Newsletter
Newsletter

Calilegua: donde Jujuy sale a la selva

Este parque nacional de 76.000 hectáreas forma parte de un mundo casi desconocido en el norte argentino




SAN SALVADOR DE JUJUY.-- En la provincia en la que conviven las postales del cerro de los Siete Colores con las de las mujeres de manos arrugadas frente a los telares, donde se combinan las alturas de la Puna con la pasividad de los collas en la Quebrada de Humahuaca, también hay opuestos que se encuentran y conjugan sin conflicto alguno.
Parece imposible que más de 76.000 hectáreas de esa misma provincia de los colores terrosos estén superpobladas por el verdor de las yungas, especies típicas de la selva cubierta por nubes. Es el hábitat del yaguareté, la taruca (similar al ciervo colorado) y más de 200 especies de aves protegidas en el sudeste jujeño, dentro de los límites del Parque Nacional Calilegua, declarado parque nacional en 1979 y Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2002. Es un sitio en el que reinan la biodiversidad y un ambiente privilegiado para conocer los secretos que esconde el norte argentino más allá del Altiplano y la Puna.

Cuesta arriba

El camino de esta aventura comienza en Ledesma, sitio donde las cañas de azúcar dominan la economía y el paisaje costumbrista. De allí se emprende el viaje hasta la localidad de Libertador General San Martín, y por 8 kilómetros de tierra por la ruta 83 se llega a la puerta del parque nacional.
Esta misma ruta cruza el parque y guía a los turistas hasta sitios inimaginados, abandonados por el destino entre la selva y las nubes en un ascenso desde los 400 hasta los 3000 metros sobre el nivel del mar, en una cuesta de 95 kilómetros que lleva muchas horas (la dificultad de la senda es alta para los vehículos, con curvas y precipicios pronunciadísimos). Entonces, el paso obligado comprende pueblitos como San Francisco, Alto Calilegua, Valle Grande y Valle Colorado. Los más arriesgados a sufrir las consecuencias de la altura podrán, en corto plazo y cuando se habilite la ruta de 11 kilómetros que se deberá hacer a pie o a caballo, pasar de las yungas verdes a la Quebrada de Humahuaca, del otro lado de la montaña.
Privilegios que da el paisaje en este parque exuberante son los miradores distribuidos en la montaña, que permiten detenerse para ver los ríos, ubicar uno por uno los cerros y descubrir los rastros del Camino del Inca, que aparecen con veredas de adoquín, diseminadas en la tierra que les perteneció a los aba-guaraní, comunidad aborigen que aún habita en la región, cerca de valle Colorado, con su pequeña iglesia, tierra rojiza y acceso únicamente para peatones.
Pero para no avanzar demasiado rápido hacia las alturas es necesario comenzar por el principio, donde Calilegua abre sus puertas. Tras pasar el arroyo Aguas Negras, tres mujeres guardaparques ofrecen el menú de opciones.
En el parque coexisten tres capas de yunga: bosque o selva pedemontana, selva o pastizales de montaña y nuboselva (que aparece en Santa Ana, la última población en la cadena que ofrecen las yungas hacia arriba de la ladera oriental de la cordillera de los Andes), y hay más de diez senderos para hacer avistamiento de aves o seguimiento de huellas de animales.
Entre los más interesantes están los senderos autoguiados, como el de la Herradura o el Momota, cercanos a la entrada del parque y al camping, ideales para los más chicos o los menos entrenados, en un recorrido que se acerca a un cauce de agua fresca.

Camino a La Cascada

Siguiendo pendientes pronunciadas o algún curso de agua, hay alternativas como el sendero La Cascada, que comienza a 100 metros de la seccional Mesada de las Colmenas, promediando el recorrido del parque donde la selva montana exhibe su esplendor regada por el arroyo Negrito, y a 300 metros aguas abajo se puede observar su unión con el arroyo Tres Cruces y, claro, la cascada. Para este circuito se precisan tres horas de caminata.
Al ascender, el clima subtropical que tiene la zona se vuelve más húmedo aún. El calor aumenta, excepto cuando la brisa acompaña la caída del sol.
Un poco antes de que eso ocurra, y ya fuera de los 23 kilómetros que ofrece Calilegua bajo la protección de Parques Nacionales, emerge San Francisco. Un caserío donde se saborea rico asado en la galería del único hospedaje del lugar, Tía Carola, y donde también León Cruz, vecino y presidente de la agrupación gaucha, canta coplitas a la sombra, para alejar los ardientes espíritus del sol de las 4 de la tarde.
Desde allí y también en Valle Grande y Valle Colorado, con más aire indígena, se dibuja el plano real de la geografía de las yungas con el filo montañoso que arman la serranía de Calilegua y Socavón, más arriba en la precordillera subandina.
El ganado se cruza en el camino sin cuidado y llega la hora de emprender el regreso, mate en mano, y por el mismo camino del parque nacional, con el cono de sombra que el sol impone sobre las lianas, los árboles altos y el verdor de una selva que sorprende.
Por Soledad Aguado
De la Redacción de LA NACION

