

TOKIO.- El sintoísmo cultiva la pureza de la mente y del cuerpo; pero además los baños públicos eran en este país lo que en cualquier pueblo era el casino, un lugar de reunión de vecindario. A veces sólo de hombres, a veces sólo de mujeres, pero también mixtos. La película china La ducha es un buen ejemplo de lo que eran los baños públicos, y ya no son.
Los baños de la capital japonesa tuvieron su época de esplendor allá por 1600 coincidiendo con el período Edo, que llegó hasta la Segunda Guerra Mundial, pero la modernización del país está acabando con la tradición. Si en 1968 la ciudad tenía 2687 baños, hoy apenas quedan mil. Sus propietarios inventan nuevas fórmulas para evitar el cierre. Unos dan conciertos; otros, acceso a Internet, y los más prácticos, parking gratuito. Ninguna de estas golosinas ha entrado en Onsen Asakusa Kannon, gran balneario de aguas muy calientes apreciado por sus propiedades curativas.
Toalla y jabón
En la entrada, un señor ordena dejar los zapatos allí mismo y, por 700 yenes, entrega una toallita y un trozo de jabón. El vestuario es limpio. En un rincón, un anciano le está dando a otro una paliza de muerte, pero como no dice nada, o es un homicidio o es un masaje.
Con la toallita en el cuello, único lugar de donde no se cae, el occidental se adentra en el sanctasantórum de la auténtica sociedad japonesa: el sento (baño público). Baño, sí; público, poco. Sólo dos ancianos. Preside la gran sala un gran mural de montañas nevadas, en tonos pastel. Alrededor de las piscinas hay un montón de taburetes de plástico.
Grandes avisos en inglés y japonés insisten en que antes de meterse en el agua hay que quitarse todo, todo, el jabón. Perfectamente limpio y sin huella de mugre, se cumplen las condiciones para entrar en las piletas. En la de 42° o en la de 48°. La elección es dramática. La fe y la medicina coinciden en que un baño caliente alivia achaques, pero,¡pardiez!, con aguas como las de Onsen Asakusa Kannon el objetivo es aguantar el tiempo mínimo necesario para no hacer el ridículo. La fría está que arde.
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