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Bora Bora, Una erupción de vida

Sobre un volcán y en medio de una laguna, la isla materializa el sueño del lugar ideal




BORA BORA, Polinesia Francesa (El Nacional, de Caracas).- No es lava ardiente lo que emerge del corazón del volcán sobre el que se extiende Bora Bora. Bajo el mar, la hueca montaña perdió toda su fuerza y apagó su fuego interior. A cambio, una verdadera erupción de vida es la que nace en torno de sus cimas, que quedan al aire y son islas y motus (cayos), donde tiene su hábitat una flora de impresionantes colores.
Las aguas forman una laguna, cautiva de los bordes volcánicos, en la que mantarrayas, tortugas y toda clase de especies marinas tienen asegurado su sustento y supervivencia. Sobre uno de los motus se encuentra el aeropuerto de Bora Bora, al que se llega tras un vuelo de 45 minutos desde Papeete.

Bendecida por la naturaleza

En lancha rápida se transita por un mar que pasa de la transparencia casi absoluta a la oscuridad propia de la noche. Como tepuyes mudados al Pacífico, las montañas emergen ante la vista con sus pronunciados cortes, su cúspide irregular y un verdor que da cuenta de un suelo repleto de minerales.
Al paso veloz del bote van quedando atrás los múltiples desarrollos que han poblado la orilla y los islotes que integran esta perla polinesia. En ella, los palafitos -a los que los franceses llaman bungalows sobre el agua- no son viviendas rurales. Por el contrario, los farés tahitianos son la expresión máxima del lujo, y eso se advierte a la distancia.
Una vez en ellos, se entiende la novedad que representó en sus inicios esta propuesta de alojamiento, la cual ha hecho famoso a este atolón, bendecido por Dios y por el hombre.
El hotel Bora Bora -al que suelen ir los actores John Travolta y Pierce Brosnan- fue el primero de la isla y el pionero en construir estas novedosas casas sobre el agua. En Le Meridien -abierto en 1998-, los bungalows poseen un suelo de vidrio, para que el huésped pueda ver de día y de noche el fondo marino.
El Beachcomber, los Sofitel Marara y Motu, así como el Bora Bora Nui Resort & Spa incorporaron a sus suites privilegiadas mesas transparentes, que pueden abrirse para alimentar a los peces. Ese es sólo uno de los detalles que -como otros que simbolizan lo exclusivo y único de la oferta turística local- hablan de la necesidad de integración con el entorno que priva en esta y otras islas polinesias.

Cambio de piel

Con la llegada de los viajeros, el primitivo estilo de vida de Bora Bora tuvo que mudar de piel para encarnar el destino de exótico modelo. No obstante, si en algo han acertado los franceses ha sido en respetar el valor que tienen la naturaleza y el pueblo polinesio para una empresa que -como la de los viajes- vende sueños e ideales.
Pese a la explosión hotelera de los últimos años, se ha mantenido el principio de preservar el medio y se ha buscado incorporar a las comunidades locales al día a día de la actividad turística. Así se ha logrado consolidar una fórmula en la que las comodidades y lujos importados de las tierras galas tienen tanto peso como la posibilidad de imbuir al viajero en el universo cultural de los tahitianos.
Los hoteles más exclusivos, como el Bora Bora, el Orient Express Bora Bora Lagoon Resort o el Bora Bora Beachcomber Intercontinental, no sólo incorporaron de manera extraordinaria elementos locales a su diseño y decoración, sino que han extraído de la población el mejor recurso humano para la atención de sus clientes.
Eso le imprime realismo a una oferta turística que -de no contar con estos lazos con el entorno- podría ser tildada de cosmética o irreal. Otro vínculo inexorable con esa mezcla cultural que se vive en la Polinesia Francesa es la gastronomía.
El uso de ingredientes locales y el aporte de materias primas -como el cordero- importadas de Nueva Zelanda imprimen sabores novedosos que la creatividad y la técnica culinaria francesas han sabido explotar a la perfección.

Frutos de todos los sabores

Las frutas tropicales son imprescindibles en esta propuesta de fusión gastronómica, así como los frutos de mar y pescados, como el mahi mahi o el pez espada. La leche de coco proporciona un sabor exótico al ceviche, y la papaya adquiere una textura y consistencia perfectas cuando se prepara como puré.
Como en Francia, el pan de factura casera y horneado justo antes de comer es infaltable en la mesa, al mismo tiempo que la guayaba, la guanábana y la piña sustituyen a las fresas y moras en la carta de sabores de las confituras.
El cangrejo y la toronja son una combinación perfecta para la ensalada, igual que los camarones y la piña. Mixturas infinitas que, bajo la batuta de chefs consagrados, se puede degustar en los hoteles, sin temor de sentir que son platos prefabricados.

Datos útiles

Cómo llegar
En avión US$ 1350
Hasta Bora Bora, con tasas e impuestos.
Alojamiento
US$ 450
US$ 350
Base habitación doble.
Excursiones
Desde la isla hay paseos para explorar la vida en mar abierto, en los que se puede alimentar a los tiburones y nadar con las mantarrayas.
También se puede realizar safaris en 4x4 y dar una vuelta a la laguna en catamarán.

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por Redacción OHLALÁ!


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