Créditos: Anahí Bangueses Tomsig. Realización de Eugenia Foguel. Producción de Josefina Rivero
Por María Eugenia Castagnino
Si hicieras rápidamente un zapping furioso y acelerado por todas tus relaciones de pareja hasta el día de hoy, te darías cuenta de que no fuiste siempre la misma. Que solemos cambiar con cada persona que elegimos tener al lado. Vas a descubrir que con alguno de tus ex fuiste más maternal; con otro, más sumisa; con algún otro eras la responsable y con otro floreció tu costado más divertido y creativo. Hay una frase de Gabriel García Márquez que nos inspiró para pensar esta nota: " No te amo solo por lo que eres, sino por lo que yo soy cuando estoy contigo ". Por eso, te proponemos hacer foco en un encuentro con vos misma para que descubras quién sos y quién querés ser en tu relación de pareja (la que tenés o, si estás soltera, la que vendrá).
Te sugerimos preguntarte:¿Qué buscás en una pareja? ¿Con qué imagen propia te enfrentás cuando estás a su lado? ¿Quién podés ser con él y quién querés que el otro sea cuando está con vos?¿Podés sentirte vos misma o tenés que estar en puntitas de pie o haciendo malabares para ser la mujer que él quiere que seas?
Las preguntas son varias a lo largo de esta nota, pero que no te amedrenten, porque esas respuestas van a traerte las certezas necesarias para volver a elegirlo, todos los días.
Del "enamorarse" al "amarse"
El enamoramiento es maravilloso, pero admitamos que también está envuelto en un halo de ilusión que convierte el sapo en príncipe azul casi instantáneamente. Entonces, cuando viene tu amiga y te cuenta que empezó a salir con un tipo nuevo que es TODO –" es el más divino, le chorrea la onda, es inteligente, sensible y sabe tratarme como a una reina "–, vos, que estás conviviendo desde ya hace varios años, enseguida le querés mostrar que se trata de un encantamiento. Aunque esa amiga quizá no lo registre, en el "flechazo" pasa eso (¡y está bien que suceda!): los dos están mostrando su mejor versión porque quieren atraerse y admirarse mutuamente. Nuestra mente baja un poco sus alertas y mecanismos de control, y te da rienda suelta para que seas pura ilusión. Pero... ¿esto es así para siempre? Claramente no, porque si no, ese velo ilusorio nos impediría "pasar de pantalla" al lugar en común que la intimidad, la confianza y la familia necesitan.
La pareja como desarrollo personal
Cuando ya estás en el punto en que le conocés todas las mañas y te adaptaste a tu pareja, la mente encuentra un segundo obstáculo: ¡ya no hay tanta novedad! Obvio, todo se vuelve más estable y previsible. El cerebro ama la novedad, y cuando esta escasea, el brillito de lo nuevo se pierde. Entonces, ¿qué hacemos? ¿Nos aburrimos y cambiamos de pareja? Puede ser. Pero no es la única opción. También podemos bajar un cambio, meternos un poco para adentro y echar luz a eso que sí tenés en tu relación de pareja, que seguramente es mucho más de lo que creés. Registrá eso que sentís cuando estás con él.
Te sugerimos preguntarte:¿Por qué lo elegiste y por qué lo seguís eligiendo hoy?¿Cómo definís tu relación de pareja? ¿Qué virtudes surgen? (Por ejemplo, "respeto", "reconocimiento").
Está bueno saber exactamente qué sector de tu "yo" ilumina la persona que elegiste para compartir la vida. " Porque sabe ponerme límites ", " porque me cuida ", " porque es un buen padre ", " porque le pone alegría a mi existencia " o los motivos que se te ocurran. Hay tantas razones como parejas en el mundo.
