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Qué es la pedagogía Reggio Emilia y cómo se distingue de la Montessori

La pedagogía Reggio Emilia promueve una educación creativa y participativa. María Victoria Alfieri explica en qué se diferencia del método Montessori y cómo transforma la forma en que los niños aprenden y se expresan.


Qué es la pedagogía Reggio Emilia y cómo se distingue de la Montessori

Qué es la pedagogía Reggio Emilia y cómo se distingue de la Montessori - Créditos: Getty



En los últimos años, la pedagogía Reggio Emilia despertó un creciente interés entre educadores y familias que buscan un enfoque más humano, creativo y participativo para la educación infantil. Este modelo, nacido en el norte de Italia tras la Segunda Guerra Mundial, propone mirar la infancia desde el respeto, la curiosidad y la escucha.

A diferencia de otros métodos como el Montessori, Reggio Emilia no se presenta como un sistema cerrado, sino como una filosofía viva, en constante diálogo con el contexto cultural, social y artístico. Los niños son considerados ciudadanos activos y protagonistas del conocimiento, mientras los docentes actúan como guías, observadores e investigadores.

Para conocer más sobre esta corriente, conversamos con María Victoria Alfieri, referente regional de la pedagogía Reggio Emilia, licenciada en Ciencias de la Educación, especialista en Nivel Inicial y con una maestría en Educación Superior. Es miembro promotor de la Fundación Reggio Children – Loris Malaguzzi, y cofundadora y directora general del Colegio Aletheia, una de las instituciones pioneras en Argentina inspiradas en esta filosofía.

 

—¿Qué es la pedagogía Reggio Emilia y por qué la cautivó?

La pedagogía Reggio Emilia es mucho más que un enfoque educativo: es una manera de entender la infancia y la educación, basada en la curiosidad infinita y el deseo de abrir nuevas perspectivas. Su fuerza radica en su capacidad para atravesar límites y cuestionar las prácticas tradicionales.

Loris Malaguzzi, su fundador, fue maestro, periodista y psicólogo. Propuso una mirada innovadora hacia la cultura infantil, incorporando en cada escuela la figura del atelierista, un artista capaz de mirar más allá de la técnica y aportar nuevas formas de pensar los procesos de aprendizaje.

Para mí, Reggio Emilia se siente en el alma y en el cuerpo. Es un “amor a primera vista” que invita a profundizar en su filosofía y práctica. Cuando visité por primera vez Reggio Emilia en el año 2000, supe que no había vuelta atrás: debía seguir promoviendo el respeto hacia los niños, acompañando sus derechos y fomentando la creatividad, la curiosidad y el asombro.

—¿Por qué diría que es mejor este modo de enseñanza respecto del tradicional?

Más que una alternativa, Reggio Emilia defiende los derechos y la cultura infantil, creando un ámbito seguro donde los niños pueden moverse, jugar, pensar y diseñar desde múltiples lenguajes expresivos.

Malaguzzi decía que la pedagogía tradicional tiende a dividir al niño en áreas de desarrollo, fragmentando su unidad. En cambio, Reggio propone una educación integral, donde cada experiencia —desde poner la mesa hasta decorar un espacio— tiene un valor formativo.

Aquí la enseñanza se construye con otros: maestros, atelieristas, pedagogistas, familias y niños. No es solo una manera de enseñar, sino también de aprender. El docente escucha, observa, documenta e interpreta los procesos, convirtiendo la escuela en un gran atelier donde todos son co-constructores del conocimiento.

 

—¿Qué diferencia la experiencia Montessori de la experiencia Reggio Emilia?

La principal diferencia es que Reggio Emilia practica constantemente la duda. Es una pedagogía de la escucha, la documentación y la participación democrática. La escuela se concibe como un lugar donde se crean cultura y valores, y donde los niños son reconocidos como ciudadanos.

Malaguzzi se inspiró en Montessori, pero buscó nuevos caminos. Decía: “Montessori fue como la madre, pero los hijos crecen y buscan sus propios caminos”. Reggio no es un método, sino una filosofía que integra educación, arte, arquitectura y filosofía, siempre en diálogo con el mundo. Como dice Carla Rinaldi, es “un magma en ebullición”.

—Sos formadora de Reggio Emilia en la región. ¿En qué consiste tu tarea?

Mi tarea es difundir fielmente la filosofía reggiana como referente de Red Solare Argentina y de la Red Reggio Alliance, redes oficiales del Network Internacional de Reggio Children.

Desde 2011, Red Solare Argentina es miembro promotor de la Fundación Reggio Children – Loris Malaguzzi. Acompañamos a maestros, directores, atelieristas, psicólogos y educadores en su formación, fomentando un diálogo que transforma profundamente la práctica educativa.

La experiencia requiere detenerse, mirar, escuchar más despacio y cultivar el arte del encuentro. Como dice el prólogo del libro Travesías que transforman, se trata de agradecer la inspiración reggiana a través de proyectos que dan voz a los niños, docentes y familias.

—¿Hay colegios con esta pedagogía en Argentina?

Sí, existen instituciones inspiradas en Reggio Emilia en todo el mundo. En Buenos Aires, uno de los referentes es el Colegio Aletheia, que desde hace más de veinte años mantiene un diálogo permanente con la experiencia reggiana.

Curiosamente, mientras Reggio exhibía en 1980 su muestra Los cien lenguajes de los niños en Suecia, en 1981 Aletheia presentaba en Buenos Aires La creación es la fuerza de la humanidad, reflejando una conexión profunda con esta mirada sobre la infancia.

 

—¿Se podría incorporar esta pedagogía en la educación pública?

Sí, absolutamente. Las escuelas de Reggio Emilia nacieron en el ámbito público y conciben la educación como un derecho. Promueven las potencialidades de los niños, los “cien lenguajes”, la participación y la investigación educativa.

La evaluación no se entiende como control, sino como una acción pública de diálogo e interpretación compartida entre docentes, familias y comunidad.

—¿Cómo influye en el bienestar emocional de los chicos?

La felicidad, como dijeron dos alumnos de once años, “es cuando algo sale bien, cuando lográs lo que te propusiste o cuando estás rodeado de personas que querés”. Esa definición resume lo que Reggio entiende por bienestar: un viento que envuelve la vida cotidiana, que acaricia y acoge.

Los ambientes se piensan como espacios estéticos, seguros y confiables, donde la belleza genera alegría, confianza y sentido de pertenencia. Ese entorno emocional impacta directamente en la autoestima y en la capacidad de aprender y disfrutar.

—¿Qué responde ante las críticas a los sistemas como Reggio, Montessori o Waldorf?

Muchas críticas provienen del desconocimiento. Estas experiencias no se centran en la memorización, sino en desarrollar el pensamiento crítico, la creatividad, la empatía y la autonomía. Creo profundamente que son las herramientas que realmente preparan a los niños para la vida y los desafíos contemporáneos.

—¿La pedagogía Reggio Emilia incorpora la inteligencia artificial?

Sí, aunque siempre desde una mirada ética y reflexiva. Desde 1984, Reggio reflexiona sobre la relación de los niños con la tecnología. Malaguzzi sostenía que la escuela no podía permanecer indiferente ante la era digital. Hoy los talleres integran herramientas como computadoras, robótica, sensores y cámaras, siempre en diálogo con los lenguajes expresivos. La tecnología no es un fin, sino un medio para explorar, representar e investigar. En cuanto a la inteligencia artificial, se la concibe como una nueva herramienta para pensar e imaginar, siempre desde una perspectiva humana.

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