

SALVADOR DE BAHIA, Brasil.- Jorge, se llama Jorge, tan simple como eso. Vive sobre los empedrados, entre las enredaderas, metido en el olor a fritura de las mañanas soleadas. Cuando las lluvias pasajeras azotan esas calles, él se refugia en portales antiguos y se asoma por ventanas coloniales. Nadie lo saluda con especial atención: las negras y las mulatas enfundadas en blanco, gordas y caderudas, ataviadas con turbantes, se desviven por él.
Ellas mueven el cuerpo mientras caminan, se contonean, como si Vadinho -aquel marido muerto de Doña Flor- las tocase desde el aire. Y ellas caminan sueltas, displicentes, celosas del resto de las mujeres, compitiendo por favores imaginarios, por placeres prohibidos, notando ese aroma a cuerpo que está suelto en medio de otros olores que salen de cocinas abiertas donde se preparan frituras con aceite de dendé.
Los niños desafían a Jorge a pelear en las esquinas, pero cuando él se acerca, corren hacia los muelles. No es miedo el de los chicos pobres, sino respeto. Son esos capitanes que en la vida tan real como los textos son acribillados a pura miseria y bala en la puerta de las iglesias brasileñas.
Los miembros de las clases acomodadas de Salvador carecen muchas veces de pudores. Ni siquiera tienen en cuenta que en cada párrafo de la literatura de Jorge Amado hay una crítica feroz contra ellas y que el Caballero de la Esperanza, -léase Luiz Carlos Prestes- en sus tiempos, los condenó sin remordimientos. Las clases bañadas en lágrimas, mientras tanto, saben de él por el nombre de las calles y los museos, las casas de Jorge Amado que son en parte suyas y en parte no.
En el Pelourinho no se destaca su presencia octogenaria, agobiada por años creativos. Son los personajes quienes viven cada día, cada hora. Se sientan en sillas de madera para hablar sobre la vida. De esas manos imprevisibles nacen las maravillas que los visitantes compran atraídos por negocios con nombres como Fases da Lua.
Cerca de los artesanos, una mujer cocina en la calle los bollos de harina de porotos fritos rellenos de camarón y enfría en hielo las batidas de maracujá, tamarindo y cajú. No se le nota la edad (quizá no la tenga). A unos metros un capitán ensaya el milésimo pedido del día a un paseante, mientras un coronel sigue de largo sin prestarle atención. Ambos están acostumbrados a la presencia del otro. Se saben cercanos y lejos a un tiempo.
La capoeira, mezcla de danza y artes marciales llegadas de Africa
Foto: Alejandro Bachrach
La mujer mira de reojo a capitanes y coroneles, pero sigue en lo suyo. No se inmuta. Sabe que su destino es llenar el viento de olores para quitarle al mar su ambición de invadir el interior más profundo de la ciudad. Sólo eso. Nada menos que eso.
Jorge Amado tiene calles, plazas, museos, y casas ajenas que llevan su nombre. No le molesta: después de todo, la colectivización de las historias y del futuro fue siempre parte de su vida. No hizo nada para escapar de ese destino. Por el contrario, lo alimentó en cada relato, en cada descripción, en cada diálogo. Y si de él dependiera, lo seguirá haciendo.
En la primavera de 1988 se sentó en una mecedora de madera clara y empezó a balancearse mirando la pared blanca de la casa de enfrente. Habló despacio. Cadencia y claridad parecían ser objetivos deliberados. Puede que lo hayan sido.
Guía de calles y misterios
En San Salvador de Bahía, él escribió la descripción de su lugar en el planeta: "No hay ciudad como ésta, por más que se busquen los caminos del mundo. Ninguna con sus historias, con su lirismo, su pintoresquismo, su profunda poesía. En medio de la espantosa miseria de las clases pobres, ahí mismo nace la flor de la poesía, porque la resistencia del pueblo va más allá de toda la imaginación. De él, de ese pueblo bahiano, viene el lírico misterio de la ciudad, misterio que completa su belleza".
