Newsletter
Newsletter

A orillas del mar, los tambores marcan el ritmo de la noche

Cantar y bailar es siempre la consigna




PORTO SEGURO (El Mercurio, de Santiago).- Luciana cierra los ojos y se mueve. Cadenciosamente. Sabe que su cintura luce bien, y la menea con la desenvoltura de quienes han nacido acá. Luciana parece ida, en trance: con los brazos en alto, la boca semiabierta y un pelo largo, negro y crespo, que cada tanto se arregla provocativamente.
Luciana, que aparenta 20 años, recuerda a Sonia Braga en Gabriela. Baila muy cerca, a menos de un metro. Y huele bien. A veces mira fijo, sonríe, pero rápidamente vuelve a lo suyo: cierra los ojos, sube los brazos y otra vez a deslizarse en el ritmo de tambores, como la mayoría de las mujeres que esta noche bailan en la fiesta Alcatraz. Todas están completamente entregadas al axé , la música bahiana.
Luciana lleva minifalda negra, corset rojo y ajustado, sandalias con terraplén y un bolsito diminuto del que sin aviso saca dos dulces. Se mete uno a la boca y el otro, rojo y con sabor a frambuesa, me lo pasa tranquilamente, como si nada. Luego, con el caramelo jugando en su propia lengua, retoma lo suyo y baila. Ah, para no desviarnos: todo esto ocurre en Porto Seguro, balneario ubicado al sur de Salvador, en el Estado de Bahía. Sí, esto es Brasil.
Todo empezó el día anterior, con la llegada al pequeño Aeropuerto de Porto Seguro. Ahí se ve un verdadero enjambre de visitantes luchando por rescatar el equipaje.
Una mirada rápida al hervidero sirve de sinopsis: la mayoría de los pasajeros tiene menos de 25 años y viene en grupos. Casi todos son brasileños, de San Pablo, aunque se distinguen algunos argentinos y uno que otro gringo. Se nota que la mayoría llega con ganas de gastarse hasta el último centavo de energía.
El uniforme de moda es minifalda y sostén de bikini, en el caso de las mujeres, y traje de baño a la cadera y polera sin mangas, para los hombres. No hay panzones a la vista, ni canosos.
Por cierto, como toda ciudad del mundo vendida con los adjetivos de carretera, bohemia y juerguera, el eslogan publicitario termina devorándose la realidad. Y Porto, como la llaman quienes viven acá, no es la excepción.
Detrás de la cáscara de fiesta eterna y felicidad químicamente pura se esconde una suerte de vacío, desgano, como si los habitantes de esta ciudad vivieran con ese dolor de cabeza demoledor que sigue a las buenas borracheras.
Marcia, una bahiana de 26 años, dice que acá hay que prepararse para las fiestas. Todos los días hay una fiesta distinta en un lugar diferente. Comienzan a la medianoche y, antes de eso, la mayoría va a la Pasarela del Alcohol. Allá pueden tomar capeta, el trago más famoso de la ciudad. La gente dice una capeta, dos capeta, tres... capote, y se ríe con la broma que, de seguro, repite diariamente.
Mañana hay una fiesta muy buena: Alcatraz. Es un lugar habilitado como cárcel. Es divertidísima, no te la pierdas. En Alcatraz uno queda atrapado por la música, los bailes, el ambiente festivo.
Está el galpón central, donde una concurrencia animosa sigue los pasos de un grupo de baile que mueve sus cuerpos dibujados a mano y recién aceitados. Está la zona de calabozos: pequeños ambientes que simulan una celda pero que, en la práctica, son pequeños privados para beber en pareja o fumar entre amigos.
Está la zona de karaoke: donde los menos, los más normales, los que con mal ritmo, pero buena voz corean boleros añejos. Está la zona de bares, repleta, donde las estrellas son la cerveza y la capeta.
Está la discoteca, al final del recinto, donde se baila desde Britney Spears hasta Terra Samba, el grupo sensación de la movida axé bahiana. Es precisamente en la discoteca donde está Luciana Al día siguiente, playa. Descanso. Relajo frente al mar para olvidar la noche pasada y planificar la que viene. Esto es Brasil, por si alguien lo ha olvidado. Es decir, el país que ha formado toda una industria, todo un imperio turístico sobre la base de dos argumentos tan contrapuestos como complementarios: la fiesta y el descanso.
El auge de Porto Seguro, fundada en 1500 (acá llegaron los primeros portugueses), se debe precisamente a la buena calidad de su mezcla descanso-fiesta. Semanalmente llegan hasta acá aviones llenos de paulistas heridos por el stress, y que se gastan los días yendo a la playa. O parejas de recién casados que buscan tranquilidad.
Otra noche en Porto y una nueva fiesta. Hoy es el turno de Axé Moi. Luego de pagar la entrada, uno ingresa a una enorme explanada con escenario donde, para variar, un grupo de animadores hace coreografías de axé. El recinto está repleto.
En Axé Moi hay tres ambientes. El principal, donde el axé invade la pista. Uno secundario, donde la música escogida es la lambada. Y un tercero, donde un grupo en vivo toca lo que acá se conoce como MPB (música popular brasileña), es decir: Gal Costa, Chico Buarque, Caetano y similares.
En otros lugares todo es más falso, más de mentira, prefabricado, ¿entendés? "Vos acá notás -dice Renata, una pecosa de Buenos Aires- que todo es más natural. Más de raíces brasileñas. Me encanta. Nunca vi estos hombres, esta alegría. Es regrosso.
Juan Pablo Meneses

