PEKIN.- Ya no hay masas proletarias vestidas con uniforme azul, cuellos y gorra estilo mao, andando en bicicleta y comiendo nada más que arroz.
Aquí hay más restaurantes norteamericanos de comidas rápidas que en Buenos Aires; por sus calles circulan tantos autos último modelo y camionetas japonesas como en cualquier capital de Occidente, y hasta el más humilde de los obreros se viste con ropa inspirada en diseños italianos.
Es evidente el giro hacia la internacionalización de la costumbres. Y eso se nota en el ámbito de las negociaciones empresariales.
El preconcepto lleva a pensar en personajes meramente negociadores, rígidos, enquistados en su rectitud comercial, imposibles de abordar más allá del tema económico.
Craso error
Tal vez, por una cuestión de conservar las tradiciones no aborden temas familiares hasta que no tengan la suficiente confianza con aquel que tienen frente a ellos, pero en el trato son personas extremadamente delicadas, finísimas, preocupadas de satisfacer al viajero hasta en los pequeños detalles, más si de negocios se trata. Por ejemplo, que el trámite de aduana sea ágil o que un taxi venga rápido a la parada.
Pero, a su vez, mantienen al máximo sus tradiciones, por el ejemplo, el respeto a los mayores. y eso se nota en la forma en que la juventud se dirige hacia ellos. El padre de una familia es venerado.
Metamorfosis de lo cotidiano
Aunque ahora las mujeres hayan dejado de ser un elemento de menor cuantía y puedan tomar decisiones tanto en su casa como en el trabajo, pese a que muchos hayan resuelto moverse de la zona rural hacia las grandes concentraciones urbanas en busca de una mejora laboral, más allá de los emprendimientos personales que se escapan del cada vez menos férreo control gubernamental, las tradiciones prevalecen. Los dos millones de turistas que cada año visitan sus parques, palacios y museos son privilegiados testigos de una fascinante metamorfosis, históricamente comparable con la caída del muro de Berlín.
Bajo los cimientos de los hoteles internacionales y centros comerciales que son inaugurados cada semana, están siendo sepultados más de cuarenta años de doctrina política y experimentos colectivistas.
Por otro lado, además de ser la ciudad donde la reciente apertura de la economía china ha generado mayores transformaciones, Pekín posee la herencia más vasta y rica del país.
La Banda de los Cuatro
La Revolución Cultural (1966-1976), dirigida por la Banda de los Cuatro, destruyó miles de obras de arte relacionadas con la religión y con el feudalismo.
Paradójicamente, los Guardias Rojos perpetraron los mayores daños en lugares tan distantes como Tíbet y Xinxiang, respetando los tesoros de la ciudad.
Por estas razones, Pekín es única. Mientras que en otras ciudades poco queda del legado histórico y el proceso de modernización es más lento, en la capital el visitante descubre a las dos Chinas: la de antaño, cuna del taoísmo, del confucionismo y de las dinastías que la gobernaron desde el siglo XXI a. de C. hasta 1911; y la futura, el mercado más grande del mundo que pretende ser el gran protagonista de las próximas décadas.
Plaza Tiananmen
Al caminar por la plaza, las cámaras de video en los postes de luz y los guardias armados llevan al viajero de regreso a las terribles jornadas de 1989 en que miles de obreros y estudiantes fueron reprimidos por las fuerzas gubernamentales.
Cada piedra, cada espacio libre, tienen las invisibles de la memoria sobre su sangriento pasado -en 1976 ya había sido escenario de violentos incidentes, cuando manifestantes salieron a respaldar a Deng Xiaoping y a oponerse a la Banda de los Cuatro-, Tiananmen sigue siendo el corazón de la ciudad y punto de partida obligado para visitar las principales atracciones turísticas.
En la sección sur está el mausoleo de Mao Tse-tung. Impactante exponente de la arquitectura china moderna, recibe cada día a miles de peregrinos que, alineados en orden marcial, esperan durante horas para admirar el cuerpo sin vida del héroe de la revolución.
Al ingresar, está permitido ver sólo por unos segundos los restos que se encuentran en medio de un gran salón, envueltos en una bandera roja y cubiertos por una cúpula de cristal.
