
Tengo la garganta que parece un rallador (pero de los gruesos, no los de nuez moscada). Apenas si puedo tragar el té con miel y limón que me preparo cada media hora antes de volverme a meter en la cama tiritando, agarrar el termómetro, tomarme la fiebre, ver el 38 que no se mueve, dar media vuelta y volverme a dormir. Así desde el sábado a la madrugada.
-Hoy te quedás en tu casa. Por lo menos un día entero sin fiebre antes de salir a la calle, eh.
Mi madre al teléfono, claro. Aprovecha que puedo hablar poco y habla ella, como si estuviese en AM.
-Cuando iba al colegio no me dejabas faltar ni loca. Mirá cuando venís a hacerte la evolucionada.... me mandabas con fiebre.
-No tenías fiebre, calentabas el termómetro con la bombita de luz, no te hagas la viva.
-¡Ja! ¿Sabías?
-Pero claro, mijita.
No se puede engañar a mi madre, 23 años después me vengo a avivar.
El último registro dice 37.5. Viene bajando lentamente se ve. Los ratos que esté despierta los sigo desde acá, ya estoy empezando a odiar la cama aunque miro por la ventana y la pienso dos veces.
Buen comienzo de semana para los que están en pie.
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