Ese intercambio cotidiano
Créditos: Anahí Bangueses Tomsig. Realización de Eugenia Foguel. Producción de Josefina Rivero
No somos siempre las mismas y los roles internos de una pareja varían con el tiempo y con los cambios que atraviesa cada uno. Quizás hoy tu chico está enfocado en su carrera, en lograr un ascenso laboral, mientras que tu energía está puesta en una mudanza, en estudiar una segunda carrera o en pensar un viaje juntos. Una relación jamás es una calle de sentido único; acá los dos circulan todo el tiempo y en diferentes direcciones. Podríamos deconstruir esta amplitud de roles que asumimos dentro del "dúo dinámico" hasta la mínima expresión, si nos ponemos a observar el chiquitaje de la cotidianeidad. Todos los días somos "alguien" diferente para nuestra pareja: imaginate que cada mañana empieza un capítulo nuevo de la historia. No lo dejes librado al azar.
Te sugerimos preguntarte:¿Quién siento que soy hoy para él? ¿Quién es él para mí?¿Me gusta esto que siento o quiero sentir que soy algo diferente?
Así vas a descubrir zonas o actitudes tuyas a las que quizá no les hayas prestado nunca la suficiente atención, por ejemplo: " Hoy me sentí alguien que lo cuidaba, porque cuando volvió de la oficina, le hice un té de los que a él le gustan y le pregunté sobre su día ". Y así todos los días. Esos pequeños gestos, casi mínimos, te acercan al otro. Sí, ese es el mecanismo, es una especie de luz que ilumina y enfoca en esos detalles que vitalizan y alimentan lo que recibís y lo que das. Sin esa luz de la atención, quizás estas cosas mínimas no se verían con la nitidez suficiente.
Todo es un jardín de rosas
Porque en todo jardín de rosas hay espinas. La mente ilusoria es la única que les quita las espinas a las rosas, pero si nos despojamos de eso, está claro que también vas a tener en el camino miles de idas y vueltas, esas discusiones por pavadas o esos temas en los que jamás se ponen de acuerdo de una. Es una decisión inteligente pensar que no existen relaciones en las que no exista la molestia, las cosas que no nos gustan. Y muchas veces, en vez de iluminar un costado tuyo positivo, el otro también activa tus "sombras", tus costados menos felices. Ahora toca lidiar con las "basuritas" de cada uno. " Bueno, pero eso no es nada fácil... ¿Cómo lo hago? ". Aceptándolas y punto. Porque el amor también se trata de bancarse aún cuando no nos gustamos tanto.
Te sugerimos preguntarte:¿Él te banca cuando algo tuyo no le gusta?, ¿cómo reacciona?¿Y vos sos capaz de aguantarlo cuando algo no te gusta de él?, ¿cómo lo procesás?
Uno de los trabajos de la pareja radica en eso: en aprender a tolerar lo malo –que siempre va a estar– y "lustrar" lo bueno para que vuelva a tener brillo y entonces nuestra mente pueda valorarlo como se merece, sin quedarnos en la carencia.
Identidad amorosa
La pareja es el lugar donde se ponen de manifiesto muchas cuestiones vitales. Incluso también sirve de "pararrayos" de nuestras tormentas emocionales (por eso a veces cuando estamos cruzadas nos la agarramos con nuestra pareja). Revisar qué fue lo que produjo en nosotras esa química estruendosa va a permitir que podamos vernos, a nosotras y a ellos, con mayor claridad, y conocernos cada vez más.
Te sugerimos preguntarte:¿Qué zonas tuyas se activaron desde que están juntos?¿Qué parte de tu "yo" surgió o se potenció?¿Qué cosas no te gustaron de vos desde que están juntos?
Virtudes sanadoras
Créditos: Anahí Bangueses Tomsig. Realización de Eugenia Foguel. Producción de Josefina Rivero
Admiración: nos gusta porque nos hace sentirnos buenas y fuertes. En el enamoramiento siempre está la admiración; pero ojo, porque toda maravilla también conlleva su debilidad. Si "comprás" una relación en la que el otro es perfecto todo el tiempo, corrés el riesgo de volverte una especie de "presidenta del club de fans". La admiración es buenísima, pero siempre supone una cierta distancia con el otro.
