SAN LUIS OBISPO.- Rosebud. Es lo último que balbucea el magnate Charles Foster Kane antes de morir, en la famosa película de Orson Welles El ciudadano Kane . Es ésa, también, la palabra más enigmática en la historia del cine. Se dice que Welles construyó el personaje de Kane basándose en la agitada vida del millonario de los medios William Randolph Hearst, dueño del Hearst Castle, un suntuoso castillo de 165 habitaciones y 61 baños, parada obligada en la ruta del Big Sur, California.
Es sólo uno de los puntos de interés en este tramo de la Highway 101, entre San Luis Obispo y la bahía de Monterrey. Se trata, sin duda, de la parte más misteriosa de este recorrido en auto por la costa oeste de Estados Unidos. Acantilados increíbles, playas que por momentos parecen prehistóricas y una niebla que convierte el océano, las rocas y el propio camino en un espejismo inquietante.
Pero antes de ingresar en las curvas cerradas del Big Sur hay que echarle un vistazo a San Luis Obispo. Algunos podrán decir que este pueblo no es en sí mismo una gran atracción; no se encuentra sobre la costa y tiene un espíritu de paz rural que obliga a bajar las revoluciones a la mitad, sobre todo si se viene de Los Angeles y Santa Bárbara.
San Luis Obispo podría llegar a ser un sitio aburrido si no fuera por la chispa que le dan los casi 20.000 estudiantes que cursan en la California Polytechnic State University (Cal Poly, para los más cancheros). Y por el conocido Farmer´s Market, que funciona los jueves desde las 6 de la tarde en Higuera Street, con bandas en vivo, enormes barbecues, puestos de flores y granjeros que dan a probar sus frutas frescas. Según dicen en la zona, en esta feria se cocinan las noches más animadas de California.
La gran ventaja de San Luis Obispo es su proximidad con un racimo de pueblitos playeros (Avila, Shell Beach, Oceano, Pismo y Groover Beach). Pismo es uno de los más bonitos, con su clásico muelle californiano y olas que atraen a surfistas de todo el país. No muy lejos de allí, se despliegan las vastas dunas de Guadalupe, que tienen una historia bastante extraña. En 1923 se filmó en esas arenas la película de cine épico Los diez mandamientos, del director Cecil B. DeMille, que montó un increíble set para reproducir el Antiguo Egipto, con enormes esfinges. Al terminar de rodar, DeMille no quiso que su Egipto de utilería fuera usado por algún oportunista y decidió enterrar el set completo.
La ciudad perdida
Desde entonces, las dunas de Guadalupe fueron sometidas a numerosas excavaciones (algunos objetos recuperados se exponen en un pequeño museo llamado Dune Center). El lugar se ganó el apodo de La Ciudad Perdida de DeMille y, antes de morir, el director admitió que había vivido atormentado por dejar enterrada esta falsa civilización. "Temo que dentro de 1000 años los arqueólogos que descubran el sitio piensen que esto realmente era el Antiguo Egipto", confesó a uno de sus entrevistadores.
En San Luis Obispo se recomiendan dos sitios para dormir. Uno de ellos es, quizá, el más kitsch del universo, y aunque suene contradictorio, en eso reside el encanto. Nos referimos a un hotel con aspiraciones victorianas llamado Apple Farm, algo así como el emporio de la manzana en la costa oeste.
Casi todos los productos que se consumen en el establecimiento, desde el champú hasta el jarabe que empapa los french toast, provienen de las granjas de la zona (hay manzanas hasta en la sopa). El hotel completo parece una casita de muñecas, tan pulcro e histéricamente rococó que uno llega a fantasear con ser de esos rockeros que destruían habitaciones en los años 70.
El otro alojamiento es el Madonna Inn, construido en 1958 por un millonario arquitecto llamado Alex Madonna. Tiene 109 cuartos, algunos temáticos, como el del Hombre de las Cavernas (una verdadera cueva), el del Amante de los Pájaros o La Jungla. Quien vaya al baño de hombres se sentirá un poco intimidado, porque el mingitorio es una cascada de más de dos metros de ancho.
Tanto el Apple Farm como el Madonna Inn tienen tarifas desde 150 hasta 350 dólares la noche.
Los pasos del ciudadano Kane
Al norte de San Luis Obispo, que vendría a ser el sur del Big Sur, se encuentra el parque estatal de Montaña de Oro, Morro Bay (con el famoso Morro Rock, un bellísimo penacho que emerge del océano, frente a la costa), y los pueblitos de Cambria, Hearst Castle, San Simeón y Piedras Blancas.
