
Ayer en los comments me pegaron un poco.
No está mal. Un poco me lo esperaba, pero me sorprendió que tantos hablaran de que mi matrimonio es un desastre. Que estoy por separarme (o pensando en) y que tengo flor de crisis de pareja, sólo por lo que conté de las vacaciones de enero.
Lo que yo creo es que todos los matrimonios (todas las relaciones en realidad), tienen momentos fluctuantes, y está en sus integrantes, atravesarlos con más o menos éxito.
En Pinamar, lo que pasó fue que (bien o mal, justificado o no), Nicolás estaba saturado de que los niños le caminaran por la cabeza y yo estaba saturada de Nicolás.
Nos pusimos las pilas y remontamos a último momento, cuando nos dimos realmente cuenta de lo que estaba pasando.
Volvimos a Buenos Aires y las cosas siguieron un curso feliz.
Fue un momento, fueron errores cometidos por ambos. No fue la aproximación al fin de la pareja, ni cerca.
Si cada mini crisis desatara una posibilidad de ruptura, el matrimonio sería una tortura.
Me dijeron adolescente y cosas así por estar pensando en tener otro hijo después de haber tenido el problema de enero. Y yo pienso que adolescente es creer que un problema pone en riesgo el todo.
Como cuando tenés un novio a los 13 y si no te llama un día ya estás pensando que dejó de gustar.
No, mis amigos, no se preocupen: Nicolás y yo no estamos pensando en separarnos. Estamos pensando en tener otro hijo.
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