Tilcara, con herencia colonial e indígena regala colores primarios

SAN SALVADOR DE JUJUY.-- Nadie puede irse de Jujuy sin conocer Tilcara, capital arqueológica de la provincia, pueblo que se quedó en el tiempo, donde la quena suena a toda hora y las peñas suben el volumen por las noches.
Allí también hay una iglesia que recupera el santo encanto de los atardeceres sobre su silueta, que se vuelve anaranjada a esas horas mientras que, en las mañanas, la plaza se llena de gente cuando los pueblerinos invitan a probar dulce de higo, cuaresmillos (duraznitos cosechados en cuaresma) y vino patero elaborado con uva cereza de Purmamarca.
En este pueblo hay mucho de cielo y tierra por admirar. En un camino que parece derivar en las antenas de telefonía hay un sendero para hacer trekking aunque el aire se ponga pesado, tal vez como consecuencia del nombre de este sitio, la Garganta del Diablo, un cañadón que se ve seco la mayor parte del año y que muestra la imponencia de los cactos tan solitarios como vitalicios. Desde allí se observa Tilcara, a 2461 metros.

Artesanías y cactos

La ruta nacional Nº 9 une esta localidad con otras más pequeñas aún como Huacalera y Uquía, donde los pobladores reciben con amabilidad y muestran sus artesanías de barro, cactos y especias en venta.
Cuarenta y dos kilómetros más adelante aparecen los rastros más evidentes del pasado geológico de la región: 600 millones de años que formaron la Quebrada de Humahuaca, cordón montañoso que se alza de plano ante la vista y que es bendecido puntualmente, cada mediodía, con la salida de la imagen de un santo del campanario de la iglesia. Si se sigue la marcha en el camino, aparece la Puna en su máximo esplendor. Cardones, tierra rojiza y el nacimiento del río Grande pintan la magnificencia de Iturbe y Tres Cruces, en lo más alto de la quebrada.
En cualquier sitio es conveniente saborear empanadas con carne cortada a cuchillo, tamales, humita en chala y locro, más quesillo de cabra.
Para invertir el camino, de Tilcara hacia el Sur, se puede acceder a uno de los pueblos más pintorescos del norte argentino: Purmamarca. Este sitio hace gala de tener la mejor feria de la zona alrededor de la plaza.

En la Puna, flamencos a la vista

En plena Puna, tras andar más de tres horas en camioneta, por sitios donde todo es sequía, calor, sol, asoma un lugar que parece un espejismo en el desierto. Pero a medida que uno avanza comprueba que es algo real.
Se trata de la laguna de los Pozuelos, un espejo de agua rodeado de montañas, a 3750 metros sobre el nivel del mar.
Declarada reserva de biosfera, la laguna contiene el silencio de un oasis y hasta los colores que podrían convertirla en una historia de ficción: tres clases de flamencos habitan en las orillas y se puede observar con prismáticos o teleobjetivos, desde el borde del agua, a unos 250 metros.
Un ambiente predominantemente acuático en la Puna, donde se protegen dos de las tres especies de estas aves que se encuentran en peligro de extinción. Suena raro, pero es imperdible. Siguiendo por la ruta provincial Nº 7, aparecen pequeñas poblaciones hasta llegar a La Quiaca, donde se celebra la más tradicional fiesta de Jujuy, conocida como de las ollas.
Al Este, continúa Yavi, con una iglesia de adobe y un altar de oro, y con el verdor del paisaje, que demuestra claramente el juego de contrastes que ofrece esta provincia del norte argentino.

Datos útiles

Cómo llegar

En avión $ 500
Hasta San Salvador, ida y vuelta, con tasas e impuestos.
Al parque se accede por la ruta nacional Nº 34. Está a 100 km de la capital jujeña.

Visita guiada

Es imprescindible para cualquier paseo dentro del parque solicitar la guía de árboles al guardaparques, dado que hay carteles con números que ofrecen datos sobre las especies, y con su información se consigue determinar las coincidencias.
Beber mucha agua (llevarla consigo en cantimploras o botellones para todo el recorrido del parque porque sólo se puede conseguir agua potable en las seccionales del guardaparques, pero no a mitad de camino), usar ropas livianas por el calor, cubrirse la cabeza y llevar mucho repelente para mosquitos.
Además, al regresar del parque, observar la piel, y si hay pequeñas garrapatas en manos o piernas, quitarlas con pinza de depilar. El procedimiento no es doloroso.
Es muy recomendable realizar el recorrido por los senderos en bicicleta.

Más información

Parques Nacionales
Avda. Santa Fe 690 (4311-0303). Atención, de 10 a 17.

En Internet

¡Compartilo!

SEGUIR LEYENDO

¿Cuáles son los mejores lugares para probar este clásico postre italiano?

¿Cuáles son los mejores lugares para probar este clásico postre italiano?


por Redacción OHLALÁ!

Tapa de revista OHLALA! de mayo 2025 con Lali

 RSS

NOSOTROS

DESCUBRÍ

Términos y Condiciones


¿Cómo anunciar?


Preguntas frecuentes

Copyright 2022 SA LA NACION


Todos los derechos reservados.

QR de AFIP