
ST. MAARTEN/ST. MARTIN.- El Caribe es un rosario de islas, a cual más linda, con una primavera-verano constante y a pleno sol. Y una de las más singulares es la holandesa Sint Maarten y la francesa Saint Martin. Que comparten 96 kilómetros cuadrados, la mitad de la superficie de la Capital Federal en Buenos Aires.
No hay fronteras al pasar de una parte a la otra. No están partidas por el medio, sino integradas por una paz de 350 años. Es una isla amigable, como dicen las patentes de los autos (friendly island) y el visitante lo siente apenas llega al puerto o al aeropuerto, que están en Philisburg, la capital holandesa al Sur.
Y lo confirma al ir a Marigot, la capital francesa que está al Oeste. No hay inmigración ni aduana al pasar de las Antillas Holandesas a las Antillas Francesas, sólo un cambio de bandera. Con un monolito en el límite para la fotografía de recuerdo. Son dos países al precio de uno, con el ingrediente de la fusión caribeña y el aporte de inmigrantes que llegaron desde 70 países buscando paz y trabajo.
Entre Holanda y Francia
De un lado, el idioma oficial es el holandés y se escuchan palabras en papiamento, que es un dialecto de las Antillas. Del otro, el francés con el aporte del creole afroamericano. Y todos usan el inglés como lengua práctica y aceptan dólares, aunque les gustan más los euros.
Es una isla doble de cuerpo y de alma con la fertilización cruzada del Caribe, que es un laboratorio de culturas. Sus 60 mil habitantes, la mitad de cada lado, saben que su industria es el turismo. Y apuestan a mejorar los servicios para recibir alrededor de un millón de visitantes por año. Por eso invirtieron en un muelle de 650 metros para que puedan amarrar hasta cuatro barcos juntos y están ampliando el aeropuerto Reina Juliana, donde llegan los Jumbo non stop desde Europa y Estados Unidos.
Los holandeses confirman su habilidad para los negocios y los franceses aportan su arte de vivir en el que son maestros. Aunque todos la pasan muy bien, propios y extraños, en una fiesta en continuado. Con el agregado del Carnaval que también es doble. Por una parte la francesa en nuestra fecha tradicional y por la otra la holandesa, que dura 17 días y culmina el 30 de abril con el cumpleaños de la reina Beatriz. Como escribió Rolando Hanglin, aquí todo "tiene una vibración que no es de este mundo? Es como vivir bailando".
Residentes y turistas ven la vida color turquesa, igual al de su mar tibio. Con 37 playas, prácticamente una por kilómetro de costa, donde se puede hacer desde jet ski a parapente sumando el alquiler de yates de paseo, lanchas para pescar o para bucear entre los arrecifes de coral. O simplemente preferir una reposera para no hacer nada salvo lograr un tostado tropical.
Tiene distintos tipos de mar y playas. Además, la gran laguna de Simpson Bay, ideal para deportes náuticos. Con dos mil habitaciones en hoteles, villas, tiempo compartido, departamentos en todo rango de precios. La parte sur es más llana, con doce casinos con hotel incluido porque los holandeses permiten el juego.
Buenas carreteras con mucho tránsito nos llevan a la parte norte donde hay playas más solitarias. Un paseo que podría titularse mar y sierras con muchos miradores para hacer escalas y sacar fotografías. O salir de cabalgata cerca del monte Flagstaff, un volcán extinto.
Hay dos maneras de disfrutar de la isla. Una es para los que llegan en cruceros y aprovechan bien el día antes de zarpar a la tarde.
El puerto (del lado holandés) está al lado del centro, que mantiene su aire colonial holandés con pequeñas iglesias entre un conjunto de negocios pintados.
Tiene dos calles principales. Una mira al agua, con bares y barcitos de todo tipo sobre la arena y la música constante. Otra, a sus espaldas, la comercial, donde hay artículos de todas partes con la ventaja de no pagar impuestos: joyas, piedras preciosas, cámaras fotográficas, equipos de audio, porcelana y un vasto etcétera que incluye el típico Guavaberry, licor casero a base de ron y frutas de arrayán. A un costado, el mercado de artesanías, batiks y remeras. Para los apasionados por las compras es un ejercicio a tiempo completo comparando vidrieras y precios.
La vida de playa puede ser apacible o intensa, según los gustos. Los amantes de los deportes exigentes pueden tomar un programa de montain bike, kayak o canoas conducido por Juan Pablo Piscione, un argentino experto en triatlón que predica con el ejemplo. Vino de visita hace 15 años a St. Maarten y se instaló siguiendo el ejemplo del pionero Malcolm Maidwell, que le dio un gran impulso a la actividad física (aerobismo) por lo que fue distinguido por el gobierno holandés.
Podemos recorrer la isla completa en cuatro o cinco horas en auto. Y conocer Marigot, la capital francesa que tiene un centro comercial con ascensores de vidrio que nos hace sentir en París, con todas las marcas haciendo juego.
