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¡Aguanten las tetas!

Están ahí y movilizan más de un sentimiento, pero ¿cómo intervienen en tus relaciones sexuales?; ¿les estás dando bola?




Las lolas despiertan mucho interés sexual, y eso tiene razones culturales

Las lolas despiertan mucho interés sexual, y eso tiene razones culturales - Créditos: Corbis


Por Magalí Etchebarne
Crecimos rodeadas de tetas, tetas grandes, nutricias, tetas robustas y bronceadas de las amigas de mamá tomando sol en la pile, las tetas derretidas de la abuela, las tetas de la maestra: muy bien escondidas, pero que los chicos supieron descubrir cuando un botón de la camisa cedió por la fuerza interna. Las tetas envidiadas de las compañeras del cole, esa edad en la que a todas se les empiezan a hinchar las cosas, menos a una. ¡O al revés!, un desarrollo demencial apenas cumplidos los 11 que nos convierte en una cosa amorfa cuyo pecho se va de control. Las lolas grandes no pasan desapercibidas nunca. Nunca jamás. Son una irrupción en el espacio, tienen el poder de un rayo. Las tetas pequeñas son una delicadeza, suaves, pero de un rebote imposible de evitar. Las tetas siempre dan que hablar. Incluso, a veces, hablan solas. Pueden llegar antes que nosotras: primero las miran a ellas y después a los ojos. "Hola, sí, ellas son mías, pero ¡acá estoy yo!" Pero qué pasa con nuestra relación con ellas. Sabemos aprovecharlas a la hora de vestirnos, lograr armonía entre la forma del escote y lo que se muestra, o qué tipo de biquini es la que mejor nos queda. Sin embargo, a la hora del sexo, no todas saben sacarles provecho, nos olvidamos de que se trata de una zona erógena con alto potencial que nos puede hacer disfrutar mucho más. Por eso, esta nota es un salvataje de tus lolas. Para que las reconsideres o te enamores de ellas.
¿Por qué (nos) gustan?
Sea cual fuere el valor o el significado que les demos, las lolas despiertan mucho interés sexual, y eso tiene razones culturales. A lo largo de la historia y en diferentes culturas, los fetiches sexuales no fueron ni son los mismos. Los pies pequeños en China, la nuca en Japón o las nalgas en África están a la misma altura que unas "buenas gomas" en la Argentina. Eso quiere decir que están ligados a los valores que cada cultura les asigne, y casi siempre los encargados de otorgarles esos valores fueron las instituciones o los hombres. Pero ¿qué nos pasa con nuestras lolas? Para nosotras, no son un objeto, son sujetos de placer. Está tan metido en el disco rígido que a veces cuesta hacer la distinción entre lo que les gusta a los hombres y lo que nos gusta a nosotras. La mirada masculina sobre las lolas está tan incorporada en nuestra propia mirada que es un trabajo de cirujano el extirparla. Pero se puede.
Bajar la exigencia
Lo cierto es que las tetas invaden la televisión, las revistas, están en pinturas, se les dedicaron poemas y tienen momentos de gran protagonismo en el cine. Están por todos lados, pero pareciera que sólo hay lugar para las inmensas y redondas. El modelo que se impone desde hace algunos años es el de la mujer ultraflaca pero archihipertetona, algo casi imposible de imitar. Ahora bien, qué hacemos con lo que tenemos, o con las lolas que supimos conseguir. Más allá de los mandatos y las modas, las tetas son algo que llevamos, nos pertenecen y son una zona que hay que aprender a estimular. Hay chicas que reconocen que haberse hecho un implante aumentó tanto su autoestima que recién después de la operación, y con las lolas nuevas, tuvieron un orgasmo por primera vez. Es que en el sexo, lo físico es fundamental, pero la mente es directriz.
Reconciliate con ellas
Aceptar la propia forma y cantidad de las lolas o modificarlas es sólo cuestión de decisión; y de dinero, claro, en el caso de que decidas operarte. Pero si esta última no es una opción, sólo te queda amigarte con las tuyas. La percepción de un cuerpo que nos agrade es fundamental para construir nuestra autoestima. Ya hablamos de las exigencias sociales sobre el tamaño y la forma que "deberían" tener unas tetas bellas. Pero ese peso muerto obtura el pensamiento, la expresión y las posibilidades de goce. Es significativo que uno de los actos fundacionales del feminismo fuera arrancarse los sostenes y quemarlos masivamente como protesta contra los corsets sociales. La idea no es quedarse en tarlipes, pero sí sincerarse.
Aprendé a valorarlas
Son más sensibles que otras partes del cuerpo y, si las estimulamos, podemos activarnos sexualmente. Hay mujeres a las que una sola caricia las enciende, y ni hablar si el muchacho decide succionarlas suavemente. Pero hay otras a quienes la teta como zona erógena no las conmueve. Esto se puede deber a una predisposición natural o a una falta de estímulo. Muchas veces, los hombres creen saber lo que hacen..., pero de vez en cuando hay que enseñarles, decirles cómo agarrarlas, cómo tocarlas (ver "Para poner en práctica"). Se las tenés que presentar y comunicarle sus gustos: "Mi amor, a ellas les gusta despacio, como si moldearas espuma", por ejemplo ?

Para poner en práctica

Chupar. Él puede comenzar estimulando el pezón, pero empezando por las zonas a su alrededor. Así logrará crear anticipación. La lengua traza el recorrido que quiera, se lo dejamos a su antojo. Hasta que, por último, se produce el encuentro fatal: tu pezón y su boca.
Morder. Los senos concentran un gran número de terminaciones nerviosas, y si bien los senos pequeños tienen menos para ser mordido, a veces pueden ser los más sensitivos.
Moldear o amasar. Vas a notar que en seguida tus pezones se ponen más duros. Mojá la punta de tu dedo índice y recorré en forma circular tus pezones o dejalo a él que lo haga. También pueden apretarlos un poco.
Jugar. Agregar comestibles para untar, olvidate de las sábanas limpias. Otra opción es ponerte lencería que te las apriete un poco más de la cuenta. No tienen que olvidar la zona debajo de tus lolas, gran zona erógenas femenina.
Experta consultada:
Dra. María Rajtman, nuestra sexóloga.

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