¿Cómo describir a Salvador con imágenes propias, cuando junto al teclado hay un libro rojo en portugués original? ¿Qué palabras usar para describir distinto, igual (mejor está descartado), a la capital bahiana, si la guía escrita por Jorge Amado a fines de 1944 y publicada a comienzos de 1945, actualizada luego en la octava edición de 1960 y en la duodécima de 1966, se llama nada menos que Bahía de todos los santos, guía de las calles y los misterios de la ciudad de Salvador?
El dice que su ciudad no cambió en lo fundamental con el paso del tiempo, "ni en su belleza antigua ni en sus problemas". Y que su pueblo tampoco. El color de las pieles yendo y viniendo en aquel entorno colonial en el que se enlazan Portugal, España y el Africa oscura es previsible.
"La mezcla de sangre es muy grande y en su conciencia poca gente podrá negar al abuelo negro más o menos remoto", dice Amado y describe apariencias, pero su mirada apunta más profundo todavía cuando agrega que "ciudad religiosa, sin duda. Sin embargo, ¿dónde se encontrarán en la religiosidad del bahiano los límites entre la religión y la superstición? Están las dos casi siempre confundidas y casi siempre predominando la última. Los ritos religiosos adquieren aquí extrañas modalidades, los cultos católicos se mezclan con un aura fetichista. Hay algo de pagano en la religión de los bahianos, algo rayano con lo sensual y que hace que las múltiples iglesias no sean sino una continuación, estilizada y civilizada, de las macumbas misteriosas".
Imágenes de magia
Hay que alejar a Exú, el dios negro enemigo de los hombres, del futuro inmediato. Para ello habrá de morir el gallo, sacrificado a golpe de machete para que su sangre corra sobre el pequeño pedestal y se mezcle con aceite de dendé. Eso iniciará el rito que se lleve al malvado diablo, Exú.
En la puerta de la humilde casa de Joaozinho, varias veces a la semana se detienen los automóviles ajenos a esas callejuelas tortuosas. La mujer viene a pedir que la amante de su marido se vaya para siempre. En este caso es carnero y gallo lo que habrá de matarse. Seguirá corriendo sangre como lo dispone el rito traído de Angola en las bodegas de barcos negreros, llenos de personas simples cazadas más allá del océano y esclavizadas en el nordeste de lo que, con los siglos, sería Brasil.
Los espectáculos de macumba que ven los turistas en Salvador son sólo eso: espectáculos. "Los espectadores son advertidos de que las escenas pueden ser no aptas para personas impresionables" es la síntesis de lo que se muestra en el circuito comercial para extranjeros. Pero el viajero encontrará, si lo busca, el ritual verdadero, mucho más sangriento que el de exportación, más verídico, más atrapante y brutal, más agresivo.
Esa es una parte de la verdad en Bahía, no solamente en la capital, sino en todo el Estado cuyos destinos rige desde hace mucho tiempo, de forma directa e indirecta Antonio Carlos Magalhaes, dueño de haciendas, hombres, votos y conciencias, benefactor de los pobres varias veces al año, líder espiritual de los poderosos a tiempo completo, venerable caminante de senderos de piedra construidos para los pies del caudillo sobre los pisos de tierra.
En el campo, las imágenes contrastan tanto como en la ciudad. Más todavía. Hay pobres y ricos como en todo el país.
Pero entre los primeros algunos son más pintorescos que otros, al menos para la mirada del visitante superficial. Eso describió Jorge Amado en gran parte de sus textos. En las ciudades, capitanes de la arena, niños malevos educados en la guerra contra la vida, y los coroneles, hombres de las clases altas o medias con ambiciones absolutas.
En el campo, Tereza Batista, cansada de guerra, Tierra del sinfín, Cacao, La muerte y la muerte de Quincas Berro D´água, los relatos de caminos recorridos por los trabajadores golondrina que recuerda en 1988 en esa mecedora plácida y usada, de los que marcharon a poblar las favelas de San Pablo, las de Río de Janeiro y, en el mejor de los casos, las casitas obreras del ABC paulista.
