Las doscientas hectáreas en plena explotación agropecuaria de la estancia Santa Rita, reservan 40 hectáreas cubiertas por un valioso monte que propicia una oxigenada recorrida. El paseo vale la pena emprenderlo a caballo o en sulky conducido por una de las seis hijas de Isabel Duggan y Franklin Nüdemberg, los anfitriones. Luego conviene enfilar hacia una cañada ideal para los amantes del birdwatching (observación de aves) que estilan los turistas europeos de prismáticos y zoom montados en sus cámaras fotográficas.
Garzas, cigüeñas y una amplia diversidad de pájaros, son los ingenuos modelos que posan -sin saberlo, claro- en el hábitat que hicieron suyo a pasos del pequeño y viejo pueblito Antonio Carboni. Los Carboni, precisamente, fueron quienes erigieron el casco en el siglo pasado, no mucho después de que la extensión mayor -unas veinte mil hectáreas- dejó de pertenecer a la familia Ezcurra.
Los paseos por la activa extensión trasladan a sectores de buenas razas de ganado vacuno, lanar y caballar. Tranquera afuera también se dispone de largos caminos de tierra para recorrer sin otra sorpresa que la aparición de arboledas y de pájaros.
Diseño barroco
El dueño de casa, que proyectó el diseño del reciclaje de la antigua cochera de carros y dispuso las seis suites con frescura rústica, por momentos romana y con detalles de corte barroco, que ahora elofrece nuevas comodidades con estilo sobre la antigüedad del casco principal -con galerías exteriores e interiores adornadas de farolas y también una antigua e inamovible capilla- y que ampliará la capacidad hotelera del lugar.
"La altura -explica Franklin, para justificar su diseño- sirve para apreciar el gran parque", que se alhaja con estatuas, fuentes y un lago artificial e isla a la que se accede por un corto puente al estilo de los muelles venecianos. También salpican el lugar manadas de gansos y patos, además de tres altivas llamas, fauna avistable desde los ventanales que también permitirán apreciar las altísimas palmeras y el campanario de la capilla.
Se trata de un paraíso distinguible -y codiciable- por descubrir entre el abigarrado plantel de estancias turísticas en oferta y a partir de una lejanía accesible que garantiza el aislamiento envidiable. Toda una nutrida familia está volcada a la atención personalizada, con años de refinado costumbrismo hotelero y comida que aprecian los conocedores. Hay que sumarle el mantenimiento de la tarifa que rige inalterable desde que abrió sus tranqueras a fines del verano de 1996.
Hospedarse en Santa Rita, con cuatro comidas, acceso a paseos ecuestres o en carruajes, safaris fotográficos, observación de tareas rurales, uso de una antigua cancha de pelota paleta y, en verano, la piscina, cuesta 100 pesos en base doble para hospedarse con cuatro comidas.
El día de campo cuesta 50 pesos (se reserva por el 804-6341 y los fines de semana por el 0227-95026) y se sirven platos de calidad con vinos encorchados de canilla libre. Los productos de huerta llegan a la mesa luego de un preludio de empanadas al horno, anticipo quizá de una pata de cordero de cocción afrancesada o de pastas embebidas en salsas itálicas y más bien sureñas. No faltan comidas criollas -carbonadas, locro- y asados. Los desayunos aseguran leche recién ordeñada y los dulces caseros para las tostadas, todo flanqueado por jugos naturales.
Cuando llega el verano, la pileta recluta a los bebedores de sol mientras que los más deportistas tienen a mano una vieja cancha de pelota paleta, resabio de las andanzas de las comparsas de alambradores vascos que atravesaron las llanuras bonaerenses.
Los viajeros disponen de un servicio de tren diario desde Constitución: deja a las dos horas en la estación Carboni, donde se combina el traslado hasta la estancia. Como el domingo no existe combinación posible de regreso para la noche, los viajeros pernoctan sin cargo hasta el tren de la mañana. En automóvil se viaja hasta Lobos por las autopistas 25 de Mayo (peaje a 2 pesos) y Riccheri (70 centavos) y por la ruta nacional 205 (con peaje a 2,80 pesos) hasta que llegar a la ruta provincial 41, que se toma a la derecha. A los siete kilómetros y una vez que cruzó las vías de tren, se toma a la izquierda el camino de tierra que lleva al pueblito Carboni, distante a 17 kilómetros. Allí se cruzan las vías y en una arboleda a 1500 metros de Carboni, aparece el cartel de la estancia. Falta girar a la derecha para cruzar nuevamente las vías y dar con los viejos pilares que custodian la tranquera.
Francisco N. Juárez