

Desde la habitación confortable en la planta alta, el insinuante esmeralda de la piscina -26 metros por 13 y 700 mil litros, además de una pileta para chicos- se avista a través de un primer plano de palmas y asediada por el verdor del parque y la arboleda. Esa visión es el primer sosiego conquistado junto a la ruta 8 (parada Robles, kilómetro 76), refrescante y a un paso de la gran ciudad. Se trata de El Rancho Grande, un pequeño paraíso que tiene poco que ver con la canción mexicana y mucho con la idea helvética del básico servicio hotelero: sus siete cuidadas suites están nominadas como cantones suizos con sus respectivos escudos estampados en cada puerta.
Por cada una se accede a habitaciones pulcras, confortables -ventilador de techo, tv por cable-, decoradas con mesura, y baños bien equipados de bañeras biplaza. Pero por sobre esos detalles, se trata de un lugar bastante exclusivo y familiar con clientes de fidelidad y tradición perdurable.
Para hospedarse dos personas con sus desayunos -pastelitos, medialunas y tortas- se paga 60 pesos por día, previa reserva por el 02323-478100, una tarifa más baja que en años anteriores y que se mantendrá durante el verano. Se puede pagar con tarjeta (Visa y Mastercard), patacones, Lecop y pesos. Las estadas semanales tienen un 20 por ciento de descuento, beneficio aplicable a los cuatro bungalows que por día con dos desayunos se toman a razón de 40 pesos cada uno. Es decir, que la tarifa semanal para dos personas es de 336 pesos en una suite y de 224 en un bungalow.
Placidez y seguridad
En todos los casos hay un recargo de 15 pesos por un tercer hospedado, y todos disponen de las piscinas y una cancha de paddle, además del parque arbolado de más de una hectárea y media, y el estacionamiento de media sombra sin cargo (también hay vigilancia privada).
El desayunador, amplio, revestido en madera y con TV, tiene ventanales hacia las aguas, pero El Rancho Grande es también un requerido restaurante y parrilla, independiente del privilegiado sector de los hospedados. Fue un parador de antigua data fundado hace 60 años por Ambrosio Ignacio Ponti, cuyo hijos Pichín y Pipa (sobrenombres de Néstor y Celia, los anfitriones de hoy) reciclaron y acicalaron con el tiempo y hasta proveyeron de unidades energéticas contra épocas de cortes de luz.
Quienes sólo quieran pasar un día de pileta pagan 15 pesos, y 2 por una reposera, pero también flotan y nadan toda la jornada con la interrupción de un suculento almuerzo parrillero por 25 pesos (las bebidas facturadas aparte). A lo que provee el asador se anticipan entremeses: van desde las empanadas hasta el salame, jamón o bondiola y queso de campo. Se estila asar a punto riñones, tripa gorda rellena, tiernas mollejas y los embutidos clásicos, pero se respeta el pedido de cada cliente. Al típico asado se agrega pollo y lechón.
Quienes comen de paso, sin pasar al resort de sosiego acuático, disponen del menú de 10 pesos o comen a la carta, a un promedio de 15. Lo recomendable es el matambre tiernizado al horno y el pollito relleno (si no eligieron las pastas caseras, los buenos canelones, por ejemplo).
La atención es de la familia Ponti en pleno -decididos a mantener tarifas-, que brindan más información telefónica por descuentos (están recomendados a socios del ACA) y menores. Vía Internet se encuentran datos sintetizados en la página del Automóvil Club Argentino y en la http://www.parqueelremanso.com.ar
Cómo se llega
Los que quieran acercarse hasta El Rancho Grande, a pasar un día de asado y pileta, desde la ciudad de Buenos Aires deben tomar por el Acceso Norte y Panamericana ramal a Pilar con peaje, ahora 1,90 peso.
Después se sigue por la continuación, que es la ruta nacional Nº 8 hasta el kilómetro 76 o Parada Robles.
Francisco N. Juárez
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