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Berna, tan medieval como moderna

Entre las calles y las famosas fuentes del casco antiguo se destacan los tranvías, puntuales como un reloj; numerosos museos, jardines y mansiones opulentas




BERNA (El País, de España).- Esta ciudad, capital de la Confederación Helvética, de 127.000 habitantes, ofrece al visitante el encanto superlativo de su caprichoso y recogido trazado medieval, el río Aar, que forma un meandro, el Aarebogen, y deja que las hileras de casas se alineen sobre la loma. Sus orígenes como territorio de pujanza económica y de poder se remontan al siglo XII, cuando Bertoldo V, duque de Zähringen, levantó una fortaleza en el promontorio que se extendía sobre el río; pero fue en el siglo XIV cuando Berna se convirtió en la capital de una potente república urbana. Y los siglos XVII y XVIII supusieron la época de mayor prosperidad comercial. La arquitectura urbana así lo refleja.
No todo es ciudad en Berna. Los alrededores, llamados Alpes Berneses, ofrecen al amante de las montañas un panorama afilado y sobrio de cimas de 4000 metros. Al fondo, el sueño del Jungfrau (4158 metros), uno de los picos emblemáticos de los Alpes, con la estación de tren más alta de Europa (3454 metros) y flanqueado por las también soberbias siluetas del Eiger y el Mönch.
Uno de los encantos de Berna son las calles, atravesadas por una perfecta y puntual red de tranvías que conectan el centro con los populosos barrios de la periferia. Las monumentales fuentes del casco antiguo, algunas del siglo XVI, representan personajes relacionados con su historia y tradiciones. Entre ellas se destacan la Pfeiferbrunnen, fuente del Gaitero; la de Anna Seiler (alegoría de la templanza y la moderación), y la del Ogro, inmortalizado mientras se devora a un petrificado niño (Kindlifresserbrunnen).
Sin salir del casco antiguo merece una visita la famosa Torre del Reloj (Zytgloggeturm), erigida en 1191 y un símbolo de la ciudad equiparable con el oso de su blasón. Cuatro minutos antes de cada hora en punto comienza su enloquecido espectáculo: un desfile de ingenios mecanizados (un gallo, oseznos, el dios Cronos y su reloj de arena...) aparece por la cara este y se pasea ante el asombro de los turistas.
De la Torre del Reloj se baja por la Kramgasse, una vieja calle de casas y establecimientos gremiales, muchos de los cuales se encuentran ubicados en angostas bodegas a las que se accede por pequeñas escaleras empinadas. Otras citas son el Foso de los Osos -tributo de Berna al animal que, según el mito, dio nombre a la ciudad después de que su fundador, Bertoldo V, cazó un ejemplar- y la catedral gótica, diseñada para el culto católico, pero convertida en iglesia protestante tras la Reforma. En ella se destaca el coro, las vidrieras y el pórtico principal.
La especial orografía de Berna convierte muchos puntos de la ciudad en observatorios. A la izquierda de la catedral hay una terraza que sirve de punto de encuentro de los habitantes y de escenario silencioso de lectores concentrados. Desde allí se disfruta de una magnífica vista del río Aar y de los cuidados jardines de las opulentas casas de la Junderngasse. Detrás de la Bundeshaus, sede del Parlamento Federal, hay otra gran terraza desde la que se alcanza a ver la silueta de los Alpes Berneses. En primavera y verano merece una visita el Rosengarten, jardín donde crecen más de 200 variedades de rosas.

De visita por los museos

Berna sorprende por la calidad de sus 27 museos y salas de exposiciones. La ciudad dispone de museos dedicados a los más diversos asuntos: desde el arte contemporáneo, los Alpes, la historia de Berna o las armas suizas hasta la estancia de Albert Einstein en la ciudad entre 1902 y 1909.
La casa-museo dedicada al premio Nobel recrea el ambiente en el que vivió entre 1903 y 1905, y donde nació la fórmula de la teoría de la relatividad. Einstein trabajaba como un simple técnico en la Oficina de Patentes de Berna (primero fue técnico experto de tercera clase y, a partir de 1906, de segunda).
El Kunstmuseum Bern, museo de bellas artes, atesora piezas de Cézanne, Rouault y Picasso; de pintores suizos como Ferdinand Hodler, y más de 2000 obras, muchas sobre papel, de Paul Klee, el más célebre pintor bernés.
A la nómina de museos de la capital habrá que añadir, en 2005, el Paul Klee Zentrum, dedicado a un prolífico artista cuyo cromatismo musical de signos, geometrías y colores lo sitúan entre los creadores más originales del siglo XX. El edificio es diseño del arquitecto genovés Renzo Piano, autor de un centro célebre por su perfección museística, la Fundación Beyeler, en las afueras de la cercana Basilea. Piano ha concebido el Klee Zentrum como una escultura que armoniza con el paisaje de las afueras de Berna. Contará con una fachada de cristal de 150 metros de largo y recreará la forma de una cordillera de tres colinas.
A la oferta tradicional de tiendas hay que añadir los mercados en los que, desde la Edad Media, se vende e intercambia de todo. El de las cebollas, el más curioso por su colorido, es también el más antiguo y se celebra el cuarto lunes de noviembre.

Datos útiles

Cómo llegar

En avión US$ 980
Hasta Zurich o Ginebra, de ida y vuelta, con tasas e impuestos.
Berna está cerca de los aeropuertos de Zurich (cada media hora enlaces en tren, 90 minutos) y de Ginebra (cada hora enlaces en tren, 100 minutos).

Alojamiento

* * * * * US$ 160

* * * * US$ 115

* * * US$ 625 Habitación doble.

Compras

Tiendas de antigüedades y boutiques de moda, tabaquerías, confiterías, grandes almacenes, quioscos, restaurantes y cafés se presentan bajo arcadas de unos seis km.

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