La cocina de Bahía no es puro humo

Sabores fuertes
Un paseo gastronómico bahiano puede acarrear sabores demasiado picantes para lo que está acostumbrado nuestro paladar.
Para estar alerta ante cualquier incendio es conveniente saber en qué consisten algunas comidas tradicionales.
La cocina bahiana, de influencias portuguesas, brasileñas y africanas, se caracteriza por acompañar sus platos con salsa de malagueta y emplear mucho aceite de dendé, que se extrae de una palmera originaria de Africa.
Esto es lo que le otorga el sabor fuerte a las comidas. Para poder adaptarse, la solución está aprender el significado de la palabra quente (picante).
De este modo, se puede ir probando todo: las moquecas, una especie de guiso con camarones sazonados con coco, maní, castañas de cajú, cebolla, perejil, ajo, salsa de tomate y aceite de dendé; el vatapá, a base de mariscos o pollo, condimentado con coco, palta, pimientos verdes y dendé; y el acarajé, un bollitos hechos con pasta de fradinho, que se fríen en aceite de dendé y se acompañan con camarones secos, pimiento y una salsa de cebolla y tomate a la vinagreta. Entonces, cuando le pregunten si lo quiere quente, sabrá que responder.
Las bahianas también son excelentes reposteras. Imposible negarse a las cocadas, a las ambrosias (dulces de yema de huevo y canela) y a los brigadeiros. Si se comen demasiados... ¡a no echarle la culpa a los picantes!

Moqueca de camarón

Para elaborar esta especie de guiso típicamente bahiano, se necesitan los siguientes ingredientes:
1 kilo de camarones sin cáscara.
1 puñado de coriandro picado 2 cebollas rebanadas 2 ajíes verdes cortados en rodajas.
1 cebolla de verdeo picada.
3 tomates colorados cortados.
250 ml de leche de coco 4 cucharadas soperas de aceite de dendé 2 cucharadas soperas de aceite de oliva Sal y limón a gusto.
Preparación: antes que nada hay que lavar bien los camarones y condimentarlos con sal y limón. Rehogar los tomates, cebollas y los ajíes en aceite de oliva. Cuando la salsa esté lista, agregar la leche de coco y esperar que hierva.
A continuación añadir los camarones, el coriandro y la cebolla de verdeo y, en último lugar, el aceite de dendé. Después de salar a gusto no hay que dejar que hierva por más de cinco minutos. Los camarones deben estar duros.
Este plato de acompaña con arroz blanco, farofa de dendé, pirão y pimienta.

¡Compartilo!

SEGUIR LEYENDO

¿Cuáles son los mejores lugares para probar este clásico postre italiano?

¿Cuáles son los mejores lugares para probar este clásico postre italiano?


por Redacción OHLALÁ!


 RSS

NOSOTROS

DESCUBRÍ

Términos y Condiciones


¿Cómo anunciar?


Preguntas frecuentes

Copyright 2025 SA LA NACION


Todos los derechos reservados.

QR de AFIP