

Mi terror al avión me hizo viajar muchas veces en barcos de carga, que también llevan pasajeros. Cambió mi vida una vez que estaba en una fiesta y, hablando con un matrimonio muy amigo mío, les dije que estaba por irme de viaje nuevamente a Estados Unidos.
"¿Y en qué te vas?" Y yo: "No sé, en barco". Entonces se miraron y se hicieron una guiñada. Después me dijo: "¿Te gustaría viajar en uno de mis barcos, gratis?" Viajé como la mucama de a bordo. Había 42 hombres y Concepción Zorrilla, mucama. Tenía dos camarotes estupendos, con baño privado: en uno, la ropa, los papeles y los libros; en otro, dormía. Era como tener una primera clase en un barco más caro.
Pero pasaban cosas horripilantes, como que se cenaba a las 6 de la tarde. Yo comía con la tripulación, el capitán y los tres oficiales. Ahí aprendí a jugar al truco porque de noche me iba a la cubierta de arriba, donde ellos no me veían y yo sí. Fue una experiencia única.
El caso es que yo iba a Nueva York. Y un día me levanté y descubrí que ya habíamos pasado por ahí sin detenernos. "Vino un aviso que hay carga en Canadá", me dijo el capitán. "¿Y yo qué hago?" "Usted espera", dijo.
En ese viaje tuve la experiencia extraña de conocer Canadá, y fue como un amor a primera vista. Estuve varios días y encontré allí la serenidad y la seguridad que te da vivir en Inglaterra, el encanto de Francia y la eficiencia de los norteamericanos.
Esos viajes para mí eran como un safari africano. Un día estaba con el jefe de máquinas y le pregunté si me mostraba las máquinas del barco. Fuimos juntos y me explicó qué hacía cada una. Solamente yo me metía quién sabe cuántos metros debajo del agua para que alguien me explicara cómo funcionan las máquinas del barco. Pero a mí me interesaba todo.
En esos pueblitos donde parábamos, una noche fui a bailar a una boîte con dos oficiales. Les pedí que no me dejaran sola, pero en un descuido se me acercó un leñador que medía dos metros, con camisa escocesa, y me invitó a bailar con él.
Empezamos a bailar y yo temblaba. Los oficiales se morían de risa, y yo permanecía aterrada, como presa por King Kong.
En fin, siempre que me han sobrado cinco pesos, que es poco, o he tenido dos días libres, me ha gustado meterme en un barco e irme. Después vino el avión, que ya me complicó la vida.
Pero ésa es otra historia.
China Zorrilla es actriz. Se encuentra de gira por el país con Camino a la Meca .
Por China Zorrilla
Para LA NACION
Para LA NACION
SEGUIR LEYENDO


Lanzamos Wellmess, el primer juego de cartas de OHLALÁ!: conocé cómo jugarlo
por Redacción OHLALÁ!

Gala del Met: los 15 looks más impactantes de la historia
por Romina Salusso

Kaizen: el método japonés que te ayuda a conseguir lo que te propongas
por Mariana Copland

Deco: una diseñadora nos cuenta cómo remodeló su casa de Manzanares
por Soledad Avaca Cuenca
