Hay costumbres que son graciosas, que hacen buenas anécdotas por un tiempo, que llaman la atención otras veces pero claramente hay otras, que pasado un límite, pasan a ser molestas, autodestructivas y denotan males más profundos que los que están a simple vista.
Dentro del simpático conjunto de mis infinitas (y debatibles por algunos) incapacidades financieras, está esta cosa de posponer, esta maldita manía que tengo de patear las cosas literalmente y en sentido figurado también. Pateé tan lejos la última factura de Edenor que me quedó abajo del sillón del living y recién hoy se me ocurre abrirla porque ya no me figuraba en Pago Mis Cuentas. Y no era porque la había pagado, claro. Muy por el contrario, estaba tan vencida que había desaparecido del sistema y lo que abrí era un aviso de corte en sobrecito verde. Debería reconocerlo ya. Azul eléctrico, pagame; verde, te corto el suministro en 10 días hábiles. A riesgo de quedarme sin energía corro ya mismo a las oficinas comerciales de Bulnes (estoy asombrada de lo bien que manejo el léxico del rubro) con papelito en mano y billetito de cien, de esos que hoy por hoy, una vez abiertos vuelan.