

Para llegar hasta el río Arrecifes y la ciudad homónima, cabecera del partido de Bartolomé Mitre, hay que recorrer cerca de 180 kilómetros desde el centro de Buenos Aires, por el Acceso Norte, ramal a Pilar. Se sigue por la ruta 8 -un peaje de 1,50 peso y otro (en Solís) de 3,30- con paso por San Antonio de Areco para continuar y estar en la zona a partir de la parrilla El Tata en el kilómetro 133,7.
A poco de pasar el mojón del kilómetro 150 aparece el camping junto al arroyo La Horqueta, donde se acampa cerca de los fogones. Es un predio que en verano sirve como balneario, por el pequeño dique que embalsa las aguas del arroyo para el recreo turístico de los bañistas regionales.
En el kilómetro 171,5 un arbolado camping del Automóvil Club Argentino (ACA) dispone de buenas instalaciones sanitarias y de fogones junto a una de las estaciones de servicio del club, poco antes de llegar a Arrecifes.
Algunos viajeros entran en la ciudad para visitar el edificio del templo parroquial de dos torres, y único con el atractivo de los viejos tiempos, frente a la confitería Plaza, el lugar distinguido para las tertulias de los residentes (los jóvenes bailan en Tijuana, sobre la ruta 8). A dos cuadras de la plaza principal está el Archivo Histórico, aunque los datos de los orígenes ya se resumen en los repositorios provinciales a partir de 1730 y, más aún, desde que se estableció la posta de correos en 1771.
Lugar de paso y de descollantes viajeros, era menos que una aldea en 1773 cuando Concolocorvo lo describió como "rancherío de 16 edificaciones y otras cinco más lejos con una capilla" en su libro El lazarillo de Ciegos Caminantes. Lavalle, Mitre, Pueyrredón, Saavedra y Vélez Sarsfield estuvieron ahí. De los virreyes, Melo, y-más que ninguno- Sobremonte, ex gobernante en Córdoba, pasaron por allí, pero se hospedaron en el viejo casco del cordobés Francisco Sierra, hoy una joya de aquellos tiempos y dedicada al turismo de estancias.
También es la zona donde Ignacio Alvarez Thomas comenzó la sublevación de la oficialidad del ejército que marchaba hacia el Norte -a principios de abril de 1815- y estalló en Fontezuelas. El episodio terminó con el mando de director Supremo de Carlos María de Alvear.
El Carmen de las medialunas
Para visitar la estancia Carmen de Sierra hay que hacer reservas por el 4783-9011. Se puede pasar el día de campo o, lo que es mejor, hospedarse. El viaje por la ruta nacional 8 se desvía antes de Arrecifes, a la altura del kilómetro 174, a la derecha por la ruta 191 a San Pedro.
Sólo a unos 8 kilómetros, a la derecha -donde termina un monte de eucaliptos-, un cartel indicador sugiere girar hacia la estancia buscada por un camino de tierra. Tres kilómetros más adelante (hay cartel) se gira a la izquierda hasta la tranquera.
La parte más nueva del casco principal es de 1870, pero parte del inicial -hoy matera y parrilla- proviene de los tiempos en que Francisco Sierra inició la actividad (1769) e hizo traer una Virgen del Carmen desde Potosí para su desaparecido oratorio.
La imagen fue apenas salvada del saqueo de la estancia en tiempos de Rosas, cuando fue atacada por la mazorca y Diego Sierra, hijo de Francisco, fue asesinado donde ahora está un aljibe principal, centro del patio enverjado y cerca de la capilla del siglo pasado que reemplazó el primitivo oratorio (en 1785 se permitieron las misas en el lugar).
Los que se hospedan (por 80 y hasta100 pesos con cuatro comidas) disponen de 350 hectáreas agropecuarias y cabalgatas que llegan hasta el río (con pesca). En verano se zambullen en la piscina, única novedad fuera de lo colonial y conservado del casco con su alzado mirador.
Los que visitan esta joya histórica, alhajada con cuadros de la época y hasta un misal que fue usado en la capilla en el siglo pasado, son agasajados por la anfitriona Celia Merlo, que diseña el menú de la cena con carnes al champiñón y su carré a la mostaza, entre otros platos.
Los asados son el objetivo principal de los viajeros por el día, que al regreso de las cabalgatas o paseos en carro, gozan de un tardío té servido a la luz de candelabros y farolas de aceite. Nadie deja de elogiar las insuperables medialunas caseras y los escones que algunos seccionan para probar los dulces caseros, incluido el de leche.
Francisco N. Juárez
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