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 • HISTORICO

Andalucía en tren

El Al Andalus, con sus coches históricos y de lujo, evoca la era dorada de los viajes ferroviarios mientras recorre plácidamente durante una semana ciudades españolas como Sevilla, Córdoba, Granada y Cádiz




Viajar ya no es lo que era. Muchos turistas, lo refrenda el mercado, buscan emular en cuerpo presente alguna de las formas traducibles de la épica, mayormente propias de otros siglos. Unos hacen las valijas para desandar travesías de los pioneros, otros pretenden evocar las aventuras inscriptas en bitácoras de pluma y tintero. El viajero, dictamina la demanda, también busca solazarse en el glamour de otros tiempos, oropeles añejados en barrica, propios de un legado resistente a las pompas de cotillón.
El tren Al Andalus responde a este mandato con una oferta que mixtura el viaje al pasado y las atenciones del presente. A la contemplación por la ventanilla del paisaje que tuteló el flamenco, la poesía y mucho de la mitología de exportación de España, le suma, puertas adentro, el confort que detentó la aristocracia de la belle époque, evocada en el art déco de los cuatro coches salones y sus 32 suites rehabilitados para volver a surcar las vías. Sin el velo de nostalgia, con el mismo remanso que provoca su traqueteo, un siglo después.

El convoy imperial

El Al Andalus, restaurado en 1985, renacido en 2012, fue el primer tren turístico de Renfe y buscó inspiración en modelos consagrados, como el Oriente Express. Delicadas marqueterías, paneles lacados y grabados geométricos vegetales, sombrereros originales y exquisitos acabados interiores y exteriores recrean las modas de los orígenes.
Los coches, en rigor, "chapean" pedigrí en toda la formación. Cinco de ellos, que pertenecieron a la Compagnie Internationale des Wagons-Lits, fueron construidos en Francia a fines de la década del 20 y originalmente utilizados por la monarquía británica para sus escapadas desde Calais hasta la Costa Azul.
Otros son joyas del patrimonio ferroviario continental, como el Medina Azahara, construido por la Naval en Bilbao en 1930 para oficiar de coche restaurante en trenes de alcurnia. El Alhambra, por su parte, fue construido en 1929 en Charantaises (Francia), mientras que el Gibralfaro fue diseñado en Gran Bretaña por la firma Metropolitan en 1929. Todos ellos son emblemas de la era dorada del ferrocarril.
Los salones amparan desayunos a la carta y almuerzos y cenas de tres platos, diseñados por chefs a bordo. Las gastronomía es de talante castizo gourmet, con guiños a cada una de las ciudades visitadas. Querencias por el mar y su materia prima, jamón ibérico de bellota, cortes castellanos ataviados de coartadas para el placer y vinos de las distintas denominaciones de origen por las que discurre el convoy.
Una barra acicalada a tono permite agenciarse un café expreso o un jerez a deshoras y la tripulación no tardará en mostrarse obsequiosa con los pasajeros durante las rutinas de un mago, fiestas a bordo con música en directo o la tertulia intimista. El derrotero comodín de un crucero sobre rieles.

