

Estoy tan contenta por este viaje repentino que nada ni nadie me va a sacar la alegría que tengo encima. Nada. Ni si quiera lo que pasó el fin de semana.
El viernes a la noche fui a cenar con mi familia y después a un bar a tomar algo con Mari y más amigos. Compartimos entre tres un taxi y me dejaron en mi casa a las tres y pico de la mañana. Dos cuadras antes de llegar vimos un despliegue de dos patrulleros y al menos cinco policías con dos chicos esposados contra los autos. No quisimos indagar demasiado y al día siguiente me enteré por una vecina que fue lo que los medios suelen llamar "entradera". Sorprendieron a una chica cuando estaba entrando al edificio, robaron en su departamento y cuando se fueron los agarró la policía. Una situación bastante fea para cualquiera.
El sábado a la noche salí con Juana y Lara al teatro y a tomar una cerveza. Volví a la 1:30 am, leí un rato y me dormí. A las cinco y media de la mañana empezó a sonar el timbre de mi departamento (no el portero eléctrico, el del departamento) de una forma compulsiva, a la par de los golpes en la puerta.
¡¡ABRÍ LA PUERTA, SOY PABLO, NECESITAMOS VER QUE ESTÉ TODO BIEN!!
Imagínense mi desconfianza. Estaba muy dormida. Me despabilé a la fuerza y miré por el agujero de la puerta. Sin anteojos distinguí a Pablo y a dos hombres vestidos iguales de azul. A primera vista parecían policías.
Les pregunté por qué tenían que ver que estaba todo bien y me contaron que una vecina escuchó un grito y pasos en la escalera y llamó a la policía, probablemente asustada por lo de la noche anterior. Desde la ventana del palier vieron una luz prendida de mi pasillo (que me había olvidado de apagar) y pensaron que quizás habían entrado a mi casa.
Abrí la puerta, los dos policías constataron que estaba sola y durmiendo, y uno entró a ver si no había nadie más. Mi departamento es chico así que en diez segundos ya estaba afuera. Me pidieron disculpas y se fueron. Me asomé por la ventana y vi a dos patrulleros, igual que la noche anterior, pero esta vez estacionados en la puerta de edificio.
Nadie sabe si entró alguien o no al final. La cámara de abajo aparentemente no filma, solo muestra la imagen en vivo, así que nunca sabremos qué pasó. No hay ninguna cerradura forzada, pero el susto queda.
Vivo en un piso bajo y el balcón y la ventana de la cocina tienen rejas. Hasta ahora sentía que nadie podía corromper mi espacio, que era mi lugar seguro en el mundo. Sé que no tengo de qué quejarme, no me pasó nada, pero esta sensación de que algo puede pasar me queda. Y acá estoy sola.
Igual tengo muchas pilas. ¡Arriba! Acá no pasó nada. En cinco días me voy a Nueva York y nada me detiene. Sigo con insomnio y no estoy durmiendo más de cuatro horas por día. Pero (me) repito: ¡pilas!
¿A alguna le pasó algo similar en su edificio? A pesar de que no pasó nada esta vez (cuando vivía con mi familia pasé por dos situaciones más graves) me es imposible no quedarme un poco asustada.
Buen lunes para todas.
Tina
tinavivesola@gmail.com
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