

CABO POLONIO.- Un lugar despejado, sereno y silencioso en armonía con la naturaleza. Sin multitud, sin consumo permanente para saciar el aburrimiento, y por un tiempo -aunque sea breve- olvidarse de cómo está el mundo, de los titulares de los diarios, de la radio y de la TV.
En Cabo Polonio no hay luz eléctrica, ni gas natural, ni agua potable. Y no sólo se carece de TV, sino de lugares recreativos. Alguno que otro bar son los únicos entretenimientos. Si alguien quiere pasar la noche despierto, nada mejor que un pub sobre la playa para contemplar las estrellas.
Se puede sumar el rumor del mar -dicho sea de paso, sin escolleras- y la presencia de dunas, de relativa altura, cerca de la costa. De noche, todas las casas y comercios toman un formato visual inusitado. Decenas de velas colgando de los techos y sobre las repisas iluminan las edificaciones.
Lucecitas breves y temblorosas dibujan curiosas formas en el pueblo: son las velas y linternas que suplen la falta de energía eléctrica y, obviamente, de alumbrado público.
La apacibilidad de Cabo Polonio contrasta con el bullicio de Punta del Este, a 150 kilómetros. Desde Montevideo está situado a 246 kilómetros.
Un sinuoso camino
Llegar al Cabo requiere una pizca de espíritu de aventura. Desde el parador que está sobre la ruta, camionetas especialmente adaptadas -ruedas gigantes, doble tracción, una gran parte trasera libre para el transporte de pasajeros y equipaje- parten continuamente para recorrer los 8 kilómetros de dunas, bosques forestados y sobre todo viento, que mueve la arena de un lado a otro del camino. El conductor se ve forzado a abrir nuevas rutas en cada recorrido.
Para el recién llegado, el lugar se muestra con aspecto desordenado: no hay calles marcadas, ni centro, ni cables que organizarían un trazado urbano. Unas cien casas -casi todas de madera, pintadas de blanco- están a los costados de caminos arenosos y pastizales. Sin embargo, a medida que uno avanza, eso que parece confuso a los ojos del observador comienza a tomar forma, se organiza y entonces se comprende que la naturaleza es la que domina el lugar.
El Cabo propiamente dicho es una zona de costas rocosas, peligrosas para la navegación hasta el punto de tener en su haber una cantidad considerable de naufragios. Dos de estas tragedias se disputan la autoría del nombre del lugar. La primera ocurrió en 1735, cuando naufragó el buque Polonio, proveniente de Cádiz. La segunda teoría dice que fue el hundimiento del barco al mando de Joseph Polloni quien prestó su nombre al lugar. Toda esta fama de lugar inseguro derivó en la construcción del faro, de 25 metros de altura, inaugurado en 1880. Ascender, requiere trepar sus 124 escalones, equivalente a unos 9 pisos.
En una de las tres islas rocosas, justo frente al Cabo, un asentamiento de lobos marinos presenten un divertido espectáculo para los visitantes. Con sus cuerpos desparramados sobre las piedras, algunos se secan, otros juegan o se pelean rodeados de pájaros.
Siguiendo por la costa, se cierra el espacio de las piedras para dejar lugar a varios kilómetros de playas desiertas. Estas invitan a caminar o a tenderse sobre la arena al sol, después de una zambullida en el mar.
La austeridad del paisaje y el silencio circundante crean la ilusión de estar en una isla desierta, con la naturaleza como única compañía.
Datos útiles
Cómo llegar: el pasaje a Montevideo en ferry dura 2.45 horas. y cuesta 58 dólares de ida. Desde la Terminal Tres Cruces el pasaje cuesta 30 dólares, ida y vuelta; (empresas Ruta del Sol, Cot, Synsa) o en automóvil por las rutas 9 y 10.
- La entrada está en el kilómetro 257, y sólo se puede ingresar con vehículos de compañías autorizadas (6 dólares, empresas El Francés, el Safari del cabo, el Canario y cabo Polonio Safari Express), a caballo o a pie ( 8 km).
Alojamiento: hosterías La Perla y Mariemar. Una habitación base doble con desayuno incluido cuesta 45 dólares diarios (tienen luz y agua caliente que les provee los generadores propios). Hay también ranchos sin servicios entre 35 y 50 dólares diarios. Sólo hay una pequeña zona donde se permite acampar, no hay camping.
Gastronomía: en el restaurante Estación Central se consiguen excelentes platos típicos del lugar: mariscos (entre 4 y 10 dólares), buñuelos de algas (3) o rabas (5).
Excursiones: el faro se abre al público los sábados y domingos, de 16 a 18, y la entrada es gratuita.
Más información: Oficina de Turismo de la Embajada de Uruguay, 4807-3040.
Sandra Barreto
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