Auxilio, tengo un extranjero en casa

Tentado por una renta en dólares, este amigo se estaba dedicando a alojar turistas en un monoambiente en Palermo, propiedad de su familia. "Imaginate, lo alquilaba a US$ 700 por mes, pensé que iba a ser Gardel. Puse un aviso en Craiglist -popular sitio Web de intercambio de viviendas- y me empezaron a llover ofertas de inquilinos. Primero llegó una parejita de franceses que en persona eran divinos, pero terminaron siendo peores que Sid Vicious y Nancy. Las fiestas de Nerón debían ser cumpleaños de 15 al lado de las que armaron en mi departamento. Encima una noche parece que se olvidaron la llave y tiraron la puerta abajo. Vivieron casi una semana así, sin puerta; hasta las bisagras arrancaron."

Con la mirada vidriosa en el café negro siguió el relato. "Después me tocó una becaria de Michigan, de nombre Jessica. Se ve que la chica sintió olor a gas en la cocina (después me confesó que había dejado la llave de paso un poco abierta) y llamó a Metrogas, que cortó el suministro a todo el edificio durante casi un mes, en plena ola de frío. Los vecinos se enteraron de que ella había hecho la denuncia y la querían echar. Incluso pegaron un papel en el ascensor que decía Yankee go home . La pobre Jessica casi no se animaba a salir."

Entonces tuve la mala idea de querer levantarle el ánimo a mi amigo. "Pero es una renta en dólares, ¿no?", lo entusiasmé. La respuesta fue más negra que el café. "Lo que gano se me va en arreglos. El mes último cayó Andrew, un escocés. Me juró que venía con su caniche micro toy, pero se apareció con un gran danés que parecía Bambi y se devoró el living entero. A la semana hizo empotrar un plasma gigante en el cuarto porque quería ver en HD los partidos de la liga inglesa. El colmo fue que la mujer del portero se enamoró de Andrew y se fugaron juntos. Parece que están viviendo en una casita en Palomar, con gran danés y todo. El plasma me lo dejaron, pero lo vendí para arreglar los sillones que masticó el perro."

Decididamente, no sabía seleccionar a los inquilinos. Pero todavía tenía más historias. Su último ocupante fue un italiano, amante de la taxidermia, que se había tomado la libertad de redecorar el monoambiente con patos disecados, un par de jabalíes y toda clase de animales. "Cuando le dije que no podía cambiar así el look de la casa se enojó mucho y me anunció que se iba al día siguiente. Esa noche, para mostrarme su bronca, dejó rebalsar la bañera a propósito y me inundó el baño. Quise llorar. Ahí decidí cerrar el boliche."

Quizás un poco aliviado de soltarme sus penas, se levantó de repente, dejó 20 pesos sobre la mesa y salió a la calle. "Tengo que conseguir un plomero", fue lo último que le escuché murmurar.

Publicado por José Totah 7 de agosto de 2011 / 2.31 A.M.

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