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Andy Clar: en cuarentena estuvo en cama casi 3 meses; su hijo fue su motor para volver a florecer


Créditos: Gustavo Sancricca. Producción de María Salinas.



Andy es amiga desde hace años. Recorrimos mucho juntas (¡hasta hicimos una guía de Nueva York!). Siempre fue una chica OHLALÁ!, con su entusiasmo, con sus ganas de comunidad, con su alegría. Por algún motivo, nunca había sido tapa, pero esta vez no hubo dudas: nadie mejor que ella para representar este nuevo comienzo, este enero que nos mantiene contemplativas pero con una mirada optimista. Andy Clar, creadora de Chicas en New York, vivió el aislamiento al extremo. No solo dejó de viajar (en 2019 había viajado 16 veces), sino que además pasó tres meses acostada con muchísimo dolor producto de una recaída del accidente que tuvo hace años y que terminó en una operación de columna que le devolvió la fuerza que la caracteriza. "Hoy, cuando estaba haciendo gimnasia, me reía y lloraba al mismo tiempo. Yo venía de entrenar dos veces por semana, estaba bárbara. Y ahora mi ejercicio es como de la tercera edad, pararme y sentarme, y no lo podía hacer. Es como un volver a empezar, otra vez, un reseteo de todo. Y está a tono con lo que pasa en el entorno, todos estamos volviendo de algo", nos cuenta mientras tomamos un blend de té que ella misma creó acompañado por unos amaretti que trajo de su último viaje prepandemia.
¿Cómo estas hoy?
Feliz. Realmente siento que florecí. Esa es la palabra. De hecho, quiero usar la nueva cicatriz de la espalda como un tallo y tatuarme una flor. Esa es la sensación. Vino la primavera, me dio el sol y florecí. Después de un año de sequía.
Fue un año duro para todos, pero a vos se te sumó el reposo obligado. Estar tanto tiempo acostada, con tanto dolor..., ¿cómo impactó eso en tu ánimo?
Fue durísimo porque yo siempre conté lo del accidente que tuve hace años cuando me atropelló un colectivo que me dejó un año entero sin caminar como algo superado, nunca tuve un trauma, siempre vi el lado positivo. A veces me decían: "No podés ser positiva todo el tiempo". No lo pensaba, me salía así. Pero esto que me pasó en 2020 fue un bife en la cara. Me dolía tanto, no podía moverme. Me acostaba en el balcón de mi cuarto y miraba el cielo, las palmas de la palmera que me hacían sentir, de a ratos, en el Caribe. Igual, era imposible evadirme mucho porque el dolor físico permanente te toma. Desde el accidente, siempre tuve temas con la columna, pero esta vez el disco se rompió, se soltó un pedazo y quedó clavado en el nervio. Era como el dedo en la llaga todo el tiempo. Todos los días, en cuanto abría los ojos, decía: "Hoy es el día. Sé que hoy me voy a sentir mejor". Y me levantaba, iba al baño y no, no me sentía mejor. Y después de varios días dije: "Bueno, me voy a entregar al dolor un tiempo. Es esto, me está pasando, no voy a resistirlo, lo tengo que atravesar". Practicaba meditación, respiraciones, relajación. Hubo un momento en el que solo me calmaba cuando meditaba.
¿Qué cosas se te cruzaban por la cabeza esos meses en los que vivías en horizontal?
Volví a vivir muchas de las sensaciones del accidente. Siento que necesitaba otro despertar, había algo a lo que no le estaba prestando atención. Siempre sentí que el accidente fue como un llamado de atención enorme que me dijo de frente: "Las cosas van por acá", y empecé a valorar lo esencial. Me quedé con esa enseñanza, pero pasó mucho tiempo y a veces te vas olvidando. Esta última prueba la sentí como un recordatorio y en un momento tuve miedo. Era muy desmotivante, pasaba el tiempo y no daban en la tecla, el bloqueo que me hicieron no funcionó, estaba mal.
¿Y cuál era el motor?
Mi hijo. Le decía a Seba, mi marido: "Lo único que no quiero es que mi hijo me recuerde como la madre que estaba en el piso todo el día, enferma, tomando medicación". Y Seba, mi marido, me decía: "Andy, no hay forma de que tu hijo te recuerde como una mamá enferma y postrada si estuviste toda la vida dando vueltas por el mundo". Lo sabía, pero igual me aterraba que esto le quedara marcado como uno de los recuerdos de su infancia. Emocionalmente fue heavy, es raro que yo esté bajón. Pero en un momento me entregué, tenía que vivirlo.
Top tejido, Rapsodia, $8980.

Top tejido, Rapsodia, $8980.  - Créditos: Gustavo Sancricca. Producción de María Salinas.

