"Soy asexual y la gente me dice que vaya al médico porque lo que me pasa no es normal"
22 de enero de 2020 • 09:57
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Todas sabemos que la asexualidad existe porque la mayoría la experimentamos. El desinterés por el sexo suele representar alguna etapa en todas las biografías. Sin embargo, la mayoría desconocemos que también puede tratarse de una identidad. Hoy, ser asexual, es decir, no sentir atracción sexual por las personas, se considera una orientación sexual por sí misma y aunque esto sigue siendo bastante inquietante para los mismos especialistas, se trata de una posición que, a pedido de las organizaciones que nuclean a personas que se definen a sí mismas de esta forma, hoy no puede ser estudiada. Las personas asexuales se niegan a ser vistas como "freaks", como excepciones y también a ser patologizadas. Ellos reivindican el derecho a no querer sexo y a no sentir lo que se supone, por naturaleza, todos deberíamos sentir.
Cecilia O es parte del grupo de personas que se definen como asexuales. No lo supo hasta sus veinticinco, cuando la llegada de Internet le acercó la definición. Ella nos cuenta cómo comenzó a definirse de esta forma y por qué está segura de que lo seguirá siendo.
"Cuando era chica, nunca me gustaba nadie. Cuando, entre compañeritas, nos confesábamos de quién gustábamos, yo mentía, decía que me gustaba el mismo que a la mayoría para que no me miraran raro. No tenía un gran interés por los chicos ni por las chicas. Estaba en mi mundo y era feliz así. Cuando llegó la pubertad y toda la revolución hormonal, eso se me hizo más evidente. Me gustaba algún chico, pero lo mío no pasaba por el deseo voraz de querer tocarlo o besarlo, sino de compartir tiempo con esa persona. Los hombres podían atraerme intelectualmente, artísticamente, sentimentalmente, pero eso no se traducía en un algo físico. Sentía la presión de ser sexual, claro, pero genuinamente, no tenía tanta curiosidad ni la obsesión que veía alrededor por el tema. Pensaba debo haber nacido para ser monja y cosas por el estilo, porque no entendía cuál era el plan de vida para alguien que no tenía todas sus fichas puestas en encontrar una gran pasión y entregarse a ella. Eso no impidió que tuviera lindas relaciones con chicos que eran más sensibles, y no tan fogosos, que eran los únicos con los que me sentía cómoda. Las veces que me relacionaba con varones que querían tener lo que para mí era demasiado sexo, terminaba por sentirme rara y presionada. De hecho, en la adolescencia, algunos me recomendaban que fuera al médico porque para ellos, lo que me pasaba no era normal. Los seres humanos somos animales y los animales tienen el instinto de reproducirse, me decían. A veces parecía que yo era menos que un animal.
He escuchado todo tipo de análisis en torno a mi manera de ser: que era una reprimida, una pacata, y por sobre todo, que era una traumada. Este último caso era muy raro porque tuve una infancia feliz y no recuerdo haber sufrido ningún trauma en particular, pero cuando lo negaba, muchos me decían que seguramente era tan profundo que ni lo recordaba. Como fuera, todas las interpretaciones en torno a mi falta de deseo sexual, señalaban que había algo malo en mí. Durante la adultez llegué a convencerme de que, al no ser tan sexual, lo mejor era tener una relación flexible en la que el hombre que estuviera conmigo, pueda salir con otras mujeres y satisfacer sus necesidades de otra forma. Era la única forma para mí, de ser realista respecto a lo que podía darle a un hombre. No entendí realmente que me pasaba hasta que apareció Internet y sus foros, gente que hablaba sin problema sobre ser asexual como identidad y no únicamente como una estadío relacionado a la depresión, la enfermedad, los traumas y duelos. Empecé a darme cuenta de que lo mío pasaba por otro lado, y que no era la única que vivía las relaciones así. Fue un alivio por un lado y por el otro, me puso en alerta. Me di cuenta de que tanta incomprensión hacia lo que me pasaba no dejaba de ser una injusticia, por lo invisibilizada que está la asexualidad. Ahora ya no siento la presión de ajustarme. Encontré mi palabra, encontré lo que soy. No me siento tan sola y sé que puedo aspirar incluso a tener una pareja porque mucha gente asexual la tiene. A veces mis amigos o familiares me cuentan que salió tal chip sexual, tal tratamiento, cosas que me harían más normal. Me ofende. No sé qué les puede molestar tanto de que yo sea así ¡si no perjudico a nadie!".
Un amplio espectro
"Cuando hablamos de personas asexuales, lo primero que hay que entender", dice Silvina Valente, especialista en Ginecología, Obstetricia y Sexología, "es que no estamos hablando de un tipo de persona puntual, sino de un grupo compuesto por muchas personas con distintos tipos de personalidades, históricas, cuerpos y experiencias". Silvina explica que estas personas, unidas a través de agrupaciones como Aven, la principal red de visibilidad y educación sobre la asexualidad a nivel internacional, solicitaron hace algunos años, no ser tomadas como objeto de estudio. "Señalar que hay algo mal en ellos, es de alguna forma, no aceptar el hecho de que puede haber gente sin la más mínimas ganas de explorar su sexualidad o de buscar ese tipo de contacto con otro. Esta es la razón por la que se respeta su pedido, pero es también la razón por la que realmente no sabemos tanto sobre la asexualidad", explica.
Silvina resume entonces que "hoy no podemos hablar de causas orgánicas en común, de estructuras de personalidad ni de patrones específicos en tanto realmente no hay estudios ni investigaciones en las que basarnos". Aún si las hubiera, ella tampoco cree que se trataría de un tema fácil de explicar: "aunque nos encanta simplificar las cosas, la sexualidad es multifactorial, lo más probable es que no haya una o dos razones por las que las personas se identifican como asexuales sino una multiplicidad de variables muy difíciles de abordar". Para sumar más grises al asunto, Valente explica que la mayoría de los pacientes que se definen a sí mismos de esta forma, son perfectamente capaces de formar pareja e incluso de tener sexo como un gesto de amor, aunque ellos bien podrían prescindir de esa parte de una relación y definitivamente, jamás tomarían la iniciativa.
En nuestro país, existe la comunidad de "Asexuales, gris asexuales, demisexuales y otras identidades del espectro asexual". Ellos suelen unirse a las manifestaciones LGTBQ+, que ahora significa "Lesbianas, Gays, Transexuales, Bisexuales, Queers y más". Ellos son el "+". Silvina no deja de contemplar las variables sociales detrás de la necesidad de darle una denominación incluso, a los grados de sexualización de una persona. "Es interesante analizar si no hay una suerte de defensa ante la constante hiper sexualización a la que nos vemos sometidos. Lo veo en colegios en los que doy charlas. Hoy el raro, el rebelde, no es tanto el que se anima a decir que es gay o trans. Hoy se mira con mucho mayor sorpresa al que asegura que el sexo no le interesa", concluye.
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