DÍA 1. Sevilla

El punto de encuentro es el Hotel Alfonso XIII, emblema de la Sevilla de señorío y referencia de su arquitectura neomudéjar. Allí los viajeros son agasajados con un almuerzo de puerta grande de torero. En este caso, cordero a la miel de hierbabuena y cous cous con setas, acompañado de un rioja Marqués de Arienzo. Listo para sacar las castañuelas.
Divididos entre guías en castellano, inglés y francés, a la cofradía hispanoparlante le tocó en suerte estar bajo la sombra de Pepe, un profesional sevillano pleno de salero, peinado a la gomina y dotado de un poder hipnótico para la narración. En su prédica, pasaba revista a los azulejos moros que estampan el Barrio Santa Cruz, el jaleo de la Feria de Abril, los vecinos ilustres de la Avenida San Fernando, la comunión de judíos, musulmanes y cristianos previa a la orden de expulsión.
Toda un recorrido por siglos impregnados de leyenda en cada mosaico. La primera fábrica de tabaco del continente, uno de los escenarios que inspiró la ópera Carmen con su recuerdo de las mujeres de Triana, la fuerza de trabajo de un mercado que transformó a Sevilla en una de las capitales de Europa.
En las proclamas de Pepe hay lugar para la enciclopedia y para la chanza. Puede recitar nombre y procedencia de las especies que pueblan los Jardines del Alcázar, como las hojas del acanto, símbolo del Renacimiento, las magnolias o la comparecencia argentina a través de los jacarandás. Lo que sobra en Sevilla y le imprime su color son las naranjas amargas, aptas para fabricar mermeladas y el licor cointreau.
Sevilla exige una vida y Pepe deja a los viajeros con ganas de reincidir. Sobre todo cuando cada paso tiene su correlato correspondiente en los hechos de la historia. La muralla heredada de la época islámica, el balcón de Rosina de la ópera bufa El barbero de Sevilla, la taberna que hospedó a José de Zorrilla cuando componía su Juan Tenorio, los recovecos del esplendor de las familias de la antigua nobleza, que ya no recibe beneficios fiscales pero mantiene el cachet social.
Aparecen en la traza y en el relato las calles en las que los pogroms arrasaron con los habitantes de la judería, a quienes acusaban de propagar la peste. Destellan los cortijos con torres usados como molinos de aceite, las capas superpuestas de atrio romano, casa musulmana, patio andaluz, enredadas en calles ceñidas para soportar el calor. A una de ellas la llaman la Calle del Beso, por la distancia entre los balcones de los vecinos. Tan estrecha que podían morrearse sin pretenderlo.
Seguirán la Catedral, la Giralda, el Archivo de Indias. En fin, el recuento posible y arbitrario de las señales que revelan el casco histórico más extenso del país. Bastará una panorámica con tiempo libre en la Plaza España, patrimonio de la Unesco, antesala de la subida a bordo del Al Andalus.
El tren espera con un brindis de bienvenida, presentación de la tripulación y acomodo en las suites. Cena a bordo rumbo a Jerez, con un atún de Almadraba con setas, pulpo frito, charlot de turrón y chocolate que ceban el paladar para todo el viaje.

DÍA 2: Jerez de la Frontera

La ciudad, apostada entre el mar y la sierra, se precia de contener las bodegas que le dieron proyección universal, como capital de la producción del vino sherry. La carta de presentación, por tal motivo, son las Bodegas González Byass (1835), la misma que acuñó la marca Tío Pepe, santo y seña del Fino andaluz, seco y punzante. "El sol de Andalucía embotellado", según reza la publicidad. Sus barriles guardan la estampa de los visitantes con portación de lustre. "¿Por qué no me dejáis vivir aquí", firmó el increíble Paco de Lucía un día de 1975.
Jerez también es mentada por el caballo de raza cartujana y el city tour comprende la visita a la Real Escuela Andaluza de Arte Ecuestre, donde los pingos muestran sus dotes para la danza al son de los pasodobles y la destreza de los jinetes.
El almuerzo prescribe una visita a Sanlúcar de Barrameda. Allí, en una taberna típica marinera se degustan las clásicas gambas blancas a la plancha y un arroz caldoso de pescado y mariscos a la marinera afianzado con un Tinto de la Tierra de Entrechuelos. Apto para ponerse las botas.

