La última vez que había esquiado había sido en el viaje de egresados de quinto año. No hace falta aclararlo: fue hace muuucho tiempo. Entonces, la invitación a uno de los resorts de esquí más grandes y completos del mundo era todo un desafío en sí misma. Emplazado en las Montañas Rocosas –en el centro oeste de Colorado, EE. UU.– y con una superficie de más de 2100 hectáreas destinadas a las pistas de nieve, Vail se me aparecía en mis fantasías como un lugar exclusivo y lujoso, solo para unos pocos elegidos.
Pero lo hermoso de las fantasías es cuando la realidad las supera con creces; descubrí que, además de nieve y pistas para todos los niveles –podés ser megaprincipiante como yo y pasarla bomba–, este pueblo trae también mucho de la filosofía cozy y la comfort food, tan necesarias cuando afuera nieva sin parar y las temperaturas pueden llegar a 20 grados bajo cero en invierno.
Caminar por sus callecitas al atardecer es sentir casi una Navidad eterna, porque todo está iluminado con guirnaldas. Llegar a sus elegantes residencias (dormimos en The Carlton Ritz, imagínense el "nivel reina" de tooodo) es sentir la hospitalidad en cada detalle. Por eso, si el esquí es lo tuyo, Vail –y su vecina Breckenridge, otro centro de esquí a unos 60 km, ideal para una escapada– te llevan a otro nivel de la experiencia, donde los bosques y montañas nevadas les dan la mano al relax y la gastronomía 5 estrellas. Así que..., ¡let it snow!
En el centro comercial de Vail hay una pista de patinaje sobre hielo y un fogón. Otro dato: podés llegar esquiando directo desde la montaña. - Créditos: Gentileza Vail Resorts
Frozen style
Admitámoslo: dos de las cosas más engorrosas del esquí son el tema del equipamiento –caminar con las botas estilo NASA y cargando tablas, casco, bastones y antiparras no es lo más cómodo del mundo– y el de los medios de elevación a la montaña. En Vail estas dos cosas se solucionan apenas llegás: todo está preparado para que disfrutes al 100%. La clave es que apenas llegues consigas un Epic Pass, una tarjeta que te permite subir ilimitadas veces a las más de 195 pistas del complejo y –por un precio fijo que se amortiza al tercer día de esquí– también te habilita a visitar todos los complejos de la cadena, tanto en EE. UU. como en Canadá y Europa.
La base está a 3527 metros de altura y el día de esquí va desde las 8 hasta las 15 - Créditos: Gentileza Vail Resorts
Con una estadística de 900 cm de nieve al año y 300 días de sol, la montaña es tan enorme que jamás vas a tener que hacer colas o sentir la sensación de que está llena, aun en plena temporada. La mayoría de los visitantes son familias con chicos (vas a morir de amor al ver a nenes desde los 3 años subidos a las tablas y abundan los clubs y guarderías para que ellos se diviertan mientras los papás hacen la suya), pero también hay esquiadores y snowboarders expertos, porque más de la mitad de las pistas de este centro son para quienes la tengan un poco más clara.
Para los principiantes, la oferta de escuelas es muy variada. Y la buena noticia es que muchos de los instructores hablan español, porque Vail tiene un buen programa de work & travel (¡hay muchos argentinos!).
La mayoría de los alojamientos tienen ski valet, para que puedas dejar tus equipos en la montaña y no andar cargada - Créditos: Gentileza Vail Resorts
La sensación es única; apenas le tomás la mano, esquiar es sentir que casi volás. Te olvidás de las 18 camperas y camisetas térmicas que te pusiste, te entregás al movimiento orgánico de tu cuerpo y a la blancura del paisaje y solo te queda agradecer y sentir el calor de la adrenalina y el vértigo. La montaña tiene eso de mágico: te volvés chiquita ante su inmensidad. Y enorme por poder disfrutar de su suave alfombra nevada.
Las clases de esquí pueden ser grupales o invividuales, podés reservarlas online en www.vail.com - Créditos: Gentileza Vail Resorts
Compras & spa
Lo ideal es que, al caer la tarde, recorras la pintoresca villa alpina, que tiene apenas 5500 habitantes. Para hacerlo, podés tomar los buses gratuitos que circulan por todo el pueblo. Todo el paisaje está plagado de casitas de madera, con frondosos bosques de coníferas y pobladores expertos en atender a los turistas. Y si esquiás regularmente, las mejores marcas de indumentaria y equipamiento para la nieve tienen su local ahí, aunque yo me perdí en Annie’s –un local de deco increíble–, Wild Bill’s Emporium –para souvenirs cancheros– y las tiendas de té, especias y chocolate (sí, el invierno pide eso).
Créditos: Gentileza Vail Resorts
Después de esquiar, es verdad que el cuerpo queda cansado. Pero no te va a importar nada si visitás el spa de The Arrabelle, uno de los hoteles más lindos de la villa; probé una sesión de masajes con un mix de descontracturantes y linfáticos (50 min, U$S155) que me dejó en otro planeta. Después, me di un chapuzón en la pile con jacuzzi para terminar el día a pleno relax.