Pero hay que preocuparse, porque para salir se debe atravesar un laberinto de negocios donde se puede observar la cara de Mao hasta el cansancio.
Fotos, relojes, almanaques, estampillas y espejos, con la imagen del creador del gran salto hacia adelante (1958-1960) en distintos momentos de su vida: obrero, joven, anciano, sonriente, serio, heroico, están a la venta. Una interesante síntesis de la China de hoy, que combina en forma única propaganda política comunista con economía de mercado.
Testigo de cinco siglos
Al Oeste está el Museo de la Revolución; en la entrada había sido instalado el reloj que señaló el momento exacto en el que China recuperó a una hija perdida: Hong Kong.
Enfrente, con bancas para 10.000 diputados, está el Parlamento del Pueblo.
Finalmente al Norte, rodeada de fuentes y tradicionales arreglos florales, la Puerta de Tiananmen es testigo inmutable de la vida de Pekín desde hace cinco siglos.
Sobre un arco central cuelga un enorme retrato de Mao, junto al que todos los turistas chinos intentan fotografiarse. A través de ella se llega a una de las más deslumbrantes obras arquitectónicas de Oriente: la Ciudad Prohibida.
Entre historias de intrigas políticas, serviciales concubinas y poderosos eunucos, el visitante descubre un fascinante complejo de palacios donde las dinastías Ming y Qing vivieron y gobernaron hasta 1911.
Los parques
A pesar de las nuevas construcciones que están transformando la fisonomía de Pekín, todavía se percibe -en sus amplias avenidas, en sus enormes edificios grises con miles de pequeñas ventanas y en sus plazas con estatuas de obreros- el espíritu comunista con que la ciudad fue rediseñada en los años 50.
El más deslumbrante de los parques es Tiantan (que significa Del Cielo), antiguo palacio de verano de los emperadores. Sus senderos ondulados prometen agradables caminatas entre pagodas, cuidados jardines y lagos que evocan tradicionales representaciones de paisajes chinos.
Cada mañana, ancianos de toda la ciudad se reúnen en el parque para practicar taichi y quiqong (terapias respiratorias para movilizar el qui o energía vital).
Vale la pena levantarse al alba para ver cómo cientos de personas en forma sincronizada mueven lentamente sus cuerpos, mientras los primeros resplandores del sol tiñen de malva el cielo.
Con las mascotas
Más tarde, sentados bajo los árboles, los mayores juegan al ajedrez chino, o llevan a sus canarios a pasear por el parque en grandes jaulas de madera.
En los tiempos de Mao se realizaron campañas para erradicar las moscas, las ratas y los perros por ser considerados transmisores de enfermedades. A partir de ese momento, los pájaros se convirtieron en las mascotas preferidas de China.
Un hijo por familia
Por las tardes, terminado el horario de trabajo, los parques permiten a las familias refugiarse del intenso ritmo de la ciudad. Desde hace varias décadas, por ley, las parejas sólo pueden tener un solo hijo.
Si alguna mujer queda embarazada por segunda vez tiene dos opciones: pagar 10.000 yuans (1200 dólares) -el salario promedio en China es de 500 yuans- para poder dar a luz, o abortar. La legislación es muy estricta en este sentido, porque pronto el país superará los 1200 millones de habitantes (un quinto de la población mundial).
Paseo en dos ruedas
Una de las mejores formas de conocer esta ciudad es pedaleando. Subir a un pesado rodado de acero de color negro y diseño prehistórico y unirse a millones de ciclistas que a diario recorren la ciudad.
Andar en bicicleta por Pekín es más fácil de lo imaginado. A diferencia de otras grandes ciudades la capital china fue diseñada para que los ciclistas puedan circular con seguridad.
De los seis carriles que tienen las grandes avenidas, dos están destinados en forma exclusiva a las dos ruedas. Además, el número de ciclistas es tal que hasta los conductores más salvajes se ven intimidados por la masa.