San Jorge de Ilheus es un paraje bello que no han podido doblegar los millones de turistas que pasaron por allí. En sus cercanías estaba la Hacienda Auricídia, en el distrito de Ferradas, allá por 1910, cuando se separó de Ilheus para transformarse en el municipio de Itabuna, donde nació Jorge en 1912.
¿De qué se trata todo esto? ¿Biografía del autor o semblanza del personaje? La pregunta es pertinente si no se conoce el Estado de Bahía y especialmente su capital, Salvador.
Esta ciudad es la protagonista de más de veinte textos largos e innumerables escritos cortos menos famosos, y el autor es el personaje principal de una novela que incluyó cárcel, militancia activa en las filas del comunismo, sensibilidad extrema, desarrollo de vidas individuales de fantasía que, sin embargo, se ven todos los días por las calles.
¿O es que alguien podrá negar que el olor a frito, el humo de las ollas, las voces en alto, las caderas que se mecen, los volados blancos, el aire marino, la piedra, y la magnífica arquitectura colonial poblada de iglesias y santuarios conforman un sincretismo extenso y abierto de varios mundos que escriben historias diferentes sobre el mismo tiempo, sin que ninguna de ellas sepa a ciencia cierta cuál es la que habrá prevalecer?
No es fácil describir nuevamente a Salvador cuando ya fue hecho de esa manera.
Leonardo Freidenberg
El baile que trajeron los esclavos
SALVADOR DE BAHIA, Brasil.-Más allá de la retórica acerca del nombre de la capital del Estado de Bahía, lo cierto es que Salvador domina desde la altura a la Bahía de Todos los Santos en el nordeste brasileño. El puerto natural de la ciudad la convirtió en un punto neurálgico de la región en materia económica, pero es su cultura afroamericana la que le dio el renombre que tiene en todo el planeta.
La composición étnica de la población (cerca de dos millones y medio de personas) incluye a los negros descendientes de esclavos traídos desde Benín, Angola y otras zonas de Africa; a los portugueses mezclados con criollos y mulatos; a los inmigrantes de diversas latitudes, en muchos casos de Europa. Pero la influencia africana predomina sobre lo demás.
Amado le dedicó un capítulo al Mestre Vicente Pastinha, "un mulato pequeño, de asombrosa agilidad, de una resistencia no común", que tenía a mediados de siglo la Escuela de Capoeira de Angola, en la ladera del Pelourinho. Los domingos, los capoeristas más conocidos llegaban al lugar para ofrecer su espectáculo al son del berimbau. Era la verdadera capoeira de Angola.
Para aquellos que pretendan ser testigos de una sesión de capoeira original, Jorge Amado ensayó una explicación tan notable como racional. Se refirió a la llamada capoeira regional, una variante de este arte. Según él, "sucede que Mestre Bimba fue a Río de Janeiro a mostrar a los cariocas de Lapa cómo se practica capoeira. Y allá aprendió golpes de catch-as-catch-can, de yudo, de boxeo. Mezcló todo eso con la capoeira de Angola, aquella que nació de una danza de los negros, y volvió a su ciudad hablando de una nueva capoeira, la capoeira regional. Diez capoeiristas de los más experimentados me afirmaron, en un amplio y democrático debate que trabamos sobre la nueva escuela de Mestre Bimba, que la regional no merece confianza y es una desvirtuación de la vieja capoeira Angola."
No espere el viajero acceder a un verdadero espectáculo de capoeira gratis en la calle. La mayoría se desarrolla en lugares cerrados en los que es preciso pagar para asistir. Lo que se ve al aire libre y a la vista del público es un ensayo liviano para mostrar a los turistas que deberán pagar algunos reales para que los capoeiristas comiencen a moverse al compás de la música.
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