Disney de la nieve
En el gomón del adventure ridge podés tirarte sola, pero si te da vértigo, también de a dos, tres o cuatro personas - Créditos: Gentileza Vail Resorts
Si te dijimos que estabas en el Disney de los esquiadores, era verdad. Porque adentro de la montaña hay un snowpark, un planazo ideal para hacer un break entre pista y pista o para disfrutar entre amigos o con chicos. Hay una montaña rusa que va por la ladera nevada –US$25 la vuelta– y unas pistas de snowtubing, por las que te deslizás en la nieve metida adentro de un gomón gigante –US$45 tres vueltas–. También hay ski biking; los recorridos se hacen cuando atardece y es solo para esquiadores avanzados (US$95 por persona). Otra opción más tranqui son las caminatas por la montaña.
Comfort food: comer, amar, esquiar
Las construcciones son casi todas de madera y onda alpina. Muy Heidi todo - Créditos: Gentileza Vail Resorts
EN LA MONTAÑA. ¿Cómo te recuperás después de una mañana de esquí intensa a 7 grados bajo cero? Muy fácil: con comida rica y calentita. En la montaña siempre hay buenas opciones gastronómicas para devolverle el calor y la energía a tu cuerpo.
Vail Chophouse: se llena un poco al mediodía, porque está en la base Eagle’s Nest y es el refugio para el break, pero tienen la mejor pasta a la carbonara del condado (US$16).
Bistro Fourteen: es de estilo pub yanqui, con barra y cerverzas, y es un gran lugar para un chicken pie o una clásica burger & fries. Ah, los postres son de otro planeta: hay uno con dulce de leche y todo.
¿La mejor pasta de Vail? En La Bottega, todo es caserísimo. Donde hay frío y nieve..., ¡que nunca nos falte el chocolate! - Créditos: Gentileza Vail Resorts
Tavern on the Square: está ubicado en la base llamada Eagle’s Nest y tienen una buena variedad de noodle bowls (US$18), con opciones veganas también.
Otro dato: la mayoría de los lugares para dormir tienen una recepción con café y chocolate caliente y fogones para mirar las montañas nevadas al atardecer comiendo malvaviscos.
EN LA VILLA. Cuando cae la tarde, Vail se enciende y entonces el plan es darte un buen baño, emponcharte y salir a cenar alguna delicia calórica con un rico vino. Colorado y las Rocky Mountains es una gran zona vitivinícola; mi preferido fue el pinot noir de Oregon. ¿Dónde comer delicias?
La Bottega: una cantina italiana donde te alejás un poco de lo anglosajón y te sentís como en casa. Acá, obvio, la pasta manda: cualquier plato que pidas te va a dejar pipona. ¿Y de postre? Un tiramisú que mamma mia.
The Remedy Bar & Flame: ambos en el Hotel Four Seasons, estos dos lugares te arman una noche perfecta. Primero, tomá unas "pociones" o "elixires" –así figuran en la carta– en el bar y luego entregate a un viaje con el paladar en su steakhouse. Dejá lugar para postre, el soufflé de chocolate es alucinógeno.
Little Argentown
¿Por qué hay tantos argentinos trabajando en Vail y Breckenridge? Porque hay buenos programas de work & travel. Algunos requisitos para poder aplicar:
Entre 18 y 30 años.
Con nivel intermedio o avanzado de inglés.
Con disponibilidad para viajar como mínimo durante tres meses entre diciembre y marzo/abril.
Main Street es la calle comercial de Breckenridge. Recorrerla a pie es un buen paseo - Créditos: Gentileza Vail Resorts
Después de la elegancia y el lujo de Vail, recorrimos unos 60 kilómetros y llegamos a "Breck" –como le dicen allá–, un pueblo más chico pero igual de ideal para esquiar. La diferencia es que la montaña es más chica (casi la mitad de Vail), pero también su público es más descontracturado y tiene más oferta de vida nocturna. Si vas en plan amigos o varias familias, lo ideal es alquilar una casa –hay mansiones de invierno, con fogón y jacuzzi exterior donde duermen 18 personas por unos US$ 1300 la noche–. ¿Dos de mis lugares preferidos?
Los yanquis alquilan sus casas de invierno. En www.pinnaclelodging.com podés ver las opciones. una más linda que otra - Créditos: Gentileza Vail Resorts
Breckenridge Distillery: si sos fan de Wes Anderson, este restó es para vos. Podés comer y tomar riquísimo –probá un trago con el bourbon o el vodka que fabrican ahí– y otra genialidad: hay una combi que te devuelve sin cargo a tu casa, para que no manejes si tomaste. breckenridgedistillery.com
Créditos: Gentileza Vail Resorts
Belvidere&Hern: un local hermoso de objetos y souvenirs en el que te aseguramos que vas a pasar horas. belviderehern.com