
6 mujeres me contaron sus peores experiencias en un hostel
25 de octubre de 2018 • 22:29

Créditos: Rawpixel en Unsplash
Sí, los hostels son la opción más barata pero también la más estresante... Mi primera experiencia traumática en un hostel fue en 2015 en Roma. Era agosto, hacía calor, mucho, casi 40 grados, y este ex convento de monjas no tenía un mísero aire acondicionado en ninguna de sus decenas de habitaciones. Era un hostel "sólo de señoritas" y pensé que eso me garantizaría cierta tranquilidad. La verdad es que sólo enrareció el panorama: los pasillos se convirtieron en un desfile de chicas desnudas caminando hacia las duchas para bañarse con agua fría y volver a la cama. Yo misma hice eso un par de veces hasta que detecté un pequeño ventilador sobre el escritorio de la recepcionista y decidí llevarmelo a la habitación. No había logrado dormir ni quince minutos cuando alguien intentó sacarmelo. Todo terminó en una gran discusión por ¡un ventilador! Con la presión por el piso, al otro día decidí buscar otro hostel.
Para muchos de nosotros, no hay opción: si queremos acceder a ciertos destinos o prolongar los viajes durante mucho tiempo, tenemos que elegir hostels. Hoteles repletos de camitas marineras, baños compartidos y anécdotas inesperadas. La mayoría de los huéspedes de hostels, tenemos al menos una anécdota tétrica para asustar a viajeros novatos. Estas son algunas de las peores que escuché en mi propio recorrido gasolero.
- "El motel cercano a la ruta en Guadalajara me parecía muy de película así que un poco me divertía dormir ahí, pero fue imposible descansar. Me desperté en medio de la noche porque la sábana se corrían y tenía que volver a ajustarlas. A las 4 am me di cuenta que el colchón estaba repleto de manchas de sangre. Fui a recepción a pedir que me cambien de cama pero aunque esperé durante casi media hora, no vino nadie. Tuve que dormir en esa. Me levanté con náuseas", Andrea, Guatemala.
- "El hostel al que llegamos en Málaga me parecía bastante extraño. Tenía un toque Olmedo- Porcel con escaleras caracol enroscadas y espejos moteados. Para lo cutre que era el lugar sorprendía ver un sillón de animal print, y la decoración de mi cuarto, empapelado a mano con tapas de revistas, tampoco era usual. Googleé la dirección y descubrí que hacía tan sólo un año ¡era un puticlub! y las camitas esas se usaban para otra cosa. Un asco", Fernanda. Argentina.

- "La semana del Festival de Cine de Mar del Plata terminé alojada en un hostel porque la capacidad hotelera estaba colapsada. Una tormenta gigante se desató esa noche y me enteré por una gotera que me caía en la cara. Menos mal que me despertó eso o nunca me hubiera dado cuenta de que el suelo se estaba convirtiendo en un pileta y las mochilas que estaban tiradas en la habitación, andaban flotando. Terminamos todos sacando la lluvia que entraba por debajo de la puerta, a baldazos. Para empeorar todo, quisieron cobrarnos la noche igual", Anabela. Argentina.

- "En Santiago de Chile el hostel era hermoso: estaba en una casa antigua súper agreste y bien decorada. Solo había un pequeño problema: no había agua caliente. Cuándo pregunté qué pasaba, me respondieron con toda naturalidad que 'en invierno no funciona bien la caldera'. Fue como estar haciendo el servicio militar. Hoy si pienso en Chile, tengo frío inmediatamente", Melisa, Perú.
- "Londres es la tierra de los hostels increíbles. Hay lugares de hasta 40 personas por habitación. Dormir en ellos es escuchar sonidos que no podés creer y a veces entender. Cada cama es un mundito y como a veces tienen cortinitas para tener más privacidad, los gemidos de gente teniendo sexo se mezclan con ronquidos y otros mirando series. Decidí no a volver a Londres hasta no tener plata para pagarme algo mejor", Majo, México.

- "En París, cuando me bañaba, se tapaba el desagüe y empezaban a flotar cosas horribles: pelos, musgos, pelusas ¡que se te enredaban en las piernas! Fue tan traumático bañarme en ese lugar que decidí comprarme shampoo seco y toallitas húmedas y asearme de esa forma durante una semana. Los últimos días mi humor era tan monstruoso como el baño de ese hostel", Leila, Italia.
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