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Adrenalina en la ciudad

El centro financiero de Canadá es también un lugar para descubrir sobre una tabla de surf tipo stand up, un segway, al borde del abismo o simplemente a pie, por barrios que jamás dejan de sorprender




Caminar por la cornisa

El Edge Walk, un paseo para el infarto

El Edge Walk, un paseo para el infarto - Créditos: Tourism Toronto

En una ciudad donde la mayor emoción parece pasar por los goles que marca para Canadá la estrella de hockey sobre hielo Sidney Crosby, el Edge Walk es, lisa y llanamente, una locura.
La atracción arrancó hace dos años y está prohibida para quienes sufran de vértigo, o todo lo contrario: no son pocos los psicólogos y terapeutas que alientan a sus pacientes a enfrentar sus fobias de la manera más brutal. Es decir, trepar hasta los 356 metros de la torre más alta de Canadá (y hasta hace cuatro años del mundo, con 553 metros en total), caminar por la plataforma circular sin ninguna baranda y, ahí viene la cosa, inclinar el cuerpo hacia atrás y sobre el vacío, sujetado por un arnés que a su vez está prendido a un riel. O hacia adelante, con los brazos abiertos en cruz y la ciudad literalmente a sus pies.
"Es conmovedor verlos llorar de felicidad cuando logran superar semejante desafío", comenta Margo, una guía de 26 años que estudió Filosofía, pero que decidió cambiar a Kant por la adrenalina.
Pero el paseito no es sólo para fóbicos. Entre las cerca de 165 personas que participan por día del Edge Walk hay desde ya turistas (alemanes sobre todo), aunque también novios que eligen la altura para una propuesta de casamiento, parejas o amigos que se regalan unos a otros la sorpresa (¡qué sorpresa!) o aventureros de espíritu sin límite de edad (hace menos de un mes subió una señora de... 95 años).
"Desde que arrancamos, sólo 16 personas panickearon y tuvieron que bajarse de la plataforma. De ellos, el 95% fueron hombres. Los que suelen asustarse más son los que se muestran cancheros y superseguros de sí mismos en los prepartivos previos", agrega Margo.
Los preparativos consisten básicamente en despojarse de aboslutamente todo lo que pueda caerse y hacerle un agujero en la cabeza a algún peatón (aros, anillos, relojes..., incluso los piercings se taparán con cinta adhesiva), firmar una serie de documentos asumiendo responsabilidades (una formalidad necesaria, aunque la actividad sea totalmente segura: los cables que nos sujetan, dice, aguantan hasta el peso de un ómnibus), calzarse un traje rojo que no pasará desapercibido y hasta someterse a una prueba de alcoholemia.
La CN Tower fue construida en 1976 por iniciativa de la Canadian National Railway (de ahí su nombre) debido a los problemas de comunicaciones causados por la proliferación de rascacielos en Toronto. Su inconfundible figura es un emblema arquitectónico de Toronto y es, de lejos, la atracción más visitada de la ciudad: recibe dos millones de personas cada año, sin contar a los participantes del Edge Walk.
Estos últimos contarán con una vista más privilegiada aun que el resto de los visitantes. Sin vidrios de por medio y en un día despejado, se pueden recorrer visualmente hasta 100 km sobre el lago Ontario y descubrir, por ejemplo, las cataratas del Niágara en un pequeño hundimiento en el horizonte.
Y cuando las nubes bajan hasta es posible tocarlas. Si es que uno se anima, claro, a soltar la cuerda a la que se aferra con un poderoso instinto de vida.
La atracción está disponible entre mayo y octubre, fuera del crudísimo invierno de Toronto. También se suspende cuando hay vientos demasiado fuertes o tormentas eléctricas.
La actividad no es barata: US$ 175 por los 30 minutos de caminata.
Para quienes sólo quieran visitar la torre, el precio de entrada es de US$ 32. Cuenta con un café informal, pero también con el Restaurante 360, a 351 metros en una plataforma que realiza una rotación completa cada 72 minutos. Es decir, se puede disfrutar de un estupendo almuerzo o cena en el exacto tiempo de una vuelta completa a la ciudad.

