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Balance de fin de año: ¿qué dejaste atrás y qué renació en vos en la pandemia?


Esta año todas fuimos ese Ave Fénix que se reinventó, que volanteó, que sacó de sí misma recursos que no sabía que tenía.

Esta año todas fuimos ese Ave Fénix que se reinventó, que volanteó, que sacó de sí misma recursos que no sabía que tenía. - Créditos: Ramiro González. Arte de Ojosconpatas (Dam).



El combo "pandemia + diciembre" es fuerte. Porque el mes de los finales nos trae una invitación caprichosa para revisarnos, para cerrar, para ver qué hicimos con nuestras propias expectativas, deseos y objetivos que nos propusimos cuando el año pasado miramos al cielo y le soltamos al Universo nuestros ambiciosos planes. ¿Y qué pasó en el medio? Uf, bueno, ya sabés. Nos pasó de todo. Probablemente a todos. Porque el mundo entero cambió. Es probable que el Universo y nuestros planes no se hayan encontrado del todo. Pero en esta transformación global, cada una fue testigo de las propias: las que se dieron puertas adentro, las que no esperábamos, las que nos obligaron a recalcular y nos pusieron a prueba. Seguramente muchas de estas cosas no estaban en tu "wishlist" de 2020, pero sucedieron. Y te trajeron hasta acá (si estás leyendo esta nota, es el momento de darte una palmadita en el hombro y decirte "soy muy grosa y fuerte").
Es por eso que este diciembre hablamos de "renacer". Porque, de alguna forma singular, única e inevitable, todas renacimos. Todas fuimos ese Ave Fénix que se reinventó, que volanteó, que sacó de sí misma recursos que no sabía que tenía, que puso en juego talentos que creía dormidos. Por eso, la propuesta de este final de año atípico es revisar nuestras propias (y tan valiosas) transformaciones. Conectarnos con nuestra sabiduría y nuestro propósito. O gestar una nueva vida para lo que viene.

¿Qué nació en vos?

En la vida, el nacimiento es el momento en el que finalmente "conocés" el producto: eso que se fue gestando durante meses ahora tiene un nombre, una cara, una forma definida. Si seguimos con esta metáfora, este "nuevo nacer" que nos propuso el año nos puso frente a frente con un "producto" de nosotras mismas. Nos liberó de ciertos automatismos, nos sacó de zonas confortables, nos pidió –paradójicamente– más de algunas cosas (creatividad, flexibilidad, tolerancia, registro de nuestro entorno y del planeta) y menos de otras (exigencias, acción, movimiento). Logramos tantas cosas que quizá no nos hayamos dado el tiempo de masticarlas lo suficiente. "Nacer es confiar en lo que construiste. Después de cada logro tiene que nacer la persona que logró eso, que es otra muy distinta a esa anterior, que tan solo lo deseaba". Este concepto de nuestra psico, Inés Dates, nos volvió a resonar porque quizá todas estemos en ese proceso de "autoparir" un nuevo yo, al que tendremos que acompañar con paciencia, con tiempo, con fortaleza.
Este diciembre, tomate un rato para preguntarte: "¿Qué nació en mí este año?" y bajalo a un papel. Vas a sorprenderte porque las respuestas pueden ser múltiples: un emprendimiento que venías pateando desde hacía años, descubrir habilidades nuevas (sí, vale desde la masa madre hasta tus aptitudes de maestra en casa) o reconocer en vos misma emociones o verdades que estaban ahí, medio escondidas en la vorágine de la vida prepandémica. Hay un "renacer" que se juega en reconocer todo lo que logramos. Y quedarte ahí, embobada como si estuvieras frente a un bebé, disfrutándolo. Pero atenti: no hay logro que no dispare un desafío de crecimiento (lo que los expertos llaman growth mindset). Así que después hay otro renacer: ser lo suficientemente sabias para aprender a vivir y reconocer los nuevos desafíos que vienen con esos logros.

Créditos: Ramiro González. Arte de Ojosconpatas (Dam).

¿Qué dejaste atrás?

