BRUSELAS (ANSA).- Hasta el último día del año, el Museo del Cacao y el Chocolate de esta ciudad mantiene abiertas las puertas de su laboratorio creativo, donde el maitre-chocolatier muestra y explica a los visitantes cómo se preparan artesanalmente los tradicionales pralinés.
Después de visitar el museo, con ayuda del chef se pueden realizar numerosas clases diferentes de chocolates, desde los mendiant hasta las orangette, para llevarse a casa.
Es un modo diferente de comenzar una visita a la capital belga, donde la tradición del chocolate tiene una historia de 400 años y se convirtió no solo en un arte por descubrir sino también en un refinado producto artesanal ideal para la época navideña.
En todo el país, el cacao se transforma en chocolates artesanales que son pequeñas obras maestras de la arquitectura pastelera y hacen del chocolate belga un producto renombrado en todo el mundo.
Uno de los edificios más bellos de la Grand Place, en el corazón histórico de la ciudad, alberga la Maison des Maitres Chocolatiers Belges: en esta academia, donde se dan cursos de cocina y se hacen degustaciones, se pueden comprar las creaciones de los mejores maestros locales.
Aquí hay chocolates para todos los gustos: barras aromatizadas con especias, medallones de fruta seca, trufas, pralinés, bombones de almendras, café y avellanas, así como las caragues, minitabletas de gustos variados.
No muy lejos de la Maison está Planete Chocolate, un negocio con sala de degustaciones donde se puede tomar un chocolate caliente que brota de una fuente para combatir el frío del invierno europeo, y visitar un pequeño museo.
Sin embargo, la tienda más tradicional de Bruselas sigue siendo Godiva Chocolatier, también sobre la Grand Place, abierta desde 1926. Aquí se puede conocer la elaboración de los mejores pralinés de Bélgica y adquirir cajas imponentes, pero también personalizadas.
Reyes del cacao
Igualmente valorados son el negocio-restaurante-sala de té y heladería Wittamer, uno de los reductos más chic del corazón de Bruselas, y Galler Chocolatier, proveedor oficial de la Corte.
Otro taller imperdible está en el negocio de Laurent Gerbaud Chocolatier, famoso por la calidad de sus materias primas: especias de Oriente, avellanas del Piamonte y pistachos de Sicilia.
Finalmente, tras pasar el Museo Magritte se llega al elegante Pierre Marcolini Chocolatier, laboratorio-negocio que crea chocolates y cremas para sus negocios en todo el mundo.
El vínculo de Bruselas con el chocolate se remonta al 1500, a los tiempos del emperador Carlos V, rey de España pero de origen flamenco. Desde América había llegado la planta del cacao: Bruselas fue la primera ciudad europea en utilizar la bebida amarga que se conseguía con sus semillas, y también la primera en endulzarla con azúcar. El chocolate sólido llegó a las pastelerías solo en el siglo XIX y principios del XX: desde entonces, los belgas se especializaron tanto en la forma como en el relleno.