que utiliza esta herida es la herida de La Rígida. Protege sus sentimientos desarrollando la capacidad de no sentir sensibilidad y no mostrarla a los demás. Se engaña creyendo que nada debe tocarla. Es por ello que suelen parecer personas frías e insensibles.

 

Quien sufre injusticia procura la justicia y exactitud a toda costa. Se convierte en una perfeccionista y es más propensa a sentir envidia de quienes tienen más y de quienes, según su mirada, no lo merecen.

Logra ocultar muy bien lo que siente y aparenta ser imperturbable. Es la persona que siempre "Está todo bien", cuando le preguntás cómo van sus cosas. El mérito es muy importante para quienes tienen la herida de la injustica. Desea adquirir habilidades para ser perfecta lo más pronto posible. No se toma el tiempo para sentirse bien, para darse el derecho de ser humana. Es muy exigente consigo misma con una gran capacidad para controlarse e imponerse tareas.

¿Con cuál herida te identificaste?

Reconocer nuestras heridas y las máscaras que hemos desarrollado para encajar y sentirnos queridas, nos ayuda a conocer más de nosotras mismas y poder tomar decisiones diferentes que nos permitan sanar y dejar de atraer esas mismas situaciones dolorosas en nuestra vida una y otra vez.

Nuestras máscaras representan la más grande traición de todas: Olvidarnos de nuestra naturaleza divina, de que todo es perfecto, que estamos aprendiendo, sanando y evolucionando a través de nuestras experiencias.

Conocerte y aceptar tus heridas te permitirá iniciar tu viaje de sanación para Ser tu misma. ¿Estás listas?

 

Fuente: Las 5 heridas del alma que impiden ser uno mismo -  Lise Bourbeau

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por Redacción OHLALÁ!


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