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Cabo Vírgenes y el mítico faro

Por Francisco Markez




Somos un grupo de cinco jubilados, amigos de la época de estudiantes, que recorrimos con nuestras esposas, por etapas, la mítica Ruta 40. Este fin de verano nos tocaba el sector sur. Como nos enteramos del enésimo cambio en el trazado de la ruta y de que el km 0 iba a estar en Cabo Vírgenes, lo incluimos en nuestro itinerario. Este cabo, además, lo relacionábamos con el clásico faro donde termina el territorio continental de la República Argentina, una razón más para visitarlo.
Partimos desde Río Gallegos rumbo al Sur. El paisaje, en su subyugante inmensidad, comienza siendo llano, cambiando luego a pequeñas elevaciones y mesetas, cubierto con la típica vegetación patagónica. En el trayecto se divisan varias zonas de extracción y almacenamiento de petróleo. De pronto se abrió ante nosotros una postal alpina: casitas blancas, una capilla, galpones, árboles y pasto verde, todo muy prolijo. Es la estancia El Cóndor, ahora de los Benetton.
Siguiendo en dirección al Sur entramos en la estancia Monte Dinero, conocida por su rica gastronomía patagónica.
En la parada siguiente visitamos una extensa pingüinera, recorrida por senderos con carteleras explicativas de la fauna y la flora de la zona. Caminamos entre los pingüinos de Magallanes, con sus nidos bajo los matorrales, entretenidos con la crianza de sus pichones. Pocos km más adelante llegamos a una planta de petróleo, muy cerca ya del faro, destino final de nuestra excursión.
Pero hete aquí que no había forma de acercarse a ese faro, por los alambrados que nos lo impedían. Nos intrigó una bandera chilena que divisamos y decidí seguir el camino a pie para develar el misterio. Después de caminar unos centenares de metros bordeando el alambrado llegué a un mojón que señalaba que yo estaba en territorio argentino y el faro, para mi sorpresa, en el chileno. Crucé los alambres y entré así al país vecino, pero no encontré persona alguna que aclarara mis dudas.
El grupo constató mientras tanto que estábamos en Punta Dungeness, en la entrada misma del estrecho de Magallanes, que pertenece a Chile, y que el Cabo Vírgenes quedaba unos km más al Norte.
Nos dirigimos entonces hacia nuestro faro, una torre troncopiramidal con franjas blancas y negras, de 26 m y que está en la cima de una empinada barranca, con una hermosa vista de los alrededores. Abajo, próximas a la orilla del mar, se ven las casas de los gendarmes y cerca del predio del faro está la confitería Al Fin y al Cabo. Buscamos el mojón km 0 de la emblemática Ruta 40 sin éxito, pues aún no había sido emplazado. Así nos quedamos sin la histórica foto.
Mientras el atardecer doraba los paisajes patagónicos, tan iguales y tan distintos, volvimos a nuestro punto de partida, cansados, pero enriquecidos por lo que habíamos visto, disfrutado y aprendido.

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