"Siento que necesitaba otro despertar, había algo a lo que evidentemente no le estaba prestando atención".
Cuando arrancó la cuarentena, ¿tenías muchos planes que se frenaron?
Al principio no. Me había dejado marzo y abril para poder enfocarme en hacer el lanzamiento del e-commerce ByChicas, entonces tenía poquitas cosas o viajes cerquita. Fue como un descanso que se prolongó. La primera etapa de la cuarentena la disfruté muchísimo. Obviamente con algo de miedo por el afuera y con un caos feliz en la casa, encontrando la forma de vivir con todas las personas que viven en esta casa, que somos muchas.
¿Cuántos son?
Somos seis y en cuarentena vino Sofi, que es la novia de Ezequiel, el de 27. Entonces esto era fiesta todo el tiempo. Todos trabajamos un montón, pero cortábamos y era como: "Hoy, jueves de tragos". Al principio era un caos porque todos querían comer, divertirse, pero nadie quería limpiar. Después nos acomodamos y cada uno empezó a tomar una tarea de la casa.
¿Los hijos de Seba siempre vivieron con ustedes?
Es re larga la historia. Cuando lo conocí a Seba yo tenía 29 y él, 36. Yo tenía un bar a puertas cerradas con unos socios y él, como es músico, a veces tocaba ahí. Al principio no nos bancábamos mucho. Además, yo estaba casada y él también. Un día le dije que quería grabar un disco con mi banda, entonces me recomendó un productor amigo de él. Fui, grabé y después cerré el boliche. No lo vi nunca más a él, pasaron cinco años y un día me llama este productor para decirme que estaba haciendo un show, algo que estaba buenísimo, y que le gustaría que yo fuera para hacer un par de temas con él y que estaba convocando a diferentes músicos. Cuando fui a la sala de grabación uno de los músicos era Seba y estaba recambiado. Yo recién me había separado, él también. Le dije: "Ay, qué lindo que estás" y me enamoré de sus manos. Lo escuchaba cantar y me enamoré.
Vos te habías separado sin hijos.
Sí, y no sabía que él tenía hijos porque no éramos amigos.
Vestido de algodón, Mishka, $7200.

Vestido de algodón, Mishka, $7200.  - Créditos: Gustavo Sancricca. Producción de María Salinas.

¿Y cómo sigue la historia?
Vino un día a mi casa, yo vivía sola en Palermo, tenía una casa chorizo y dos gatitos. Entonces llega y me dice: "Ah, tenés gatos". Y yo le digo: "Sí, seguramente si no tuviera gatos tendría hijos, por ahora prefiero gatos". Y él sigue: "Ah, no, son lindos. Yo tengo tres", a lo que respondo: "¿Gatos o hijos?", todavía nos reímos de esa historia. Yo siempre digo que cuando lo conocí a él me enamoré de cuatro personas. No hubiese podido seguir la relación si no. Los chicos eran re chiquitos, tenían 9, 7 y 5. Compré la cajita feliz con el combo entero y pasaron 8 años hasta que nació Eliseo.
Les dieron el espacio a los chicos.
Estábamos bien, ubiqué mi instinto maternal ahí por un tiempo. Los chicos son lo más, vivieron con nosotros casi desde el principio. A mí me encantaba. Nos llevamos bárbaro, incluso, con Quelo, el mayor, ahora trabajamos juntos en el e-commerce.
Contanos del e-commerce. Fuiste visionaria con ByChicas.com justo cuando las ventas online se dispararon.
Sí, acá había algunas cositas, pero la gente no tenía el hábito. Y de repente la pandemia y el aislamiento hicieron que todo se volviera online. Sí, fui visionaria porque lo lanzamos dos meses antes de la pandemia, pero lo veníamos trabajando desde hacía ocho meses, aunque yo estaba medio negada.
¿Por qué?
Es muchísimo trabajo. Además, no me cerraba, venderle a la gente, cobrarles a mis lectoras, no lo hubiese hecho. No lo necesitaba. Le encontré la vuelta cuando pensé en que el e-commerce funcionara como un puente para las emprendedoras. Recibía muchos mensajes diciéndome: "¿Cómo puedo hacer para vender más?", "¿Mostrás mis productos en tus redes?". Y si bien sirve que un influencer muestre un proyecto, muchas veces queda forzado y no termina de rendir. Ahí fue cuando empecé a responder: "Sí, te voy a ayudar a vender, pero a través de un e-commerce que realmente te sirva". Siento que había demasiada charla motivadora, pero poca herramienta práctica para que las mujeres logren vender sus creaciones y, al final, lo que importa es vender. Ese fue mi norte, mi motor. Hice una selección de productos, creé algunos nuevos junto a ellas. Amo poder ayudarlas a darle un giro al emprendimiento.
Jeans, Levi´s, $8480. Top, Valentina Karnouby, $8560.

