
Mi señora y yo estuvimos en Catamarca a fines de julio y principios de agosto. Más precisamente, nos alojamos en Fiambalá, pueblo ubicado en el sudoeste de la provincia, 45 km al norte de Tinogasta.
Por lo que pudimos recorrer, Catamarca es hermosa. Una serie de pueblitos pintorescos: Saujil, Medanitos, Taton, etcétera, le dan realce a un paisaje cordillerano con matices propios. Nada que envidiar a las otras provincias que también gozan de él. Por el contrario, las montañas presentan sus propios colores; los valles reflejan una exuberancia extraordinaria, cubiertos de vides y olivares.
Y luego, camino de la Cordillera, al límite con Chile, la magia de los colores se va ampliando. Rebaños de guanacos y vicuñas, en total libertad, matizan el paisaje, mientras el viento frío y arenoso ensucia y limpia la espectacular ruta.
A unos kilómetros del destacamento de Gendarmería Nacional, visitamos la gruta de la Virgen, donde brota un manantial de aguas muy tibias.¿Y qué decir de las termas de Fiambalá? Son para disfrutar en invierno. Muy cálidas, alcanzan los 45ºC, se enfrían de a poco a medida que cambian de pileta, hacia abajo. Su origen no se conoce, pero la gente sale renovada de esa agua que baja de la montaña.
¡Hermosa, Catamarca! Volveremos a recorrerte y a probar los frutos de tu tierra, aprovechando la proverbial calidez de tu gente...
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