Vida de veraneante
Se puede hacer una visita corta de crucero, pero es más divertido disponer de varios días para conocerla más a fondo. El menú es muy amplio. Por empezar, de acuerdo con cada temperamento se elige el tipo de alojamiento. En la parte holandesa predominan los grandes resorts con casino incluido y en la francesa hoteles igualmente cómodos, pero más alejados y donde el juego está prohibido. En un caso predomina la diversión y en otros, el relax. Aunque en todos la consigna es pasarla bien y respetar la idea fuerza: No Problem.
Comer se come bien en todas partes. Los turistas pueden elegir entre más de 300 lugares con platos franceses, holandeses, caribeños, creole, italianos, chinos, indonesios, ejemplos de cocina de autor.
En la parte francesa no se acuestan tarde, pero en la holandesa los casinos y su mundo anexo, las discotecas, están abiertas hasta las tres de la madrugada. También los restaurantes. Uno de ellos se llama Tentación y merece el título porque es un ataque a los sentidos, desde la iluminación hasta el piano bar.
Como buen chusma, haciendo lo que hacen todos, quise dar un vistazo a la playa nudista más famosa del Caribe, la del Club Orient, en la parte francesa. Allí, la ropa es opcional porque pueden quedarse en cueros sin que a nadie le importe. El topless es común en todos lados, pero aquí el desnudo puede ser completo.
Por Horacio de Dios
Para LA NACION
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Paseo por el vecindario
ST. MAARTEN/ST. MARTIN.- Además de recorrer de punta a punta esta isla y siempre encontrar algo para disfrutar, una buena alternativa son las escapadas durante el día hasta las islas vecinas, aún más exclusivas.
Por ejemplo, la inglesa Anguila está a sólo 20 minutos de barco desde el puerto de Marigot. Las playas son amplias y el mar aún más cálido.
También hay catamaranes para llegar hasta la francesa St. Barth en dos horas o en 40 minutos en lanchas rápidas. Sin olvidar la avioneta, que lo hace en 15 minutos.
En todos los casos hay que volver antes del atardecer, porque no se autorizan de noche. Son excursiones que valen la pena porque cada isla tiene una fisonomía propia que merece ser conocida y disfrutada. Y en medio día uno tiene una idea de las sucursales del paraíso que nos regaló Cristóbal Colón con su primer charter, en 1492.
Precisamente, esta idea de complementariedad impulsó en los últimos años la reunión en St.Maarten de este conjunto de islas vecinas para promover una tarea en común (St.Barth, Anguilla, St.Kitts Nevis, Saba). La sigla es Smart, pero al pronunciarla la asociamos con la palabra inglesa que significa inteligente, elegante. Tal como es St.Maarten-St.Martin.
Datos útiles
Cómo llegar
El pasaje en avión, de ida y vuelta hasta St. Maarten cuesta US$ 1120. Hay un servicio de ómnibus que conecta Philipsburg y Marigot con conexiones a Grand Case (US$ 1,5). El taxi no es económico, y desde el aeropuerto a Marigot ronda los 12 dólares y a Orient Bay, 25.
Alojamiento
Un hotel de dos estrellas ronda los 80 dólares la habitación doble con desayuno. Uno de tres supera los 120 y los de cuatro o más estrellas están arriba de los 280. En un hotel de lujo como La Samanna, Esmeralda Resort y Alamanda Resort las tarifas pueden alcanzar los US$ 1000.
Actividades
Un paseo en parasailing puede contratarse en la playa por 90 dólares, mientras que una excursión de buceo sale 45, y un paseo en lancha ronda los 35. En las playas se alquilan kayak por 15 dólares la hora.
Gastronomía
En un restaurante elegante, una cena ronda los 80 dólares por persona. Pero hay otras buenas opciones para comer por 20 dólares.
En Internet
www.st-martin.orgwww.st-maarten.com
Huracanes Cuando sopla el viento...
Es una realidad, pero no necesariamente para alarmarse ni para suspender un viaje. Hasta el 30 de noviembre, en el Atlántico, en la zona del Caribe, es temporada de huracanes. Como todos los años, desde siempre.
Los huracanes no sorprenden como un chaparrón de verano; se desplazan lentamente y esa lentitud permite tomar previsiones.
Tampoco se dan uno atrás del otro y en todas las islas al mismo tiempo. Ni todos llegan a ser agresivos. Algunos directamente se transforman en vientos fuertes cuando llegan a tierra firme y pierden intensidad.
En lo que resta de la temporada, según la Administración Nacional de Océanos y Atmósfera de los Estados Unidos en un informe de principio de mes, se pronostica que habrá entre 11 y 14 tormentas tropicales, sólo entre siete y nueve llegarán a huracanes.
En las islas del Caribe, los grandes resorts están preparados para hacerle frente a estos vientos en forma de espiral.
Los servicios meteorológicos avisan con tiempo y sólo hay que seguir las instrucciones de los empleados del hotel.
Los que viajan en crucero, tal vez ni siquiera se despeinen ni se enteren. Si reciben el aviso de la llegada de un huracán a la zona hacia la que se dirige el barco, existe la posibilidad de cambiar el itinerario en alta mar y atracar en otro puerto sin inconvenientes. Y el viaje sigue, casi como si nada.
Más información: www.noaa.gov
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