
Mi hijo más chico es chupete-dependiente.
Hay unos divinos y super top con animalitos, transparentes, anatómicos, de marcas inglesas, holandesas, norteamericanas y japonesas.
Hay con arandela, con agujerito, con cosito y sin cosito.
Mi hijo sólo acepta uno celeste, grande como una lamparita, marca Cariñito
Los chupetes Cariñito, son muy difìciles de conseguir.
Son tan feos que las farmacias (las pocas que los venden) no los exponen. Vos preguntás "tenés chupete Cariñito?" y te sacan una bolsa de llena de un cajón.
Cuestan no más de tres pesos con cincuenta.
Es genial, porque luego una lo cuida como si se tratara de una joya de la abuela.
Bueno, anoche, la joya de la abuela no aparecía por ningún lado.
Es como con las biromes: tenés dos millones, pero cuando necesitás una, no hay.
Así, tal cual.
Nos dedicamos, Nicolás, mamá (estaban mis viejos comiendo en casa), Marcos y yo a buscarla (papá y Mirti estaban afuera, hablando de cómo hacer queso de oveja...¿?).
Cuando ya habíamos buscado en todos lados y a punto de subirme al auto para comprar uno en una farmacia que queda sobre Libertador tipo por Martínez, mamá dice "en la basura"
"Yo voy!" dije, y abrí la bolsa que esperaba ser sacada al canasto de la vereda en breve.
La abrí y además de 18 mil papeles glacé recortados, entre las revistas Parateens que lee Mirti y decidió tirar, encontré un stick de Evatest.
Con dos rayitas.
No voy a hablarle hasta que ella decida hacerlo.
No quiero que piense que le revisé sus cosas. No quiero invadirla.
Pero a la vez: OH-MY-GOD...
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