
Anoche salí a sacar la basura y pegadito a la puerta de mi casa había un perro hermoso, solito. Era tipo Lassie, pero negro y blanco. Tenía collar y la lengua afuera. Me agaché y le pregunté: ¿Y tu dueño, precioso? No me contestó, (por suerte, sino este post hubiera arrancado diciendo "Anoche un perro me habló...")
Me dio pena, pensé que debía tener sed con este calorón, así que fui a casa, corté una botella de gaseosa y le puse agua fresca.
Salí embalada cual Raúl Portal en su programa de cachorros perdidos pero el protagonista de este relato ya no estaba.
Dejé el tarrito ahí, esperé un ratito pero no volvió.
Mi buena acción no se pudo llevar a cabo. Volví a casa y me abrí un porroncito que tenía en el freezer. Genial. ¡A tu salud, perro!
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