
Al sur del Sur, por los fiordos chilenos
A bordo del Vía Australis, un crucero de cuatro días recorriendo la ruta que vincula ambos océanos, entre glaciares, pingüinos e islas desiertas
7 de diciembre de 2008

A BORDO DEL VIA AUSTRALIS.- No sólo el clima es impredecible en el sur del Sur, allá donde el Atlántico se abraza con el Pacífico y el mar, de tan azul, es negro. También las reacciones de los pasajeros son difíciles de prever. Sobre todo cuando se enteran de que no podrán desembarcar en el legendario cabo de Hornos por razones de seguridad : el mar está encabritado como nunca y las ráfagas de viento superan fácilmente los 150 km por hora.
Hay una turista israelí, por ejemplo, que no puede disimular su desazón. Dice que hace años estuvo en el cabo de Buena Esperanza y que con este hito hacía cartón lleno. El empresario italiano, por otro lado, se encoge de hombros y expresa que no es el fin del mundo -aunque técnicamente sí lo es-, que quedan otras excursiones por delante. Y está la señora francesa que se muestra verdaderamente fascinada con las condiciones meteorológicas.
"Esto es el auténtico cabo de Hornos, con toda la furia que soñé -se entusiasma-. Imagínense llegar hasta acá y encontrarse con un mar planchado. ¡Qué decepción! Pero este escenario hace honor a la fama del lugar."
No lo dice, claro, pero todos tienen presente que en estas costas naufragaron unos 800 navíos. En homenaje a los marinos muertos, justamente, sobre el acantilado rocoso se alza una estructura metálica con forma de albatros, ave que según la leyenda lleva el alma de los navegantes que no lograron doblar el cabo (los que sí triunfaban en su aventura, en cambio, tenían el derecho a perforarse la oreja con un aro). Nosotros nos contentamos con mirar el monumento desde los enormes ventanales del Vía Australis, crucero de bandera chilena con capacidad para 130 pasajeros y cinco temporadas haciendo el trayecto Ushuaia-Punta Arenas.
Lejos quedaron los tiempos en que estas aguas temperamentales se desafiaban con vela, y navegar por el Canal del Beagle y el estrecho de Magallanes a bordo del Vía Australis es un programa privilegiado. El crucero es sobrio, cómodo, sin casino ni spa, ni televisores, ni mucho menos Internet. Sí hay una biblioteca con títulos como Misión al cabo de Hornos , Dos años en los hielos del Polo o Naufragios y rescates . Pero tampoco sobra el tiempo para la lectura y la contemplación, y eso que los paisajes helados bien merecen su espacio de admiración.
En un crucero de cuatro días y tres noches hay suficientes excursiones y programas como para dejar satisfecho al viajero más exigente. Equipados con chalecos salvavidas -que a su vez incluyen silbato y reflectores-, los pasajeros trepan todos los días a los gomones Zodiac para visitar glaciares, bahías o pingüineras, siempre rodeados de un paisaje prácticamente virgen y una desolación que conmueve. Los guías Rodrigo, Mauricio, Patricio, Percival o Paula acompañan al grupo en su derrotero, con las pertinentes traducciones al inglés o francés, según el equipo en que se divide el contingente.
Es curioso, pero el español que se escucha durante estos días proviene en su mayoría de los pasajeros precisamente españoles, además de los tripulantes del Australis y, en esta ocasión, un ornitólogo venezolano. Turistas argentinos y chilenos brillan por su ausencia. Por el contrario, el grueso de los viajeros son norteamericanos y europeos, aunque en este crucero número 83 también hay representantes de Indonesia, Israel y Canadá. Si a esta babel flotante se le suma un escenario de laderas abruptas, hielos milenarios, silencio profundo y belleza indómita, la sensación de estar en el confín del mundo, lejos de todo, es por cierto bastante real. No importa que las costas de Ushuaia estén apenas a un puñado de kilómetros.
Y todo gracias al piloto
Fue un piloto de la tripulación del Australis que, al parecer, hace cinco años insistió para que el barco se internara en los intrincados recovecos de un fiordo. Y vaya sorpresa cuando apareció el turquesa apabullante del glaciar Piloto, nombrado así en honor a nuestro misterioso tripulante.