Probar el stand up Paddle

El Edge Walk, un paseo
 para el infarto 
Foto: tourism toronto

El Edge Walk, un paseo para el infarto Foto: tourism toronto - Créditos: John Helfrich

John vive en uno de esos suburbios de casas victorianas, arboleda frondosa y vecinos amables que asoman de a montones en Canadá. Pero este barrio, que está a sólo media hora en tranvía del corazón financiero de la ciudad, tiene la particularidad de llamarse The Beaches. Un nombre así no debería defraudar, y no lo hace. La casa de John está a sólo media cuadra de las playas (the beaches), acaso una de las atracciones menos conocidas de Toronto.
Porque además de la extensa costanera que bordea la ciudad, están las playas de las islas, a 10 minutos de ferry desde el Downtown. Las islas ocupan unas 230 hectáreas y están en el lago Ontario, que parece un mar de lo inmenso que es. Aunque cuentan con una pequeña zona residencial, los autos (y motos) están prohibidos en ellas, de modo que la mejor manera de moverse es en bicicleta. Además de las playas (una nudista), las islas son un remanso de verde, por lo que no es extraño cruzarse con carteles que rezan Por favor pise el pasto.
Pero volvamos a John. El hombre, que tiene su propia inmobiliaria, descubrió en unas vacaciones en Hawai el stand up paddle, justo el día en que regresaba a Canadá. Tal fue su fascinación por este deporte que combina el surf con el remo, que apenas puso un pie en Toronto montó su propio emprendimiento "acuático", SUP Surf. Así, durante el verano y junto a la ayuda de su hijo Matt, de 18 años, dicta clases tanto grupales (máximo 5 personas) como individuales a todo aquel que quiera iniciarse en el deporte.
A diferencia del surf, el stand up paddle no necesita de una ola para practicarlo. Tampoco de experiencia previa, ya que es fácil de aprender. Tanto, que John también dicta clases de yoga sobre la tabla, para aquellos que logren concentrarse en el saludo al sol antes que en no caer en las aguas heladas del lago.

Volver a los viejos barrios

Créditos: Teresa Bausili

Una vez más, lo de viejo es otra convención, ya que si hay algo que siempre se renueva es la ciudad de Toronto. Desde el Downtown, con su incesante construcción de rascacielos y condos residenciales (eso sí, los edificios históricos no se tocan), la remodelación de Union Station o la inminente inauguración de un modernísimo acuario (pegadito a a la CN Tower) hasta la misma costa de la ciudad, que de acá a los próximos cinco años se poblará de oficinas, departamentos, parques y una escuela.
Con casi tres millones de habitantes y otros tres en los alrededores, Toronto es la ciudad más poblada de Canadá, hogar de unas 150 nacionalidades. De hecho, 50% de la gente que vive aquí no nació en Toronto, y de los que sí lo hicieron, 50% son primera generación. Velos, turbantes, rastas, altísimo tacos de Manolo Blahnik o el punk más ochentoso, todos los estilos conviven en armonía en esta curiosa vitrina cultural.
"Si algo existe en algún lugar del mundo, entonces existe aquí", dice sin titubear Andrew Weir, de Tourism Toronto.
Porque además de Chinatown, Little India, Greek Town, Little Italy o Little Portugal, por nombrar algunas de las coloridas comunidades, está también la zona gay (sobre Church Street), la del entretenimiento y los teatros (concentrados sobre la calle King), la del diseño independiente y los callejones con grafitis (Queen Street), o la sofisticada Bloor, con sus macetas de flores en las veredas y sus tiendas de logos conocidos.
También, algunos barrios difíciles de clasificar como Kensington, que fue primero inglés, después judío, más tarde portugués y caribeño, y hoy reúne a decenas de nacionalidades y personajes, desde viejos hippies con la guitarra al hombro hasta un sikh que vende ropa vintage a pasos de una vieja sinagoga, muy cerca de un restaurante húngaro thai y de otros locales con nombres como Peace on Earth, Good Vibe y Eye of Shiva.
Así y todo, pese a semejante diversidad, Toronto es una ciudad abarcable y caminable (sobre todo entre mayo y octubre, cuando el tiempo lo permite), donde prácticamente no se oyen bocinazos y el peatón tiene prioridad, aunque cruce por la mitad de la calle (cosa que los torontonianos, desde luego, no hacen). Sería un pecado no intentar recorrerla a pie.