Jeans, Levi´s, $8480. Top, Valentina Karnouby, $8560.  - Créditos: Gustavo Sancricca. Producción de María Salinas.

Pero igual es un negocio para vos, ¿no? No es una ONG, ¿vos podés monetizarlo?
Todavía es muy a pulmón, aunque nos está yendo bárbaro y todo lo que publicamos se vende. Pero, obviamente, By Chicas está pensado para que sea un negocio que esté bueno, que a mí me sirva y que siga siendo útil para las emprendedoras. A mí lo que me interesa es que cada día ellas puedan vender más y, si yo no lo planteo como un negocio, nunca va a crecer. Además, quiero que cuando las cosas le lleguen a la gente sea una experiencia, que no haya demora, que el unboxing sea hermoso, que el producto no te defraude. Hay un montón de cosas que si no te plantás como una empresa, no podés lograr. Si vos no ganás dinero, no le podés dedicar el 100% de tiempo.
¿Y qué estás vendiendo?
De todo, el foco está en la experiencia de compra. No comprar porque es lindo y nada más, que sea algo que te traiga una emoción, que lo puedas hacer tuyo, que le des más de un uso. Es mi manera de comprar y quería que fuera así en el sitio. Nosotros les brindamos todo el servicio, codiseñamos el producto, pensamos el packaging, concretamos la venta y la logística de envío. A las emprendedoras les pedimos que tengan capacidad de oferta. Al principio nos pasaba que no terminábamos de escribir el copy del posteo que ya se había agotado el stock. Todo lo vamos testeando para ver qué gusta más y muchas cosas nos sorprenden. Por ejemplo, al principio no quería que los productos tuvieran el logo de Chicas en New York porque creí que la gente lo iba a sentir como merchandising, y después, lo que más se vendía era lo que tenía el logo de Chicas, lo que usábamos nosotras.
"Había demasiada charla inspiradora pero poca herramienta práctica para que las mujeres logren vender sus creaciones".
Claro, es la camiseta puesta...
Es que yo soy una de ellas. No soy yo por un lado y la comunidad del otro. Con algunas seguidoras hablo, y hablo seguido, y nunca las vi en mi vida. Me piden consejos de cosas muy profundas. Siempre me pongo en el lugar de lo que les pasa. Me preocupo mucho por saber quién está del otro lado, siento una enorme responsabilidad por eso. Si me escriben un mensaje, antes de responder, entro al feed de la persona para ver quién es, con quién estoy hablando.
¿Lo sentís como una carga?
No, porque no lo hago por obligación y tampoco lo hago todo el tiempo, no podría. Pero sí es cierto que me pasan cosas fuertes, está mucho el mensaje "si vos pudiste, yo voy a poder". Y mismo la ilusión que la gente tiene cuando me encuentra en un evento. Una me escribió: "Yo te di la mano y sabía que eso me iba a dar suerte". Les digo que no soy yo, que no tengo nada que ver, que son ellas. Es muy fuerte.
Vos hacés de espejo de la luz de ellas. Espejás esa fuerza, esas ganas, esa fe.
Claro, es eso. Creo que también tiene que ver con que no soy una celebrity, no soy una chica que viene de una familia millonaria y que por eso viaja por el mundo. Todo lo que hice me lo gané laburando y los cambios que tuve en mi vida, mi accidente o las cosas que me fueron pasando, como cuando me hicieron la cuadrantectomía de mama, cosas que hicieron que cada una se refleje en una parte mía...
Con las partes rotas con las que una se puede conectar, ¿no? Que no sos impoluta, que no todo es éxito.
Por eso empecé a escribir en mi Instagram personal (@andyclar_). No quería que se quedaran con el glam de Chicas en New York. Si vos entrás en el feed, es todo maravilloso, la mina saltando, maquillada, espléndida, y no es así. Todos me preguntan por qué mi Instagram personal es blanco y negro. Es blanco y negro porque es la otra parte del color. Eso también es mi vida, no todo es maravilloso.
Jardinero de lino, Elaichi Basics, $4590. Remera, de Andy.

Jardinero de lino, Elaichi Basics, $4590. Remera, de Andy.  - Créditos: Gustavo Sancricca. Producción de María Salinas.