Nacer y morir parecen opuestos, pero son como el yin y el yang; se necesitan, se complementan para generar el equilibrio. Y con cada una de nosotras pasa lo mismo. Para "renacer" hay que dejar morir ciertas cosas (un rol que te queda chico, un lugar que te incomoda, una postura mental o una emoción que te limitan, una creencia obsoleta, un vínculo). Y muchas veces puede ser un proceso que se dé simultáneamente en ambas direcciones. Como si adentro de vos algo dijera: "Estoy siendo más esta versión de mí y estoy dejando atrás esta otra versión de mí". ¿Te suena? ¿Cuántas veces ya renacimos en cada una de nuestras vidas? Uf, miles. Inés Dates nos trajo la imagen del "raleo" que se da en la naturaleza para pensarnos: "Ralear es sacar adrede los frutos que una planta no va a poder sostener. ¿Por qué? Porque la planta necesita que todos sus recursos vayan a los frutos que sí. En una fruta, casi siempre se sabe el producto o el sabor que uno quiere obtener. En cambio, en la vida no". Así que si tuviéramos que ralear hoy nuestra vida: ¿qué dejaríamos ir? ¿A qué renunciaríamos? ¿Qué sentimos que nos pesa y nos tira para abajo? ¿Qué cosas ya no queremos sostener? ¿A qué frutos les vamos a poner todos nuestros recursos a disposición? Y esos frutos personales que están ahí, madurando, miralos con amor porque valen mucho. Son pura esperanza. Es en tu registro y en tu cuidado que se vuelven valiosos. ¿Nunca viste cómo brota una hojita minúscula en un árbol talado? ¿No es un milagro que a veces irrumpa una planta pequeña brotando incluso de los huecos de una piedra o del cemento de una pared? Así de chiquitos pueden ser tus propios brotes hoy. Pero ya son un éxito. Sentí ese éxito "en chiquito" –si no sabés sentirlo, siempre te va a parecer algo lejano–, ese milagro, que quizá nazca un poco torpe, pero que encierra el poder de la creación de algo nuevo.

¿Cómo cuidar lo nuevo?

Además de la mirada atenta y cuidadosa, otra clave es darte méritos, construirte tu propia versión de heroína. Lo de este año fue una hazaña –¿a alguien le cabe alguna duda?–, a todo nivel. En nuestra intimidad más profunda y en nuestra conexión con el todo, como humanidad, estamos gestando y cuidando un proyecto (el nuestro, sí, pero también el de todo el planeta) que todavía no sabemos muy bien qué es o qué terminará siendo. Lo seguro es que ya renacimos, pero no se termina el 31 a la medianoche. Vamos a seguir inventando y cocreando nuevas realidades. Así que ante la incertidumbre, apelá a tu propia autovaloración, aunque a veces sea un poco exagerada. "El cerebro humano necesita un narcicismo exagerado; no necesitás que los otros estén de acuerdo, es para darte fuerzas, podés ser un 60% de todo eso que sentís, pero vos tenés que creértela al 90%", dice Inés.
Y volvemos a las preguntas del principio, quizá para que te queden resonando en este mes: ¿cuál es mi brote de esta cuarentena? ¿Dónde viví mi renacimiento personal? ¿Con qué me quedo (y qué suelto) de este año en el que cambiaron las reglas de juego y aprendimos a vivir apreciando lo que teníamos? Hay un antes y un después de este 2020, que nos trajo tanto y nos quitó tanto en partes iguales. Pero que seguramente, como esas contracciones espasmódicas y a veces dolorosas que anuncian el parto, va a empujarte a hacer nacer lo que se estuvo (y se sigue) gestando en vos. Bienvenida sea, pues, la nueva vida. •

Créditos: Ramiro González. Arte de Ojosconpatas (Dam).

Ser testigos del momento sagrado

Por Ignacio Pérez Tomasone. Médico obstetra. @nachoptomasone.
Una de las experiencias más maravillosas que puede elegir vivir una mujer es la de gestar en su cuerpo. Gestar y nacer transforma no solo como persona, sino también la vida, la familia y hasta a nivel social, porque un nacimiento es un evento comunitario, en el que cada uno cumple un rol único.
Cuando una mujer gesta tiene algo que la habita, pero que, a medida que pasa el tiempo, hace su propia voluntad, siente, piensa y actúa.
Conocer y conectarse con esas sensaciones es un ejercicio necesario, porque, de alguna manera, quien gesta en ese momento también está (re)naciendo, al igual que lo está haciendo su bebé, pero mientras que este último lo hace de forma física, ella lo logra a través de su propia transformación. De lo que antes fue, pero ahora con una nueva identidad, siendo madre.
El nacimiento de una madre no se produce en un momento concreto como lo es un nacimiento en sí, en el que se puede marcar fecha y hora, sino que surge gradualmente a través de los meses que preceden y siguen al nacimiento físico.
Cada gestación y su final son únicos, hay finales donde los sueños se hacen realidad, los olores se perciben en ese primer momento del contacto piel con piel, momento en el que el bebé sigue sintiendo los mismos latidos que sentía dentro del cuerpo de su mamá; otros finales sorprenden antes de lo esperado, y están aquellos que nos dejan marcas que solo el tiempo sanará.
Nosotros, como médicos, somos testigos privilegiados de ese momento tan sagrado y único cada vez. La naturaleza tiene sus ritmos y nosotros tratamos de conocerlos. Ella, sabia, hace lo que tiene que hacer y nosotros confiamos en que no podría hacerlo mejor. Para eso estamos los obstetras, para acompañar el embarazo, el nacer y "renacer" de cada una de ustedes, garantizándoles el bienestar mamá-bebé, que el momento del nacimiento sea único y que recordarlo les dé placer y felicidad.
Experta consultada: Inés Dates. Nuestra psicóloga. @ines.dates.viviendo.
Maquilló y peinó Gaby Ipar. Agradecemos a JTbytb, Gusmán, Bio Verde (flores) y @armartineau (esculturas) por su colaboración en esta nota.

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