Descubrir los nuevos barrios

Créditos: Teresa Bausili

Lo de nuevo es una forma de decir, porque están allí desde siempre. Pero como suele suceder con cualquier ciudad que se expande, el vecindario pobretón y periférico de pronto es descubierto por artistas (siempre los primeros en la conquista de fronteras) en busca de espacios amplios y alquileres más baratos. Y así, de a poco, llegan las tiendas de diseño independiente, las galerías de arte, los bares, y el barrio es de pronto el nuevo polo hipster de la ciudad. Algo así pasó con dos de las zonas border de Toronto, The Junction y West Queen West.
The Junction, llamada así por la intersección de cuatro líneas de ferrocarril, presenta dos curiosidades históricas: 1) fue una ciudad independiente hasta 1909, cuando la anexó Toronto; 2) la ley seca rigió aquí hasta hace tan poco como el año 2000.
Uno de los que más peleó por la reintroducción del alcohol en esta ex zona industrial y de pasado belicoso fue el dueño de la pizzería Vesuvio, Hettore Pugliese, italiano de puro cepa. A un clásico como Vesuvio se sumaron nuevos emprendimientos gastronómicos como Playa Cabana Cantina (se jacta de tener los mejores tacos y burritos de la ciudad), Delight & Junction Fromagerie (quesos y helados orgánicos) o Indie Ale House (cerveza artesanal). Ni hablar de los negocios de muebles, tanto reciclados (Smash) como ultra chic (Mjolk, fusiona diseño escandinavo y japonés).
West Queen West, en tanto, ya se posicionó como el distrito oficial de arte y diseño de la ciudad, sin duda gracias a la alta concentración de galerías, studios, talleres de arte, casas de diseño y otras tantas de moda independiente (además del excelente Museo de Arte Contemporáneo Canadiense). Lo divertido es recorrer las cerca de 15 cuadras que comprende este histórico vecindario de clase trabajadora, en busca de lugares y objetos excéntricos (sin contar las ardillas albinas que, se dice, aún merodean el barrio). Como Doc’s Leather’s, con su arsenal de objetos motoqueros y no tanto (desde camperas de cuero y viejos surtidores de nafta hasta cráneos de renos), o Gravity Pope, para adictos a los zapatos. El local está decorado con columnas, barandas y muebles del viejo Teatro Paramount, que su dueño compró en un remate porteño. Para más reminiscencias argentinas, El Almacén vende yerba, empanadas, pastafrola, lágrimas y facturas. Lo atiende el mendocino Silvio Rodríguez (nada que ver con su homónimo cubano), que abrió el local hace cuatro años con recetas de su abuela y, dice, no le va nada mal.
Lo que realmente le dio impulso a este barrio fue la apertura, hace 10 años, de dos hoteles insignia. Uno es el Gladstone Hotel, mejor conocido como Art Hotel, ya que tiene exposiciones en cada piso (más de 70 exhibiciones por año), 37 habitaciones decoradas por diferentes artistas y música en vivo todos los días. Todo, en un edificio de ladrillos restaurado de 1889. El otro es el Drake, un hotel boutique de 19 habitaciones, también de encumbrada reputación artística: es sede de exposiciones culturales, espectáculos musicales, encuentros literarios e incluso clases de yoga. ("Somos más que un simple lugar para comer y dormir: somos una fuente de cultura.")

