
El avión es lo más rápido para llegar. "Sé que semejante viaje alado le hace perder a uno muchos detalles y particularidades interesantes del norte de Brasil", reflexiona Stephan Zweig en vuelo a Belém. Para no caer en lamentaciones sólo hay un remedio: el ómnibus desde Foz do Iguazú con combinación en Goiania o Marabá (calcular 70 horas desde Foz).
Al filo del Ecuador, Belém casi nunca es demasiado caliente. Los cronistas hablan de "suavísimo temperamento, ni caliente ni frío". Pero que hace calor, hace. El invierno, por llamarlo así, dura de diciembre a mayo, porque llueve más que el resto del año. Cuando aprieta el sol, la ciudad mantiene su ritmo a la sombra de las mangueiras. No hay bichos ni mosquitos.
A la hora de elegir hotel: el Central es el más evocador; el Hilton Belém es el más caro. Término medio: el Excelsior Grao Pará. Todos bien ubicados.
Entre el Ver-O-Peso y la Presidente Vargas hay una tanda de hotelitos muy próximos entre sí, con ambiente de entre casa y algunos cuartos climatizados: Vitória Régia, Fortaleza y el sugestivo Palácio das Musas, que no es ni un palacio ni tiene hijas de Júpiter que canten en el Olimpo. El Ver-O-Peso está en las barbas del mercado, pero de noche es un poco inhóspito.
Para olvidar el calor de Belém, lo mejor es tomar el ómnibus a Mosqueiro (90 km, 20 km de playas). Es la isla de las flores que desbordan sobre las calles, de los balcones y escaleras abiertas al estuario. La brisa del río refresca el jardín del antiguo hotel Farol, el más lindo de la isla (de los años 20).
Residencias de antaño
Aún quedan preciosas residencias de veranda perimetral y áticos decorados de madera, pues Mosqueiro llegó a ser la Riviera de los paraenses. También hay que visitar las palafitas de Carananduba, la otra arquitectura.
En las barracas se sirven bolinhos de pirarucú y en los almacenes se consigue el exquisito yogur amazónico de murucí y cupuaçú.
Al caer la tarde, la hora no da en el campanario de la iglesia, sino en el reloj del mercado, a tiro del barco que nos lleva de vuelta a Belém.
Algodoal: isla del litoral atlántico paraense. Los operadores no la recomiendan porque no hay palmeras ni hoteles de lujo. Además de sus playas, los solitarios hallarán otros encantos: escuchar historias de princesas desembarcadas en galeras encendidas. Omnibus desde Belém hasta Marudá (210 km; dos servicios matinales) y luego bote hasta la isla (unos 45 minutos). Pactar el regreso de antemano porque en Algodoal no hay barcos. Albergues sencillos. Llevar hamaca y dinero en moneda local. Comida en barracas familiares y playeras, precarias pero acogedoras.
Lectura recomendable: el libro Santa Maria de Belém do Grao Pará , del poeta Leandro Tocantins; una guía sentimental de su ciudad natal.
SEGUIR LEYENDO


Lanzamos Wellmess, el primer juego de cartas de OHLALÁ!: conocé cómo jugarlo
por Redacción OHLALÁ!

Gala del Met: los 15 looks más impactantes de la historia
por Romina Salusso

Kaizen: el método japonés que te ayuda a conseguir lo que te propongas
por Mariana Copland

Deco: una diseñadora nos cuenta cómo remodeló su casa de Manzanares
por Soledad Avaca Cuenca
