
-¿Como artista que vive de gira, qué es lo que más añora de Buenos Aires?
-Los amigos, sin duda.
-¿Y algo propio de la ciudad?
-Mmm... el sitio donde vivo. Soy un ciudadano del mundo, pero con raíces, y mis raíces están acá.
-¿Qué es lo más interesante que le haya pasado arriba de un avión?
-Visitar la cabina de un Concorde durante el despegue.
-¿Con qué banda de rock aceptaría tocar alguna vez?
-No es mi target, pero evidentemente con los Beatles.
-¿De tantos países que visitó, cuál es el público que más lo ha cautivado?
-El que yo más cautivé. Los públicos austríacos y alemanes son los que más quieren la música.
-¿El hotel más excéntrico que haya visitado?
-No voy a hoteles excéntricos. Voy a buenos hoteles porque necesito tranquilidad. Soy muy dependiente de que no haya ruidos. No me interesa la excentricidad, sino la paz que reina en el sitio. Uno de los hoteles que más me gusta es el Península, de Tokio.
-¿Qué es lo que más le seduce de la situación de estar de viaje?
-El viaje es mi manera natural de existir. He sido ciudadano del mundo desde siempre. Vivo lo excepcional con una gran naturalidad.
-¿Antes de tocar, tiene algún ritual o alguna cábala?
-Me gusta llegar a la sala de concierto tres o cuatro horas antes, estar en el escenario, sentir la sala, respirar lo que pasa, sentir cómo está habitada, cómo es el piano. Es decir, hacer un poquito de conocimiento. Luego me concentro, rezo y me impregno de todos los recuerdos que me emocionan para estar lo más sensible posible en el momento de tocar.
-¿Un viaje inolvidable?
-A la Polinesia, porque si existe el paraíso en la tierra esas islas son lo que más se le parece. Fui en un momento muy especial, hace tiempo ya, porque estaba muy enamorado y viajé con esa persona.
-¿Si pudiera visitar a un director de orquesta de todos los tiempos, a quién vería?
-A Wilhelm Furtwängler. Hablaríamos de música.
Para más datos: pianista, acaba de regresar al Teatro Colón junto a la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires interpretando el primer concierto del abono 2016.
El diamante
"Estaba tomando un té con un alumno y me acerqué una tostada a la boca y ví que tenía adosado un diamante enorme, que costaría millones. Le pregunté, ¿qué es esto? Se puso colorado y me dijo: Te lo manda Mimí. Mimí era una amiga poderosa, una admiradora. En vez de alegrarme, me imaginé las aduanas que tenía que pasar con ese brillante... Gracias a Dios, no me dijeron nada. Cuando hablé con Mimí le pregunté si estaba loca.
Y se lo devolví. No podría quedarme algo tan costoso."
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