Los chicos resilientes están más preparados para enfrentar desafíos y se sobreponen mejor a las adversidades. Te contamos de qué se trata este concepto y cómo sembrarlo en ellos.
Puede que desconozcas el significado de resiliencia y que -aún así- esté siendo una herramienta fundamental en tu vida, o quizás la tengas presente y agradezcas llevarla en tu mochila de útiles emocionales. Se trata de la habilidad para enfrentarse a situaciones críticas o estresantes y salir fortalecido de ellas. Esta capacidad comienza a desarrollarse desde el nacimiento.
El concepto proviene de la física y hace referencia a los objetos que se doblan bajo tensión, sin romperse. Para la psicología, la resiliencia es la capacidad de fortalecerse a partir de la adversidad. Una herramienta que dan la crianza y la experiencia -en conjunto- para ser más fuertes a la hora de enfrentar golpes de la vida como una decepción, un duelo o un rechazo. Y qué mejor que regalarle a los hijos esta fuente de riqueza que les va a redituar toda la vida.
Los chicos nutridos en la resiliencia van a estar -sin dudas- mejor preparados para enfrentarse a los desafíos del futuro, y se recuperarán más pronto de los momentos difíciles. Pero hay que conocer sus etapas de desarrollo para proponerles retos y aprendizajes que sean acordes a su edad. La clave es desarrollar en ellos un sentido de auto-eficacia, haciéndose responsables de su comportamiento, en un entorno seguro, atento y cuidado. Además del acceso a una adecuada nutrición, a la salud y a la educación, la Dra. en Psicología y coordinadora científica de la Fundación INECO, María Roca, nos da unas pistas que pueden ayudar en la crianza de niños resilentes:
- Entornos familiares seguros: Estableciendo relaciones con un entorno familiar que les da confianza, los mira de cerca y los contiene, las nuevas experiencias les van a resultar más positivas. El cuidado consistente, junto con el soporte y el afecto de los padres o cuidadores, sientan las bases para que el chico se lance a explorar el mundo que es para él fuente de estimulación y desarrollo.
- La crianza responsiva: actuar en respuesta a las necesidades reales de los chicos, dándoles la ayuda que necesitan pero a la vez fomentando su independencia, nutre su resiliencia. Ser receptivos a sus señales y acompañarlos en su desarrollo, favorece el desarrollo cerebral, intelectual y emocional de los chicos.
- Reglas claras: el estilo parental más asociado a la resiliencia es aquel que está atento a las necesidades, pero con reglas claras. No son los chicos quienes ponen las reglas, sino sus padres atentos a las necesidades de cada chico.
- Explorar los fortalece: hay que generarles oportunidades de experimentación, que exploren su ambiente y se expongan a situaciones nuevas. Eso sostiene y fortalece sus conexiones neuronales, y aumenta su confianza y seguridad para animarse a nuevas aventuras.
- Tener en cuenta su etapa evolutiva: estar atento a lo que el chico puede y no puede, según su etapa de desarrollo. Si uno expone al niño a resolver un problema que no es resoluble para él en ese momento madurativo, probablemente le genere frustración. Entonces, por ejemplo, si está adquiriendo una habilidad motora, podemos proponerles que sirvan agua de una botella. Si están en la etapa de adquisición del lenguaje, se los puede animar a recordar y cantar una canción simple. Asimismo, cuando son bebés, animarlos a que prueben los objetos con todos sus sentidos, que se los lleven a la boca (siempre en forma segura), que los muevan y los golpeen contra algo.
- Reconocer sus logros y comunicarlos: eso aumenta la confianza en sí mismos. Hay que buscar el equilibrio entre desafíos y calidez.
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