Hacer segway en el Distillery District

Tal vez en Buenos Aires los hayamos visto en Puerto Madero, montados por turistas con ánimo de conocer la ciudad de una manera original. Bueno, aquí el turista es uno, aunque el vehículo es el mismo. El segway, de éste se trata, es ese aparato de dos ruedas que, con motor, se frena o acelera (hasta 20 km por hora) según el balanceo del cuerpo. Aunque el invento no fue lo revolucionario que se anunciaba (Steve Jobs llegó a decir que en el futuro las ciudades estarían construidas en torno del segway como nuevo medio de transporte), aún es una manera simpática de moverse. El Distillery District, por ejemplo, lo ofrece para recorrer sus poco más de 5 hectáreas y no es una mala opción.
El espacio fue fundado en 1832, con 44 edificios que formaron parte de una gran destilería y hoy son, en su mayoría, restaurantes, atelieres o locales de alimentos artesanales (chocolate, cerveza y café, entre otros). Se dice que Al Capone amasó su fortuna gracias a este lugar, traficando alcohol por las aguas del lago Ontario en los años de la ley seca en Estados Unidos. Además de ser la mayor colección de arquitectura industrial victoriana de América del Norte, la destilería, que reabrió en 2003 tras una millonaria inversión, resulta un perfecto set de filmación para películas como Chicago y X-Men.

US$ 39 los 30 minutos, con guía

Elegir un festival

Créditos: Teresa Bausili

No es fácil. Para nada. Toronto vive de festival en festival y, según la época en que uno la visiste, seguramente se topará con alguno. Desde el NXNE, en junio, que convoca a más de mil bandas musicales, hasta el festival caribeño (en agosto, el más grande fuera del Caribe) o el Mercado de Navidad, todo un acontecimiento en el Distillery District.
Pero sin lugar a dudas, el principal y más renombrado es el Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF). Durante 11 días, en septiembre, la ciudad se transforma en una gran alfombra roja, y los actores más famosos de Hollywood deambulan a sus anchas por las calles y los teatros del Downtown.
También la noche del primer sábado de octubre se ha convertido en una fecha para agendar. Es más: estar en Toronto para la Nuit Blanche (Noche Blanca) es, sin duda, un acierto. Galerías de arte, museos y centros culturales abren sus puertas hasta el amanecer, e instalaciones y obras de todo tipo se apoderan de las calles de la ciudad.
No es que fuera de esta fecha el arte pase desapercibido. Todo lo contario: Toronto es sede de museos de primer nivel, tanto por sus exhibiciones como por su fachada exterior. Es el caso del Gallery of Ontario (AGO), reformado por el arquitecto local Frank Gehry, que alberga una valiosa colección de 4000 piezas.
Igualmente impactante es la sede del Royal Ontario Museum (ROM), rico en tesoros arqueológicos y paleontológicos, y cuyo proyecto pertenece a Daniel Libeskind, otra celebridad.

Ir de compras

Créditos: Teresa Bausili

Es la gran aventura que pocos quieren perderse: conseguir buenas marcas a bajos precios. Y se puede, no sólo en los grandes outlets que están fuera de la ciudad (y que suelen ofrecer un servicio de ómnibus gratuito), sino también en las secciones de descuentos de tiendas como H&M, Gap o Sears, ya de buenos precios por definición.
En el Downtown, una buena opción es el shopping de Eaton Centre, en la vibrante esquina de Dundas y Yonge. O el Path, el mayor complejo subterráneo del mundo. Son 27 kilómetros que se extienden por debajo de los rascacielos (se puede ingresar prácticamente por cualquier edificio de la zona financiera) y que tienen de todo, desde negocios de ropa hasta peluquerías, tintorería o los infaltables Starbucks (o Tim Hortons, de bandera local). Todo sea para poder sobrevivir al crudísimo invierno de la ciudad (hasta -20°C en los días más fríos) sin siquiera asomar la nariz a la calle.
Yorkdale, en tanto, es un mall que se posiciona como de lujo. En realidad cuenta con las llamadas retail brands como Cartier, Vuitton, Ferragamo o Tiffany & Co., pero también otras accesibles como Old Navy o Zara, además de varios stores, de un Apple Store a un Lego Store o un Disney Store. En su patio de comidas, los platos son de cerámica y los cubiertos ¡de verdad!, tiene valet parking, descuentos para turistas o un concierge para hacer reservas en sus restaurantes (www.yorkdale.com; se llega en subtearráneo).

