El glaciar Perito Moreno, imponente desde cualquier ángulo. - Créditos: Gentileza: Gavo
Son las 6:30 am y la ciudad de El Calafate permanece dormida. El frío dice presente en la ventana y la luz se esconde en el horizonte. Llegó el día. Salto ansioso de la cama, hoy me espera una experiencia única y muy deseada por el público viajero: realizar el Big Ice, un trekking impactante sobre el glaciar Perito Moreno. Atrás quedan las tostadas y el jugo de naranja. Ya arriba del micro, me prendo como una sopapa al vidrio en pos del inminente amanecer. En minutos, el sol hará su magia sobre el Lago Argentino.
En el camino, mientras disfruto la fusión de estepa y los primeros rayos de sol, la guía brinda detalles sobre el glaciar. El Perito Moreno se ubica dentro del parque nacional Los Glaciares y cuenta con una superficie de 257 km2, similar a CABA (para tomar dimensión). La inmensa masa helada se origina en el campo de hielo patagónico sur. En su descenso, alcanza al brazo sur del Lago Argentino y el Lago Rico. De frente posee 5 km de longitud, una altura de 70 m sobre el nivel del mar y una profundidad total de 170 m. Un dato no menor, es una de las fuentes de agua dulce más grandes del planeta.
La estepa se pierde al ingresar al parque. Las precipitaciones que logran cruzar la cordillera de los Andes dan vida a un hermoso bosque patagónico de lengas, ñires y guindos. Entre los árboles, y acompañados por el brazo del Rico, avanzamos en dirección a las pasarelas. De golpe, una curva nos sorprende y nos obliga a descender del bus para poder disfrutar de la primera panorámica del glaciar. Desde lejos logra golpear la puerta del alma e invita a acercarnos.
Tras unos kilómetros, el bus se detiene en la cafetería; las pasarelas esperan por el grupo. A pesar de la lluvia, salgo corriendo como un nene al jardín, y en ese momento descubro que somos los únicos dentro del parque, algo clave para disfrutar en paz y soledad. Mientras me aproximo, los desprendimientos hacen eco en el bosque. Con cámara en mano y en silencio avanzo sobre el circuito metálico en busca de las mejores vistas. Tras una hora de recorrer las pasarelas y perderme en ellas, me uno al resto para dirigirnos al puerto “bajo de las sombras” y dar comienzo a la aventura.
La verdadera travesía da comienzo
El Big Ice, una experiencia solo apta para los más aventureros. - Créditos: Gentileza: Gavo
En el barco, mientras cruzamos el Lago Rico, la guía nos presenta al Big Ice. Esta actividad, de alta dificultad que requiere de un buen estado físico, consiste en transitar una ruta escénica a través del bosque para luego continuar sobre la morrena en busca de la plataforma de hielo. Durante tres horas, y con los crampones colocados, exploraremos el glaciar acompañado de grietas, túneles, sumideros y lagunas.
Cuatro guías de montaña nos dan la bienvenida y confirman que estamos a punto de iniciar el trekking. En el primer refugio nos abrigamos y comemos una barrita de cereales para sumar energía. El camino inicia en el bosque, las lengas observan el andar del grupo y posan con sus más lindos colores orgullosas del otoño. Siguiendo las huellas del guía, serpenteamos la playa de arena negra del Lago Rico. A lo lejos, la inmensa pared de hielo nos vigila. A pesar de la distancia, desde el llano ya nos impacta su altura y longitud. Tras 20 minutos de caminata –de poca dificultad– llegamos a los domos para colocarnos el equipamiento (casco y arnés) y escuchar las medidas de seguridad.
Equipados y en fila avanzamos por la morrena izquierda, de camino al campo de hielo patagónico. La colina alargada está compuesta de barro, arena y tierra depositada por el constante movimiento del glaciar. Desde ahí se ve claramente la unión del suelo con el hielo, y se siente cómo su fuerza desciende, arrastrando todo a su paso hasta los lagos. Mientras tanto, se nos hace difícil avanzar por el glaciar, que nos roba la mirada con sus idílicos colores. Detrás, los picos nevados y las lengas rojas forman un cuadro perfecto. A la izquierda, el bosque regala pequeñas cascadas y los mejores tonos en sus árboles. Los oídos se entretienen con los estallidos del glaciar, producto del movimiento interno motivado por sus ríos subterráneos.
Un glaciar en estado de equilibrio. - Créditos: Gentileza: Gavo
De vez en cuando tenemos que ajustar las cuerdas del arnés para atravesar los estrechos pasos que presenta la morrena. Después de una hora y media de caminata, abandonamos la línea de vegetación. En este punto, el Perito Moreno alcanza una perspectiva única: un desierto de hielo se abre entre las montañas y a lo lejos se alcanza a ver el comienzo del campo de hielo. Entre suspiros y algunos silencios contemplamos inmóviles la majestuosa y auténtica panorámica.
Unos metros por delante, el terreno desciende de forma vertiginosa previo al encuentro con el hielo. El barro nos complica el andar y las piedras con escarcha traicionan cada una de nuestras pisadas. Avanzamos con alta concentración, siempre mirando al compañero de adelante.
