Ankara, la capital de Turquía, en la meseta de Anatolia, es la escala obligada de los viajeros que desean visitar a Capadocia. En general, los turistas llegan desde Estambul en avión y luego prosiguen viaje hacia los fantasmales paisajes de Capadocia en automóvil. Si bien Ankara no tiene el mismo interés de Estambul, o de la costa cercana a Efeso, cuenta con algunos atractivos de un gran interés como el Museo de las Civilizaciones Anatolias, rico, por ejemplo, en piezas de la civilización hitita. El museo se halla en medio de un parque y se distingue desde lejos por sus cúpulas. Originariamente era un bedestán, es decir, un mercado cubierto, uno de los edificios más importantes de Ankara en la época otomana. Fue construido entre 1464 y 1471 por Mahmut Bajá, visir del sultán Mehmet el Conquistador. Pero se lo restauró en este siglo, durante la década del 60, y se convirtió en una de las instituciones culturales turcas más renombradas por la calidad de los objetos en exhibición y por el modo en que se hallan expuestos.
El espacio central, bajo las cúpulas, está ocupado por las obras de piedra de gran tamaño, mientras que las salas laterales están reservadas para piezas más pequeñas. A la derecha de la entrada, se halla la colección paleolítica. Las piezas que allí se pueden apreciar datan del séptimo milenio antes de Cristo. En Anatolia, los testimonios más importantes de esa cultura fueron encontrados en la cueva de Karain, en la ladera calcárea del monte Sam. De ese período, hay hachas de mano, puntas de lanza, así como fragmentos de roca en los que se ven dibujadas escenas de caza e imágenes de mujer que simbolizan la fertilidad.
De la época neolítica, se ha reconstruido un modelo de casa, igual a la que se encontró en Catalhöyük. Se trata de una vivienda de adobe, de techo plano; está adornada con dibujos geométricos: curiosamente son los mismos diseños que aparecen en los actuales kilims de Anatolia, que los turistas se disputan en los mercados de Ankara o de Estambul. En esta parte del museo, también se pueden ver dos frescos enfrentados de leopardo y cabezas de toro. En los demás dibujos de Catalhöyük se destacan las pequeñas figuras de cazador entre grandes siluetas de ciervos y toros. Los dibujos taurinos indican que esas construcciones eran lugares sagrados porque el toro representaba a la divinidad de la guerra y de la tempestad. Es muy hermosa una pequeña escultura de piedra que representa a una mujer, sentada entre dos leopardos. Sus enormes pechos y su vientre prominente revelan que se trata de la diosa de la fertilidad.
También hay varias salas consagradas al eneolítico (5500-300 a.C.). En ese período ya había algunos objetos metálicos como puntas de flechas. Pero las piezas más hermosas son las de la Edad de Bronce. Las excavaciones mostraron que en esa época existían en Anatolia pequeñas ciudades fundadas por los hatti. Las casas tenían un hogar, un horno y un lugar para sentarse. La mayoría de las obras de arte de esta época proceden de las tumbas reales de Alacahöyük: jarras y cráteras de oro, la corona de una diosa de Anatolia, así como ídolos y hebillas de oro. También hay dioses de mármol y una magnífica esfera que representa el sol. Las figurillas de la diosa madre ya habían evolucionado, se habían hecho más esbeltas. Tienen el cuello y los pechos de oro fino, y los tobillos atados con filamentos de oro. Una de las pequeñas esculturas de la diosa tiene la forma de un violín.
Entre los tesoros artísticos y arqueológicos del museo se encuentran las obras de las colonias asirias de Anatolia (1950-1750 a.C.), procedentes de Kültepe. Hay numerosas tabletas de barro de escritura cuneiforme, magníficas piezas de alfarería como una serie de copas de libación que representan extraños animales, un espléndido frutero con patas y una cabeza de toro. Pero lo que más llama la atención, por la variedad de los objetos expuestos, es la colección hitita (1700-1450 a.C.).
Obras relevantes
Hay, por ejemplo, un florero con una escena de ceremonia matrimonial. Entre las obras más impresionantes están los relieves que adornaban las puertas de los templos. En uno de ellos se ven las figuras del rey y de la reina, el toro que representa al dios de la Tempestad, así como unos acróbatas y un hombre que se traga un puñal. Otro de los relieves importantes es el del dios de la Guerra de la Puerta Real. Allí se observa a la divinidad con su casco y su falda corta, llevando un hacha en la mano derecha y una cimitarra en el cinturón.
También hay una imponente estatua de un rey barbado, al estilo asirio. La colección se cierra con las obras de los frigios, el pueblo que sucedió a los hititas en Anatolia, y con las de Urartu, un poderoso Estado de la Anatolia oriental. De esta última procedencia, hay objetos de bronce, de marfil y de cerámica, de una factura exquisita. El ordenamiento del museo es tan didáctico y ameno que, en general, las visitas guiadas se extienden mucho más que lo programado, ya que el público se pierde de buena voluntad entre las deslumbrantes vitrinas atiborradas de objetos preciosos y curiosidades.
Hugo Beccacece