El color depende de la cantidad de burbujas de aire atrapadas en la masa de hielo, explica Rodrigo. Acto seguido estira el cuerpo y desde el bote atrapa algunos de los pequeños témpanos que flotan aquí y allá, trozos que se desgajan de la pared del glaciar y caen con estrépito al agua lechosa. La lección es más que práctica: esa noche habrá hielo fresco para acompañar los tragos que Emilio y Andrés preparan en el bar del salón Sky, y que incluyen clásicos chilenos como pisco sour, pichuncho y vaina.
El gomón se aleja del Piloto con la última luz del día, bajo la mirada impasible y curiosa de los cormoranes de penacho punk (el look se debe a que están en época de cortejo). El glaciar es uno de los puntos altos de la travesía, aunque también la isla Magdalena y la bahía Wulaia son paseos difíciles de olvidar (ver aparte).
Antes de cada desembarco conviene no perderse las charlas sobre flora y fauna autóctonas, el estrecho de Magallanes o Aborígenes de la Patagonia. Ayudan a entender un poco mejor la esencia de estas latitudes, y los guías hablan con tanta pasión que cuesta creer que hicieron las mismas presentaciones cientos de veces.
En sintonía didáctica, también se exhiben documentales del tipo La marcha de los Pingüinos o Cabo de Hornos, expedición austral . Y si quiere un ambiente más lúdico, no se pierda la clase de nudos a cargo del contramaestre, que arranca más de una carcajada cuando en lugar de la horca de perr o o la es cala de diablo , uno termina con un manojo de cabos retorcidos sin saber en qué parte de la explicación se perdió.
El bingo tiene una dosis más alta de emoción, aunque no tanta como la subasta de la carta de navegación que usó el capitán Oscar Sheward, remate que lógicamente se deja para la última noche. La base arranca en 50 dólares, pero sube a ritmo sostenido hasta alcanzar los 350, cuando el joven de Granada se rinde ante el jubilado de California. Las miradas suplicantes de Asunción, la flamante esposa del español, terminan de disuadirlo, más no sea para conservar el idilio de la luna de miel.
"Los precios más interesantes se consiguen cuando hay una puja personal, por ejemplo, entre un inglés y un francés -confiesa un tripulante-. Hemos llegado a vender la carta en 2500 dólares." Vale aclarar que el dinero se destina a una fundación chilena para niños enfermos.
Hay viento en contra y esa noche el barco se sacude más de la cuenta. El viaje ha sido por demás apacible y a estas alturas, los vaivenes ya no asustan a nadie. De todos modos, el consultorio médico tiene un stock inagotable de pastillas tipo Dramamine, aunque no son pocos los pasajeros que llevan un parche antimareo detrás de la oreja. También están José, Carlos, Lola y Pepa, españoles ellos, que revelan un secreto de familia: una aspirina pegada con curita al ombligo y santo remedio antimareo. Creer o reventar, dicen.
El último día, cuando el Vía Australis toca el puerto de Punta Arenas, se impone el silencio que antecede a la despedida. Enseguida llegarán los abrazos, el intercambio de tarjetas, las promesas de contacto. Sólo después vendrá la nostalgia por esos parajes agrestes que la geografía caprichosa ubicó en el fin del mundo.
Datos útiles
Tarifas
El Vía Australis, de Cruceros Australis (compañía que opera desde 1991), hace tanto la ruta Ushuaia-Punta Arenas (tres noches) como Punta Arenas-Ushuia (cuatro noches), desde octubre hasta mediados de abril.
A medida que pasa la temporada alta, las tarifas se reducen. Por ejemplo, si en enero el precio de la cabina más económica para la ruta Ushuaia-Punta Arenas es de US$ 1330 por persona, base doble, en la segunda quincena de marzo será de US$ 1050. Y conviene estar atento a las promociones, como la de abril: tres noches por US$ 788.
Los precios incluyen todas las comidas, bebidas (incluso del bar), excursiones, impuestos y tasas. Las comidas incluyen buffet, carnes y mariscos, y en el restaurante no se exige ninguna vestimenta en especial.
Informes: www.australis.com ; paula@australis.com. Tel: 4139-8400
Cómo llegar
Desde Buenos Aires, Aerolíneas Argentinas tiene varios vuelos diarios a Ushuaia. El pasaje de ida cuesta 527 pesos. Para la vuelta, desde Punta Arenas, lo más económico es volar a Buenos Aires desde Río Gallegos (que está a 280 km de Punta Arenas), por $ 428 o $ 453 el tramo, con LAN o Aerolíneas, respectivamente.
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