Entrada principal de Beto Carrero World, con el propio beto dando la bienvenida, personaje que impone su impronta en muchos juegos y atracciones que comienzan ni bien se atraviesa el portal. - Créditos: Guillermo Llamos
Muy cerca de Camboriú, el mayor parque de atracciones de Latinoamérica mantiene su vigencia, a cargo de los hijos del fundador.
La gran duda es por dónde comenzar. Se puede ir directo al grano (al vértigo total de la Big Tower, por ejemplo) o simplemente merodear por los alrededores como para ir tomando valor. Claro está que depende de la edad (y de la altura) de los integrantes del grupo. Para todos hay decenas de opciones en este Beto Carrero World, lo más parecido a Disney que uno puede encontrar en tierras latinoamericanas. Son más de 100 juegos y atracciones repartidas en 14 km2, dónde solo un 22 por ciento del espacio está construido. El resto se salvaguardó para que se explaye la vehemente mata atlántica brasileña. Morro y selva al alcance de la mano.
La Big Tower es la atracción más alta del parque con 100 mts. de altura desde los que se baja en caída libre. - Créditos: Guillermo Llamos
Hace 26 años un artista circense de San Pablo, conocido como Beto Carrero, inauguró este parque en el medio de Penha, un municipio del Estado de Santa Catarina que forma parte de la región turística Costa Verde & Mar, que también integran Balneario Camboriú, Bombinhas y Porto Belo, entre otros puntos fuertes del sur brasileño.
Poco había en la zona al principio; tanto es así que hasta se construyó una autopista (la Trans Beto, ¡sic!) para acceder al parque. Con los años las inversiones que hizo este personaje –que parecía salido de un western norteamericano– convirtieron al Beto Carrero World en el parque de diversiones más grande de América Latina. Beto falleció en 2008 y ahora son sus hijos quienes siguen la tarea, agregando cada año nuevos juegos, nuevos shows y manteniendo impecable cada detalle.
El sueño del Cowboy, una superproducción teatral del parque. - Créditos: Guillermo Llamos
Un buen punto para comenzar en familia puede ser el Extreme Show, donde en un falso set de filmación un puñado de autos, motos y camiones se persiguen, firuletean, andan en dos ruedas o sin conductor con un ruido atronador de fondo, lo que –para los que gustan de este género (stunt)– aporta adrenalina de alto impacto. Son 35 minutos de espectáculo que se pueden aprovechar para almorzar (hamburguesas y algo más) y luego seguir de ronda. Otro show es el Madagascar Circus, un espectáculo con los personajes de la película como protagonistas, acompañados de un enorme grupo de bailarines y acróbatas para sacarse el sombrero. Con una producción cuidada hasta en los últimos detalles, las 2.400 personas que llenan la platea salen hacia el próximo juego bailando "Quiero mover el bote" ("I Like To Move It"). Imposible resistirse.
El mundo Madagascar sigue en el Crazy River Adventure!, un rafting suave y envolvente por un río que depara algunas sorpresas. Perfecto para los más chicos y para los que sufren el calor.
El saludo final de los expertos en autos, motos y camiones de Extreme Show, adrenalina contagiosa. - Créditos: Guillermo Llamos
Según de la época del año, las colas para los juegos pueden ser muy largas por lo que los Fast Pass (para acceder a un atajo) pueden ameritar la inversión. Esto sucede en los tres juegos de Aventura Radical, como le llaman los brasileños a esas atracciones que dejan sin aliento, con la cabeza para abajo y la cara petrificada de miedo. La primera es la Big Tower, una torre de 100 metros de altura de la que uno se lanza –atado al asiento– en caída libre hasta detenerse a cinco metros del suelo. La otra locura se llama Fire Whip. Es la última atracción del parque y se trata de una montaña rusa invertida con cinco loopings (imposible contarlos allá arriba). Todo empieza subiendo a paso de hombre como preludio de lo que está por llegar (es fácil temer lo peor), pero si uno se anima a abrir los ojos y a relajar es uno de los minutos más intensos que puede vivir en su vida. Hay que saber que el Fast Pass se puede usar dos veces por juego. Y es una picardía desaprovecharlo.
La Fire Whip, montaña rusa del parque. - Créditos: Guillermo Llamos
Y el tercer juego Radical parece inofensivo desde afuera. Sin embargo, el Star Mountain tiene lo suyo. Es menos alto y con menos giros, es cierto, pero los suple con casi 100 km por hora de viento en la cara.
A pocos metros de ahí, y luego de haber recuperado la compostura, se puede elegir una especie de tren fantasma, pero sin tren. Se trata del Portal de la Oscuridad, un laberinto que hilvana habitaciones de hospicios, pasillos, cárceles, morgues, cementerios y demás. La idea es ir caminando a la espera de la gran sorpresa; al principio la risa es divertida, pero con el paso de las escenas, se vuelve grito de pánico. Buenas actuaciones, con muy buenos trucos que de verdad hacen saltar.
Un King Kong para la foto. - Créditos: Guillermo Llamos
Si la idea es tomarse un minuto para respirar, nada mejor que llevar a los más chicos al tren de la Tierra de la Fantasía, que recorre el parque y cuenta algo de la historia de Beto Carrero, en su versión héroe salvador de chicos y animales. También se puede ir a Raskapuska, un paseo en bote por un mundo de juguetes, música y golosinas a lo Willy Wonka.
Hay más shows, más juegos, sólo hay que organizarse y establecer prioridades. O simplemente volver, como hace la mayoría.