Mientras nos colocamos los crampones, el guía aprovecha y nos cuenta sobre el Perito Moreno: un glaciar en estado de equilibrio, es decir, donde la masa de hielo se mantiene estable.
Cada tantos años, el glaciar forma un puente de hielo en la península de Magallanes (zona de las pasarelas), dividendo el brazo Rico del Lago Argentino y dando vida al canal de los témpanos: un dique natural que eleva el agua del Rico hasta 30 m de altura. Las filtraciones en el hielo crean un túnel de hasta 50 m que luego colapsa, una verdadera obra de ingeniería natural y un momento muy buscado por el público internacional.
En el corazón del glaciar
Un desierto de hielo que se abre entre las montañas. - Créditos: Gentileza: Gavo
Mi pie derecho impacta de lleno sobre el hielo, la sensación es espectacular. Siento que estoy dentro de un enorme freezer. Siguiendo las indicaciones del guía, con los pies rectos y separados, avanzamos sobre la mole: rígida y, a la vez, inestable. Más allá de estar concentrados en el andar, disfrutamos y reímos de la experiencia. ¿Será como caminar en la Luna? En el camino nos cruzamos con una grieta. Las miradas se pierden en un azul oscuro e hipnotizante. Nos asomamos con prudencia, ya que su profundidad es incalculable, al igual que su riesgo.
Con cuidado, y guiados por los profesionales, esquivamos las placas de aire, donde un mal paso puede hundir nuestros pies. Sin embargo, avanzamos con éxito y a buen ritmo en busca del corazón del Perito Moreno. En la pausa para almorzar, el guía capta nuestra atención con más información sobre el parque. Comenta que el glaciar recorre aproximadamente dos metros por día (lo que equivale a unos 700 metros por año), y el nombre hace honor a Francisco Moreno, director del museo de la Sociedad Científica Argentina y un activo explorador de la zona austral del país. Un capítulo aparte se lo dedica a la fauna, donde destacan el huemul, el puma, guanacos, zorros grises, zorrinos patagónicos, maras, el carpintero negro patagónico, la cotorra austral, el picaflor de corona granate, el choique y el cóndor.
Retomamos la caminata hacia el fin de la aventura. El objetivo, avanzar hasta la zona en donde el glaciar se torna vertical y dificulta el andar. Un área exclusiva para profesionales. En el trayecto atravesamos lomas de hielo, pequeños ríos y cascadas de agua. El sonido de río detiene la marcha del grupo. A pocos metros yace un gran sumidero. Este agujero se forma en la superficie, y a través de sus túneles traslada el agua hasta la base del glaciar. Un portal a los ríos subterráneos.
El final del camino es inminente; el guía señala el límite máximo de la expedición. Después de los aplausos y festejos damos paso a la contemplación. La escena es única e irrepetible. El mar de hielo se abre de forma violenta y uniforme, mientras que en el horizonte se alzan los cerros Dos Picos, Pietrobelli y Cervantes. A lo lejos, la plataforma de hielo patagónico siembra misterio y soledad.
La vuelta se disfruta igual que la ida, con nuevos puntos de vista. Los celulares y las cámaras explotan de fotos y videos, y las sonrisas dan testimonios de la calidad de la excursión. La visita cierra con una postal de oro. El barco navega muy cerca de la cara sur del glaciar para poder despedirnos y agradecerle por su eterna belleza. Él responde con un clásico saludo a puros crujidos y estallidos. Al igual que nosotros, está contento: un grupo de viajeros se llevó su amistad para toda la eternidad.
Mires donde mires, te llevás una postal. - Créditos: Gentileza: Gavo
Para tener en cuenta
- Operador: Hielo y Aventura S.A.
- Nivel de complejidad: alto (aproximadamente 7 horas y media de caminata).
- Imprescindibles: vestir ropa cómoda y abrigada. Campera impermeable, pantalón largo e impermeable, botas de trekking impermeables, mochila mediana (40 L), lentes de sol, protector solar, guantes, gorro. Llevar comida y bebida para el día.
- Duración aproximada: 12 horas (día completo).
- Habilitado desde el 1° de noviembre hasta el 30 de abril. No se incluye la entrada al parque, la misma se abona en efectivo y su valor es de $500.
- Excursión personalizada: dos guías para un grupo de 10 pasajeros sobre el hielo. Traslado opcional con guía y visita de una hora aproximada a las pasarelas.
- No apto para personas con discapacidad física o mental, con obesidad, embarazadas o personas que sufren de vértigo grave. No apto para personas con enfermedades cardiovasculares, EPOC, enfisema, asma, cirugías recientes o covid positivo.
- Descuento del 20% para jubilados/pensionados argentinos y residentes de la provincia de Santa Cruz. No aplica al traslado.
- Solo apto para personas de 18 a 50 años. Sin excepción.
Nota gentileza de Gavo. Seguí sus aventuras viajeras en Instagram en @gavito.travelling.
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