DÍA 3: Cádiz

La capital más vieja de Occidente, que fundaron los fenicios unos 3000 años atrás, tuvo consorcio compartido con romanos y cartagineses, proveedores de comerciantes, navegantes y pescadores. Por ese vínculo con el mar Cádiz exhala solera y esencia portuaria en todos sus rincones: de cara a la playa, en sus fuertes, tierra adentro. Su mercado y sus tascas derraman un repertorio de pescados en carteles con nombres que destapan cañerías. Pijotitas, marrajos, ventrechas, ortiguillas, puntillitas, borriquetes y cabrachos.
La ciudad, que cobijó la constitución liberal de 1812, dibuja su ribera de salinas y marismas. El flamenco reverbera en el barrio de Santa María y en la isla de San Fernando, que parió a Camarón de la Isla, la mayor deidad del cante flamenco.
La ciudad medieval se revela en los contornos de la muralla. El barrio del Pópolo reluce, a semejanza del Santa Cruz sevillano, como el casco histórico mejor preservado, con sus casas levantadas en piedra ostronera y arena.
Una caminata a pie abreva en sus doce kilómetros de superficie pletórica de música. Viña es el alma máter del carnaval, el más creativo de España, con sus chirigotas que no se casan con nadie y ofician de crítica social ponzoñosa, sin la mojigatería de la corrección.
En el Puerto de Santa María está pautado un almuerzo de duques. Tartar de tomate pera con obleas de lentejas, ensalada templada con gambas rojas y un lomo de pescado de roca sobre puntas de pasta con plancton. Todo compaginado con finos, olorosos, amontillados, las formas que adopta la vid en estos parajes y que la medicina podría recetar como reconstituyentes de serotoninas.

DÍA 4: Ronda

El bus deposita al pasaje en pleno centro de Ronda, la antigua ciudad al noroeste de Málaga que revela su secreto a primera vista. El Río Gaudalevín parte la meseta en dos y su cauce diseñó su marca: el Tajo, un barranco de 120 metros de profundidad. El accidente le adosa a la postal una dimensión onírica, ratificada desde cualquier mirador a la distancia. El Tajo devela los grafitis del tiempo con los desniveles del agua rubricados en la piedra. Un surtido de calles diagrama la doble faz de la ciudad: la íntima y ancestral, la moderna y bulliciosa, separadas por el Puente Nuevo, del siglo XVIII, y el Puente Viejo, levantado en el XVII y vieja puerta de entrada a la ciudad.
Un aperitivo de la ciudad permite adivinar los encantos de sus culturas intercaladas. La judería del barrio San Miguel, los murallones árabes como La Puerta de Almocábar, los Baños o el Convento de Santo Domingo, donde funcionó la Inquisición. Una visita imperdible es la Plaza de Toros, la primera de España (1785) y donde se celebran las famosas Corridas Goyescas. En esta ciudad se forjaron las dinastías modernizadoras de la Fiesta, la de los Romero y los Ordóñez, amos y señores de un ruedo adorado por Orson Welles.
Un taleguillo de pescados, moluscos y hortalizas con salsa de hongos en el parador principal de la ciudad sirve para gestionar con ligereza tanta información. El gratén de espárragos trigueros y lomos de corvina con salsa mozárabe, alineado con un Moraga Tempranillo, se suma al cometido.

DÍA 5.Granada

La capital del Reino Nazarí, último bastión árabe de la península ibérica, mantiene su condición de meca de la imaginería romántica. La Alhambra y los Jardines del Generalife conforman, desde su construcción en 1238, una argamasa de tiempo, formas y arquitecturas que irradian luz, espacio, materialidad, sorpresa para principiantes e incondicionales. En esta parada, los pasajeros corren con ventaja: tickets resueltos, sin las esperas y vías de acceso cercadas a la mayoría.
La Alhambra fue palacio, ciudadela y fortaleza, residencia de los sultanes y altos funcionarios, servidores de la corte y la elite. Un complejo monumental que integra edificios de distintas épocas, como el Palacio de Carlos V, y que tiene una lista de hits de puño en alto con el Patio de Los Leones, postal de postales, el Palacio de Comares y el cuarto dorado, construcciones ataviadas de caligrafía y geometría que refrenda un mensaje nueve mil veces repetido en relieve: No hay más vencedor que Dios.
Por si fuera poco, detrás espera el Albaicín, barrio de calles empinadas que cobija modelos de casas cristianas, casas musulmanas y el Carmen, fastuosa propiedad que conjugaba palacio, jardín y huerto. El paseo convida camino arriba a visitar el convento de Santa Isabel la Real. La plaza de San Nicolás es parada obligatoria para contemplar la Alhambra desde el mirador.
Para atenuar las posibilidades de síndrome de Stendhal, bien vale una crema de calabacín con huevas de trucha, un pisto de verduras con boquerón marinado, quién te dice unos lomos de merluza con arroz meloso de mejillones y para rematar, unos piononos de Santa Fe. Mejor prevenir.
Por la noche, tablao con flamencas de catálogo. Todo en su sitio.