"Si me preguntan de qué trabajo: yo soy arengadora. Ese era mi rol principal en los viajes. Entusiasmar".
¿Qué es Chicas en New York? ¿El negocio madre?
Les digo algo: Chicas en New York nunca fue rentable.
Pero te creó, te dio la plataforma de despegue.
Fue la estrategia sin querer. Yo empecé haciéndolo porque me divertía. Me gusta viajar, pero lo que más me gusta es ayudar al otro a que haga ese viaje que soñó, que tanto estuvo esperando. Así empezó Chicas en New York. Pero después creció y me puse a pensar cómo podía hacer para que eso se volviera más rentable, que me rindiera el tiempo que le dedicaba. Mi marido mantenía la agencia de publicidad que habíamos fundado juntos, pero yo cada vez le daba más tiempo a Chicas y menos a la agencia, aunque lo que nos daba de comer era la agencia. Ahí empecé a pensar: ¿y por qué no un libro? Y justo me llamaron de Penguin Random House. Igual, tampoco nadie vive de un libro. Más allá de que se vendió un montón y que va por la octava edición, no vivís de eso. Entonces le fui encontrando otra veta, buscar unidades de negocio que se desprendieran de Chicas siempre con el eje del servicio personalizado para mujeres. Así surgió lo de la tarjeta de crédito, después vino el programa de tele por Telefe. Fuimos buscando marcas que nos auspiciaran, que tuvieran que ver con el proyecto, que nos acompañaran a acompañar mujeres.
El entusiasmo es una de tus marcas registradas...
Sí, si me preguntan de qué trabajo: yo soy arengadora. Y ese era mi rol principal en los viajes. Entusiasmar.
¿Y qué lugar cumple Kary?
Kary es mi amiga de siempre y empezó a trabajar conmigo porque me vio desesperada. Yo estaba sola con Chicas en New York, la agencia y un bebito recién nacido, no podía más. Yo lloraba: "¡No tengo plata para pagarte!". Re puérpera. Y entonces ella me dijo que lo hacía gratis el primer tiempo, que apostaba a mí, que había visto todo lo que yo había hecho y estaba convencida de que esto iba a ser un éxito. "¿Estás segura? Vas a hacer todo lo que yo no quiero hacer, lo que a mí no me gusta". Pero está bueno porque las dos elegimos distintas cosas. Ella, por ejemplo, no quería saber nada con estar frente a la cámara. La tuve que convencer. Ella es la mejor para seguirme el tren. Para mí eso es un alivio porque tener que explicarle muchas veces a alguien siendo yo sola lleva el mismo tiempo que hacerlo. Y Kary al toque te lo agarra y es muy organizada. Yo la bombardeo con mil ideas, ella organiza un poco mi caos y yo estoy segura de que, si se lo dije una vez, está hecho. No es nada fácil seguirme el ritmo, la verdad. ¡Ahora hasta nos sacamos fotos en traje de baño para el e-commerce!
¿Y soltaste la agencia?
No, estoy en la parte estratégica. Trabajo más sobre todo lo que tiene que ver con el mundo de la mujer. De hecho, tenemos un departamento que se enfoca en el mundo femenino –creo que fuimos de los primeros en hacerlo–; la agencia se llama Super y este departamento, Super Woman. La publicidad viene de un lugar extremadamente machista y de hombres que son de otra generación, que piensan y trabajan distinto. Era necesario tener un "comité de filtro" que chequee todo lo que sale con conciencia de género. Muchos directores creativos son hombres que por ahí vienen de hacer algo súper masculino para hacer una campaña de toallitas y se tienen que dar vuelta y googlear "qué le pasa a la mujer...". No era genuino. Nosotros, desde hace tiempo, fuimos incorporando más y más chicas feministas para que equilibraran la balanza y hoy funciona increíble. Empezaron a educar a los chicos que no sabían muy bien por dónde ir. No es que eran machistas, no sabían cuál era la palabra justa.
¿Qué te dejó el año de la pandemia?
Mucho aprendizaje. Acostumbrada a viajar todos los meses a un destino diferente y a ser libre, tuve que parar, parar en serio. Y fue como mirarme desde afuera, observar cómo está bueno parar, dar marcha atrás en algunos casos y encontrar nuevas formas. Por ejemplo, tenía todo el tiempo del mundo para escribir y no pude avanzar con los libros que estaba escribiendo. Ya los tendría que tener recontra terminados. No pude. Aprendí que no puedo hacer todo. Bajé la exigencia. "No estoy maquillada, bueno, ya fue". Antes, si no estaba impecable, no te hacía nada. Ahora no me importa. Empecé a mostrar todavía más lo que me cuesta.
¿Esto te lo dio el aislamiento o el reposo y el dolor?
La pandemia me puso frente a frente a la vida que venía llevando. Un día me encontré exigiéndome hacer un vivo de siete horas seguidas cuando nadie me lo pedía, no era necesario. Después de eso dije: no puedo seguir con esta locura. Hice un clic, creía que era Supergirl y me di cuenta de que esa exigencia no tiene sentido. •

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