Un paseo recomendable: partiendo de la Plaza Tiananmen, rodear la Ciudad Prohibida hasta llegar al Parque Bahai -donde estuvo presa Jiang King, la esposa de Mao, por sus crímenes durante la Revolución Cultural-, y finalmente volver por la avenida Dongolan, donde están los mejores negocios.
Las calles de Pekín, y de toda China, tienen una esquizofrénica característica: cambian de nombre cada dos o tres cuadras. Sin embargo, es difícil perderse porque la ciudad es recorrida por dos autopistas circulares. Por más vueltas que se den, siempre se llega a una de ellas.
Bruno Kremer
Ancianas de pies chicos
PEKIN.- Durante los lánguidos paseos por el parque Tiantan puede observarse otra característica peculiar: las mujeres de los pies pequeños.
En el parque están las ancianas que caminan ayudadas por bastones porque sus pies son diminutos.
En 1911, la tradición de vendar los pies de las niñas para evitar su crecimiento -con el fin de demostrar que estaban destinadas al casamiento y no al trabajo- fue prohibida por el gobierno provisional de la república.
Son las últimas mujeres chinas que padecieron semejante tortura.
Una aproximación a este mundo oculto que aparece casi a escondidas, como el paisaje que se observa a través de una tela rasgada, puede tenerse mediante la lectura de la obra Hermana de la Luna, de Pang-Mei Natasha Chang, de Editorial Atlántida.
Es la historia real de Chang Yu-i, una mujer que se salvó providencialmente del martirio. Fue directora de un banco femenino en Shanghai, en los años 30 y pasó por el primer divorcio chino al estilo occidental.
"Los occidentales -dice Yu-i- los llaman pies vendados, pero en China los llamamos de una manera mucho más linda: luna nueva o pétalos de loto, por la concubina de la dinastía Tang que inició la tradición."
La leyenda: el emperador enamorado de una bailarina. Un homenaje: la construcción de un loto de metal que nadaba entre las joyas. y ella bailando, con sus pies envueltos en seda, formando una luna nueva.La envidia: las otras mujeres se envolvieron los pies y doblaron sus arcos en forma de luna nueva.
"Así es el pie vendado; terminas caminando sobre los talones y los nudillos de los dedos de los pies; y si está perfectamente formado, puedes deslizar tres dedos en el hueco que se forma entre los dedos y los talones", comenta Yu-i, y recuerda a su madre, que tenía los pies de siete centímetros y medio. "Los envolvía en vendas nuevas todas las mañanas y bañaba en agua perfumada por la noche."
Las festividades eran sueños para Yu-i, hasta que cumplió tres años. Una noche su niñera le dijo que se comiera un bollo de arroz glutinoso ella sola. "Dijo que me ayudaría a ablandarme", pero no supo el significado de esas palabras hasta la mañana siguiente, cuando su madre y la niñera entraron en el cuarto con una palangana de agua caliente y tiras de tela.
"Cuando las vendas completaron sus primeras vueltas apretadas alrededor de mis pies, todo se volvió rojo frente a mis ojos y no pude respirar. Sentía que mis pies se habían convertido en insectos diminutos. Empecé a chillar de dolor; pensé que me moriría." Yu-i gritaba y sólo podía mirar el piso de la cocina sobre el que hasta el día anterior había corrido libremente.
Dicen que antes de casarse, los futuros parientes políticos preguntaban si la mujer se había quejado mucho durante el ritual. Eso les daba la pauta de qué tipo de esposa iba a tener su hijo.
"Los dedos tienen que romperse con cuidado y lentitud"; por eso, las vendas deben llevarse durante años. Pero algo sucedió con Yu-i. Al cuarto día de ver las vendas llenas de sangre y de escuchar gritos, uno de sus hermanos pidió que terminaran con el martirio, que ésa era una costumbre que ya no se consideraba hermosa.
Su madre le preguntó quién se iba casar con ella si tenía los pies grandes. "Yo me haré cargo de Yu-i si no se casa con nadie", respondió. Su madre llamó a la niñera para que la ayudara a deshacer los vendajes.
"Chatos y mudos -recuerda Yu-i-, mis pies se convirtieron en mi talismán y me guiaron a través de un mundo nuevo, grande y abierto."