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Budapest: las dos caras de una joya a orillas del Danubio

Herencia oriental y modernidad occidental se conjugan en la capital húngara. Iglesias, baños, ópera y gulasch




BUDAPEST (El País, de Madrid).-- Budapest y el lago Balatón. El recodo del Danubio. Pronto Hungría pasará al club europeo más selecto, el de la Unión. Se incrementarán las ayudas comunitarias, y con ellas, las autopistas que recorran el país arrancándolo de su relativo letargo. Por de pronto, hoy todavía conserva su carácter y esencia, forjados entre el calor de Oriente y el racionalismo de Occidente.
Hoy, Hungría respira cierta holgura, vive de lo que le proporciona el suelo (vino, cereal, ganadería), y afronta su entrada en la democracia desde hace 13 años sin complejos. La calidad de vida se palpa a lo largo de este país de no más de 10 millones de habitantes con un alto nivel cultural y de enseñanza. "Aquí vive muy bien el que quiere.
Solamente tiene problemas el que sigue empeñado en que el Estado le resuelva todos los problemas", asegura Gabriela Sudár, licenciada en lenguas y experta en turismo.

Herencia multicultural

Diversidad se llama la seña de identidad cultural de Hungría. Un país que a causa del Tratado de Trianón, de 1920, tuvo que renunciar a una salida al mar y cedió a Rumania una de sus tierras más queridas: Transilvania.
Por todas partes se elevan hacia el cielo los campanarios orientales de las iglesias ortodoxas, los de madera de las iglesias protestantes, las agujas neogóticas de las iglesias católicas, los alminares otomanos y las cúpulas de bulbo de las sinagogas. Es como si la religión entera se hubiese conjurado para salir de su ostracismo después del período comunista. Aunque, aseguran los habitantes de Budapest, los húngaros no son especialmente devotos.
Este país de la nueva Europa no es tan nuevo como lo pintan algunos. Por él pasaron romanos, ligures, magiares, tártaros, hunos, otomanos y muchos otros pueblos que dejaron su huella más o menos indeleble en los rasgos físicos de las personas, la excelente cocina y la arquitectura.
También contribuye con su especificidad el lenguaje, de origen fino-hungrio, que nada tiene que ver con otras lenguas de origen eslavo. Budapest es la ciudad de la arquitectura más deslumbrante y ecléctica del siglo XIX. La ciudad de la simetría y las grandes avenidas. La ciudad de los baños turcos, de la música, del Danubio y de los tilos más olorosos del mundo.
A principios del verano, junto con el olor a agua y a oxígeno del río (el río todavía huele a río), se entremezcla el aroma melífero y punzante de los tilos que se estremecen con la brisa de la tarde. La calle de Lizst estalla de noche y el mercado central se llena de amas de casa, turistas y carteristas avispados. Un lugar, el mercado, apto para paladear sin disfraces la vida local.
Lo mismo que sucede con los baños turcos. El Baño Real, en Buda, aún conserva su cúpula y la estructura otomana, y, como los demás, mantiene de forma rigurosa los turnos de hombres y mujeres. Lástima que no figure en las listas de los monumentos más destacables de la ciudad y que aún no haya sido restaurado.

Patrimonio monumental

Por lo demás, el Parlamento, la ópera y la iglesia de Matías son los monumentos que más atención reclaman. Todos del siglo XIX, todos más o menos fantasiosos y espectaculares. Son, sin embargo, el Instituto Geológico y el Museo de Artes Decorativas, del gran arquitecto modernista Odön Lechner, los más innovadores y geniales de la época, con sus curvas vegetales y sus alegorías magiares.
A pocos kilómetros de Budapest está una de las mecas del turismo de un día: San Andrés (Szentendre). Una pequeña localidad fundada en el siglo XVIII por habitantes originarios de los Balcanes que guarda cierto aire meridional y colorido.
No lejos de allí está el Museo Etnográfico al aire libre. Inexcusable para un primer sondeo del alma húngara. En un espacio de más de 60 hectáreas se están reconstruyendo distintos poblados tradicionales con una variada muestra de arquitectura popular en la que encuentran molinos de agua y de tracción, viviendas y granjas.

El pulmón verde de Europa

Al sudeste de Budapest, en la zona fronteriza con Rumania, se extiende por fin la Puszta, la gran planicie o estepa que abarca el 60% del país. Una región plana como el mar que inspiró al gran poeta húngaro Sándor Petófi y a muchos otros soñadores de la pluma y el pincel.
Aunque ya muy humanizada por la agricultura, aún conserva la mayor extensión virgen de Europa, como un inmenso mantel de gramíneas, hierbas ocre y verde tierno, y toda una red de marjales repletos de vida animal.
Es en el parque nacional de Hortobagy, de unas 80.000 hectáreas, donde mejor se puede disfrutar de la vida en las estepas, el relincho nervioso de los caballos nonius, las manchas grises de las ovejas merino azuzadas por perros negros, y la silueta impasible y enorme de los bueyes grises, cuyos cuernos invitan a no intimar demasiado con ellos. La Puszta es también la tierra del gulasch humeante y de las crêpes rellenas de guindas y semillas de amapolas.

Bendecida por naturaleza

Entre sus humedales se cobija una interesantísima avifauna que se puede contemplar cómodamente desde los observatorios. Se han censado hasta 342 especies, 152 de ellas nidificantes.
Las garzas son las estrellas indiscutibles. Aunque la época no es la mejor, por estas fechas se contemplan avetorillos, garcetas grandes, garzas imperiales y cangrejeras, y también martinetes.
Pero además se ven cormoranes pigmeos, y son muchas las rarezas con las que un aficionado puede llenar el cuaderno de notas exóticas: ánsares de careto chico y de careto grande, águilas imperiales orientales, ratoneros moros y calzados, moritos, y todo un elenco de bellezas aladas que rasgan la monotonía de la planicie con su vuelo.

Datos útiles

Cómo llegar

En avión US$ 980
A Budapest, ida y vuelta, con tasas e impuestos.

Alojamiento

* * * * US$ 65
* * * US$ 55
La habitación doble

Gastronomía

Muchos platos se preparan con páprika, especia similar al pimiento. Los más comunes son el gulasch húngaro, espesa sopa de carne, cebolla y papa.

Baños termales

Uno de los grandes atractivos de la ciudad. Por unos 5 euros no hay mejor plan para relajarse durante el día.

Más información

Embajada de Hungría, Coronel Díaz 1874, 4822-0767. Atención de lunes a viernes, de 9 a 14.
Inés Eléxpuru

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por Redacción OHLALÁ!


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