En la mansión de Hearst Castle, que forma parte del Parque Estatal de San Simeón y es un monumento histórico de California, se descubrirá lo ambicioso que puede ser el hombre cuando se lo propone. Esta residencia, que Welles bautizó Xanadú, fue el capricho de William Randolph Hearst y por ella pasaron muchas glorias de Hollywood, desde Charlie Chaplin hasta Greta Garbo y Clark Gable.
El ego o la locura de Hearst lo llevaron a construir, en el interior del castillo, el mayor zoológico privado del mundo, con osos, canguros, tigres y búfalos. El millonario también hizo traer de España, Italia y Grecia un cargamento invaluable de antigüedades, que adornan la denominada Casa Grande. Los tours cuestan 20 dólares y son muy interesantes, no tanto por la visita al castillo, sino por las gloriosas vistas desde la colina.
Pero no olvidemos que esto es un viaje rutero y que el auto nos espera para descubrir el tramo más fascinante de la Highway 101, que separa San Simeón de Carmel. El famoso Big Sur.
Aunque son sólo 140 kilómetros entre un punto y otro, esta parte del viaje merece ser disfrutada de a sorbos. Serán cuatro o cinco horas de manejo, parando en los miradores o vista points. El Pacífico acompaña de un lado, con dramáticos acantilados que lo preceden, y la montaña del otro; en la ruta se ven motorhomes de familias que hacen el mismo camino, motoqueros Harley Davidson y ciclistas profesionales que luchan contra las pendientes, alentados por los bocinazos de los autos.
Entre tantas tribus de viajeros, se destaca un grupo de muchachos de la universidad que compraron por US$ 2000 un viejo micro escolar, con el cartel School Bus, en el que despintaron un par de letras para convertirlo en el irrepetible Cool Bus. Así andan, con las tablas de surf en el techo, parando al costado del camino, cuando la ruta los deja, para deslumbrarse con el paisaje.
Quienes descubran el Big Sur durante los meses de verano en este hemisferio notarán que una densa niebla se instala a media mañana sobre el camino y el mar, dando al paisaje una tonalidad de colores intrigantes, con el sol filtrándose de a ratos o estallando brevemente sobre el mar, que muta del azul intenso al plateado más sombrío. En diez segundos, un día radiante puede convertirse en una gran nube espesa.
Uno de los vista points más impactantes es Ragged Point, con precipicios sobre el mar. Allá abajo, algunas porciones de desiertas playas de piedras, con aires prehistóricos y un silencio ancestral. Esto es California, aunque la imagen no coincida con lo que vimos en las películas y tampoco suenen de fondo los Beach Boys.
La zona está circundada por parques estatales como el Pfeiffer Big Sur State Park o el Andrew Molera State Park. Para hacer una buena caminata y acampar, es ideal adentrarse en el Ventana Wilderness, un paraíso verde que coronan piscinas de agua volcánica caliente que se forman en las laderas de las montañas.
Tierra de escritores
Siguiendo con el recorrido, se encuentra cerca de la ruta la Henry Miller Library, hogar del pintor Emil White, que fue el mejor amigo de Miller. Aquí descansan muchos de los textos del escritor y hermosos cuadros de su gran compañero. Hay que tener en cuenta que el Big Sur es tierra de artistas, no sólo por Miller, que vivió aquí entre 1947 y 1964, sino también porque era el refugio de miembros de la generación beat, como Jack Kerouac (tiene una novela que se llama Big Sur ) y Lawrence Ferlinghetti. También Orson Welles vivió en estas tierras junto a Rita Hayworth, en la casa donde ahora funciona el restaurante Nepenthe.
Para dormir en el Big Sur existen numerosos alojamientos, como el Glen Oaks Motel, el Deetjen´s Big Sur Inn, el Post Ranch Inn o el Ripplewood Resort, con tarifas a partir de US$ 75 la noche.
Finalmente, una de las mayores atracciones del Big Sur es el Bixby Bridge, construido en 1932 por prisioneros que trabajaron en el puente para acortar sus sentencias. Y aquí otro misterio de la ruta: durante la edificación de esta obra fue asesinado un obrero chino, sin dejar ningún rastro. Se dice que no hubo una investigación policial y que su cuerpo fue arrojado en el cemento fresco del pilar norte de este gigante. Hasta hoy circula la leyenda de que el chino es un fantasma que baja con la niebla, todos los días, a visitar el Bixby Bridge.
Aquí termina el recorrido por el Big Sur. Nos preparamos para llegar a Carmel by the Sea, el pueblo del que Clint Eastwood fue alcalde, y luego a Monterrey y a la salvaje Santa Cruz. Todo esto en la última entrega de este viaje en auto por California.
Por José Totah
Para LA NACION
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