Contagiarse de verde

La obsesión de Toronto por la sustentabilidad y la conciencia ecológica llega a límites insospechados. Insospechados porque difícilmente uno podría saber, por ejemplo, que el tradicional hotel Fairmont Royal York tiene un apiario en su terraza. Salvo que uno esté en lo alto de la CN Tower y, ahí sí, pueda ver las colmenas y notar que los techos de varios edificios son verdes. Verdes literalmente, ya que están cubiertos de pasto. En 2012, de hecho, Toronto aprobó una ley según la cual todos los edificios de más de 2000 m2 deben cubrir sus techos de vegetación. Las ventajas son notables: ahorran energía, son excelentes aisladores térmicos y absorben el agua de lluvia.
En su cruzada medioambiental, la ciudad se dotó de un nuevo espacio verde de 16 hectáreas, con una decena de edificios históricos incluidos. Evergreen Brick Works se inauguró hace tres años en una centenaria fábrica de ladrillos abandonada, con la idea de acercar comunidad y naturaleza.
Esta suerte de comunidad sin fines de lucro alberga un mercado de agricultores orgánicos todos los sábados, un restaurante que ofrece productos locales, huertas, exposiciones, jardines, talleres, salones de eventos y casamientos, actividades para chicos, un lugar para reparar bicicletas y más. Pero el encanto también está en su entorno: bosques, un lago y un circuito de senderos para caminar o recorrer en bicicleta, a menos de 10 minutos del centro financiero.

Datos útiles

Cómo ir

  • Air Canada opera la ruta Buenos Aires-Toronto cinco veces por semana, con una escala en Santiago, Chile (sin cambiar de avión). El check-in se puede hacer por medio de la página Web (www.aircanada.com) dentro de las 24 horas previas al vuelo y también a través de los quioscos de check-in en los aeropuertos. Este año, Air Canada fue elegida por cuarto año consecutivo como la mejor línea aérea de América del Norte en los World Airline Awards Skytrax 2013.
  • Tarifas a Toronto y a Montreal: desde US$ 1336 en clase económica y US$ 5335 en clase ejecutiva (todas las tarifas se abonan en pesos según tipo de cambio del día y se les agrega el 20% correspondiente a la Res. 3450 de la AFIP).

    Consultas: 0800-444-2007.
  • Visa

    Argentina necesita visa para Canadá. Se puede tramitar en la embajada de Canadá o en el VAC, Centro de Gestión de Visas de Canadá.
  • Consulado: / www.canadainternational.gc.ca

    Centro de Gestión de Visas:www.csc-cvac.com
Dónde dormir
  • En pleno centro, el Intercontinental Toronto Centre tiene habitaciones desde 169 dólares canadienses, más impuestos. 225 Front Street West. www.ictc.ca
Cambio
  • Un dólar canadiense equivale a 0,96 centavos de dólar norteamericano. Las monedas de 1C$ coloquialmente se llaman loonies y las monedas de 2C$, twonies.
Qué comer
  • Restaurantes étnicos en Toronto hay tantos como nacionalidades en el mundo. Sin embargo, si lo que se quiere probar es un plato típico torontiano, no hay que perderse el peameal bacon sandwich, en el también imperdible mercado de St. Lawrence, con 200 años de historia. Son ocho fetas de cerdo dentro de una figazza recién hecha. El puesto –famoso– para degustar este plato "light" es Carousel Bakery.
  • The Senator es otro clásico de la ciudad, un restaurante de boxes y uno de los más antiguos, que trabaja con productos frescos y orgánicos. info@thesenator.com
Museos

Dato 1: además de los renombrados ROM Y AGO, Casa Loma es un castillo curioso, con 98 habitaciones, pasadizos y jardines, en tanto Museo Bata Shoe propone un sorprendente recorrido de la historia de la humanidad a través de su calzado.
Más información: www.seetorontonow.com

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por Redacción OHLALÁ!

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