Cuidado: sentir que podemos cuidar del otro es fundamental. No está bueno tener al lado a un winner 24 hs., porque esa coraza de omnipotencia y triunfo no permite la debilidad, y es en general en esos momentos cuando las olas más grandes de amor sobrevienen. Por ejemplo, cuando podés escucharlo si tuvo un día agotador de trabajo y está frustrado. Entonces, cuando descubrís que tu pareja no teme mostrarse vulnerable o débil frente a vos, se activa tu rol de "cuidadora". La fortaleza está siempre sobreestimada. Y pasa lo mismo al revés. Es casi una ley: recibir enamora.
Diálogo: es un intercambio no solo de palabras, sino de sentimientos, roles, gestos, actitudes, miradas y acciones. En los relatos que arma nuestra mente, siempre es el otro el que genera lo malo o lo feo, pero no nos damos cuenta de que a veces somos nosotras quienes generamos eso en ellos. Si él se levanta de malhumor y vos querés que charlen todo el desayuno, y bueh..., va a estar complicado. O si vos te sumás a su malhumor con la excusa de que "él la empezó", tampoco van a llegar a buen puerto. ¿Cómo se arregla? Con un buen mix de límites y aceptación. O sea, no armando reclamos del tipo " con vos no se puede empezar el día bien... SIEMPRE te levantás de malhumor ". Si él te dice: " Che, amor, yo, hasta que no me ducho, no existo ", listo. Vos cambiás tu switch ; ya no vas a estar pendiente de su mal humor, vas a darle el tiempo que él necesita para arrancar el día y mientras tanto, generás un lindo ambiente para vos. Y si cuando él está listo pueden tener un desayuno juntos con buena onda, buenísimo. Y si no..., será otro día. Alejate un poco para darle tiempo al proceso, pero que esa distancia no te aleje emocionalmente.
Complementariedad: pareciera ser una ley tácita del amor: nos sentimos atraídas hacia quienes son distintos de nosotras. Solemos enamorarnos de aquello que nos completa. Incluso a un nivel físico –aunque no lo podamos explicar del todo–, nuestra naturaleza humana elige a hombres genéticamente diferentes de nosotras, y eso fortalece los genes de los futuros hijos. Pero se agota ahí: lo importante es que, a pesar de las diferencias que puedan tener, construyan paridad, estar a un mismo nivel, siendo buenos interlocutores el uno para el otro.
Confianza: confiar en esa especie de "sabio" que es nuestro cerebro, que elige a las personas con las que queremos compartir la vida. No es ese cerebro calculador, que se encarga de armar el relato de lo que nos pasa, sino que es ese que SABE, así con mayúsculas, aunque no tenga demasiadas pruebas o motivos. Porque, como dice el famoso refrán: "hay cosas del corazón que la razón no entiende". Mejor así, ¿no?
La clave: dar lo que querés recibir
Créditos: Anahí Bangueses Tomsig. Realización de Eugenia Foguel. Producción de Josefina Rivero
Siempre vamos a estar con el radar puesto en lo que él no hace o hace mal, y vamos a querer cambiarlo. Pero la clave está en empezar por nosotras y no pedirlo desde la falta, sino promoverlo y crearlo en pequeñas dosis. O sea, si querés alegría en tu relación, ponela vos primero para que el otro se contagie. No le digas: " ¿Por qué no cambiás la cara? " o te pongas vos de mal humor a ver si él reacciona. Hacé la inversa: por ejemplo, si querés recibir protección, sacate alguna vez el traje de Wonder Woman y mostrate vulnerable. Permitite fallar si querés recibir cuidado. Y no le digas cómo, no critiques su modo de cuidarte, porque si no, el mensaje es " yo soy la experta en esto " y lo que vas a lograr es que el otro se aleje, por miedo a equivocarse. ¿Y lo último? Dis-fru-tar-lo, por chiquito que sea lo que estás recibiendo.
¿Qué opinás de esta nota? ¿Creés que es importante amarse primero a uno mismo?
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