DÍA 6: Úbeda y Baeza

De la provincia de Jaén, la capital del olivo, sólo emergen en el itinerario las ciudades de Úbeda y Baeza, hermanadas en la composición de un patrimonio de estilo renacentista italiano único en la región. La primera, además de haber entrado en el mapa de los cantautores por haber sido la ciudad natal de Joaquín Sabina, revela un conjunto de edificios simétricos que pregonan la funcionalidad y la belleza, con sus patios centrales de doble arquería de columna.
En 2007 acaeció uno de los hallazgos más singulares de la ciudad, el de la Sinagoga del Agua, una herencia oculta de la Edad Media y develada seiscientos años después en plena reforma de una casa particular. El Palacio Vela de los Cobos y la Iglesia de San Pablo son algunas de las razones por las que la ciudad fue nominada Patrimonio de la Humanidad.
Baeza, más civil y menos palaciega que su vecina, fue levantada como la primera ciudad cristiana de Al Andalus. La Antigua Carnicería, la Audiencia Civil, la Puerta de Jaén, entrada al recinto amurallado, son algunas de sus piezas míticas, y su existencia, un motivo celebrable con asadillo de pimientos con guacamole y perlas de oliva y un bacalao al pil-pil de picual y encebollado.

DÍA 7: Córdoba y final

El último día de viaje el viajero se desayuna con la apoteosis del Occidente Islámico, la Mezquita de Córdoba, más tarde Catedral, luego de la reconquista cristiana de la ciudad. Patrimonio cultural de la Humanidad, su devenir le confirió herencias griegas en su bosque de columnas, marcas del mudéjar, del bizantino, del Renacimiento, para convertirse en un lienzo de piedra que es la evidencia mayor, junto a la Alhambra, del esplendor de la arquitectura andalusí.
Un aplauso para los constructores con milhojas de foie de pato, secreto ibérico con paleta y torta del Casar y piña. Aún queda en el fixture la visita a la judería, con su pequeña sinagoga y la escultura del filósofo Maimónides. El gran pensador, según las leyendas locales, concede un deseo al que le frote el pie. El tren se va a Sevilla y sólo nos queda la despedida. El único antojo de todos es volver.ß

Datos útiles

Cómo llegar. Iberia vuela de Buenos Aires a Sevilla, con escala en Madrid; la tarifa, desde 1.600 dólares. La aerolínea también ofrece vuelos a Madrid desde 14.330 pesos. En la capital española se consiguen billetes del tren de alta velocidad AVE de Madrid -Sevilla desde 28 euros.www.iberia.com ar; www.renfe.com
Tarifas. Al Andalus: desde 3500 euros el itinerario de 7 días, seis noches. Desde 1850, el itinerario de 4 días, tres noches. Los itinerarios incluyen: alojamiento en compartimento Suite Estándar en el tren. Desayunos, con platos a la carta y productos en buffet. Almuerzos y cenas a bordo del tren o en restaurantes de primera categoría (incluido vino, agua, refrescos y café). Actividades a bordo: música y actuaciones en directo, en el coche pub, coctelería, show cooking, baile. Entradas a museos, monumentos y espectáculos. Excursiones y visitas programadas. Un bus que acompaña al tren en todo el recorrido. Servicio de seguridad. Guía acompañante multilingüe durante todo el recorrido.
Próximas salidas en Andalucía: 5 y 12 de septiembre: 5, 12; 3, 10, 17 y 24 de octubre. Ruta Madrid-Santiago de Compostela: 9 de julio, 6 de agosto. Santiago de Compostela-Madrid; 16 de julio, 13 de agosto. Sevilla-Madrid (6 días/5 noches): 17 de junio. Andalucía (4 días /3 noches): Ruta Sevilla-Granada, 5 y 12 de septiembre; 3, 10, 17, 24 de octubre. Ruta Granada-Sevilla: 8 y 15 de septiembre; 6, 13, 20 y 27 de octubre.
Más información. www.renfe.com/trenesturisticos; www.essentialtravel.tur.ar

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