

Es probable que muy pocos turistas supieran. Pero una semana antes del terremoto que arrasó Nepal el último sábado de abril, unos 50 sismólogos e investigadores de todo el mundo llegaron a Katmandú con un objetivo urgente: preparar a esta ciudad pobre, congestionada y de precarias construcciones, para hacer frente a un temblor similar al que la había devastado hace 81 años, en 1934, matando a 17 mil personas. Sabían que era una carrera contrarreloj, pero ignoraban que el sismo llegaría tan rápido.
No hubo tiempo para nada. Los edificios se vinieron abajo como castillos de naipes, miles de personas quedaron sepultadas bajo escombros y una parte significativa de los monumentos más emblemáticos del país se perdió.
A una semana de la tragedia, la Unesco aún está recabando información sobre la magnitud de los daños no sólo en Katmandú, sino también en Patan y Bhaktapur, dos ciudades que fueron reinos antes de la unificación de este pequeño país apretado entre la India y China.
Tan sólo en el valle de Katmandú hay más de 100 monumentos importantes, siete de ellos Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Seis han quedado total o parcialmente derruidos tras el terremoto.
En Bhaktapur se cree que la mitad de las casas han sido destruidas, así como el 80% de los monumentos. Entre ellos, la famosa torre Dharahara, de nueve pisos y una de las principales atracciones turísticas de la ciudad (fue construida por los reyes de Nepal en el siglo XIX), que se desplomó con unas 100 personas dentro.
Cerca de la torre, la plaza Durbar ofrece el mismo espectáculo desolador. Levantada entre los siglos XII y XVII, este enclave supone un símbolo para el hinduismo, el budismo y el tantrismo, cuyos edificios (un conjunto de construcciones civiles y religiosas de gran valor artístico) ahora apenas se intuyen y han transmutado en pilas de ladrillos y vigas.
También el templo Swayambhunath Stupa, conocido como Templo de los Monos, es un monasterio fundado en el siglo V que alberga la estupa (una estructura típica de los templos budistas que se cree que tiene origen funerario) más antigua del valle de Katmandú. Ésta ha sobrevivido, pero uno de los edificios que la rodea no.
O el templo de Kalmochan, construido en 1874 a orillas del río Bagmati y dedicado al dios hindú Vishnu, servía como lugar de cremación. El templo se ha derrumbado y apenas quedan algunas de las construcciones aledañas en pie.
Hay otros grandes monumentos que, sin embargo, apenas han sufrido daños. Es el caso del templo Shree Pashupatinath, el único de la lista de monumentos de Patrimonio de la Humanidad que no se ha visto afectado por el temblor. Lumbini, la ciudad en la que nació Buda y que también está en la lista de la Unesco, aunque fuera del valle de Katmandú, parece que tampoco ha sufrido serios daños.
Lo cierto es que una gran mayoría de los 800 mil turistas que visitaban cada año el país asiático lo hacía para conocer el patrimonio cultural que ahora forma parte del recuerdo.
Una proporción menor llegaba atraída por el llamado turismo espiritual, en busca de días de retiro y meditación en algunos de sus múltiples templos y monasterios.
Y también, claro, están los aventureros y escaladores de siempre, ansiosos por desafiar las montañas más altas del mundo, como el Everest y el Annapurna, ambas en el cordón del Himalaya. En el Everest, de hecho, la avalancha provocada por el terremoto mató a 18 personas en el campamento base, entre ellas un ejecutivo de Google.
Por último, hay turistas difíciles de encasillar. Es el caso de Nicolás Cassulo, Esteban Fraternali y Marcos Miraglia, tres amigos marplatenses que viajaron al país asiático por un curioso motivo: participar de la Convención de Tatuajes de Nepal. Los jóvenes sobrevivieron al sismo junto a otros 69 argentinos.
En tanto, los testimonios en redes sociales lamentan la pérdida de siglos de historia y de una herencia cultural que afronta un largo período de reconstrucción.
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