
ORANJESTAD, Aruba.- Para un argentino, conseguir la autorización para trabajar o vivir en Aruba es casi imposible, ya que las leyes vigentes son sumamente estrictas y buscan conservar las fuentes de trabajo para los arubianos o los holandeses que llegan a la isla para realizar prácticas en hotelería y turismo.
Conviene tener en cuenta este dato porque después de conocer esta isla, emplazada caprichosamente a sólo 30 kilómetros de Venezuela y tapizada de paisajes que podrían ilustrar un catálogo del destino ideal, será el lector capaz de hacer lo imposible por quedarse a vivir.
Querrá calzarse una camisa hawaiana, como la que lucen los turistas que deambulan sin preocupaciones por Main Street, la avenida principal de Oranjestad, capital de la isla, y abandonarse a una vida hastiada de placeres, playas de arena blanquísima y espacios privilegiados para hacer deportes.
Aruba es para vivirla tranquilo, con los pies calientes dentro del talco blanco que baña el mar, pero también para respirar sus tradiciones, su ordenado encanto y todo lo que ofrece para cuando el cuerpo se empieza a mover.
Un batido de culturas
El nombre de la isla proviene del arouak, lengua nativa, y significa oro bajo la tierra. Con esta premisa es fácil entender por qué los españoles primero, en 1499, y los holandeses más tarde, allá por 1634, estuvieron tan interesados en esta isla generada por un desprendimiento continental luego de la erupción de un volcán hace 90 millones de años.
Hoy casi no se encuentra oro, pero sí una refinería de petróleo, Lago, subsidiaria de la empresa Exxon, que cerró en 1985 provocando una fuerte ola de desempleo y volvió a abrir sus puertas hace 10 años.
Pero la mina más importante de Aruba y de lo que vive la mayoría de su población es el turismo.
Desde 1634, Aruba ha formado parte de la corona holandesa, salvo por un corto período en el que estuvo en manos de los ingleses, y en 1986 se separó del resto de las Antillas Neerlandesas y quedó como entidad autónoma dentro del Reino de los Países Bajos.
La arquitectura europea no sólo está testimoniada en cada una de las construcciones, sino también en la forma de gobierno, la educación, la economía y, principalmente, en la atención al turista, siempre esmerada y amable.
Aproximadamente, el 85 por ciento de los turistas son norteamericanos (muchos de ellos de luna de miel), que disfrutan de este puerto libre para comprar joyas, relojes y perfumes, y también para descansar bajo la sombra de algún divi divi, el pequeño árbol característico de allí, que se reconoce fácilmente porque el viento que sopla siempre en Aruba peina su copa con vista hacia el Sur.
El resto de los turistas es esencialmente europeo -dominan los italianos- y latino -liderado por los venezolanos (están a media hora de avión), colombianos y argentinos.
La isla tiene 184 kilómetros cuadrados, aunque la mayoría de los hoteles y centros comerciales está concentrada en tres zonas muy cercanas una de otra. Las playas son un verdadero imán para los turistas, sobre todo para aquellos a los que les gusta volver de las vacaciones bien, pero bien bronceados.
Oranjestad es el centro de la vida comercial. Aquí se encuentra el puerto, donde además de lujosos yates y veleros hay cruceros gigantes que llegan cada mañana para pasar el día y zarpan al anochecer. Eagle Beach y Palm Beach son las zonas de mayor concentración hotelera y tienen las mejores playas, que son públicas y cuentan con infraestructura instalada por cada uno de los hoteles. Aquí se realiza la mayoría de las actividades deportivas, como windsurf, snorkeling, buceo y parapente.
A la hora de entretenerse, el sabor del Caribe y lo latino está tatuado en la piel de Aruba y le hace honor al slogan de la isla: One happy island. La noche sabe a salsa, cumbia y merengue. Europeos, norteamericanos y latinos se sueltan al goce con el azúcar de Celia Cruz o asisten a Let´s Go Latin, un nuevo musical que cuenta con una companía de más de 30 bailarines cubanos.
Bon Bini Aruba es lo primero que escuchará al llegar y lo último que querrá olvidar. El papiamento, una mezcla de cinco lenguas, es el idioma oficial, junto al holandés, en esta tierra dorada, y bon bini no quiere decir otra cosa que bienvenido.
Datos útiles
Cómo llegar: el pasaje en avión ida y vuelta cuesta desde 600 dólares, con tasas e impuestos incluidos.
Alojamiento: la isla tiene 30 hoteles con un total de 6800 habitaciones. Una habitación doble en un hotel cuatro estrellas cuesta desde 200 dólares; en uno de tres estrellas, desde 120; en uno de dos, desde 90.
Paquete: lo más convenientes es comprar un paquete que incluya el pasaje y el alojamiento. Una semana en Aruba en un hotel 4 estrellas (con desayuno), pasaje, traslados e impuestos incluidos cuesta desde 850 dólares.
Transporte: Oranjestad es ideal para recorrerla a pie. La mayor parte de los hoteles se encuentra en Palm Beach, a unos 10 minutos en micro, que cuesta 1,20 dólar por viaje.
Gastronomía: los pescados y frutos de mar son la esencia de la cocina local, combinados con salsas esencialmente picantes. Vaya como ejemplo la especialidad de Papiamento Restaurante: cacerola de langosta, camarones y pargo, con una salsa de vino blanco y crema dulce picante (30,75 dólares).
Hay opciones para todos los bolsillos, desde el típico fast food norteamericano por 5 dólares por persona, hasta un restaurante francés para comer a la luz de las velas, por un promedio de 45 dólares el cubierto.
Más información: Dirección de Turismo de Aruba en Buenos Aires, Av. Córdoba 859 8º piso A; 4315-2020/2015. E-mail: aruba@interserver.com.ar
Internet:
Por Pablo Querol
Para La Nación
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