
En casa, como es ya archi-sabido, cuento desde hace años, con la invalorable ayuda de Mirti.
Es realmente un placer llegar de trabajar (o de hacer trámites, o de lo que sea) y que la mayoría de los asuntos domésticos estén resueltos.
Impagable, terminar de desayunar y poder llevar a los chicos al colegio sin interrupciones.
Volver, y que todo esté impecable.
Ahora, no siempre la tuve a Mirti. Hubo un tiempo en el que nuestro presupuesto no alcanzaba para este lujo.
Y aún hoy, varias veces al año, por vacaciones o licencias varias, tenemos que hacernos cargo de los quehaceres nosotros solos.
Si bien las tareas suelen dividirse (implícitamente, he aquí el gran error), la mayoría de las cosas inherentes a la limpieza y el orden quedan a mi cargo.
Entonces, el schedule del día es:
Me despierto, lo despierto a Nicolás y empiezo a despertar a los dos más grandes.
Bajo a preparar el desayuno de todos.
Subo y termino de levantarlos, mientras le doy una mamadera a Lucas (que, por suerte, la toma solo). Visto a Luján y asesoro a Marcos. (Nicolás se baña.).
Bajo al bebé y los chicos se peinan.
Bajan a desayunar (niños y padre), y a medida que terminan, yo voy lavando los platos y desayunando a la vez.
Se lavan los dientes abajo, y se terminan de alistar mientras yo subo y me cambio así nomás (he llegado a salir con un piloto sobre el pijama). Visto a Lucas, saludamos a N y nos vamos al colegio.
Los dejo, paso por el super, compro lo que haga falta y vuelvo a casa.
Nicolás ya se fue,
Hago las camas, duermo al chiquito, limpio un poco, me baño, me cambio y salimos para el consultorio.
Mamá busca al bebé, yo trabajo, salgo, lo busco, de ahí al colegio, de ahí a casa, meriendan, llevo a M a sus actividades.
Vuelvo, se baña Luján y baño a Lucas.
Buscamos al mayor, volvemos a casa, hace la tarea (lo ayudo), se baña, les hago la comida (muchas veces cuando retiro a Lucas de lo de mamá, me llevo un tupper con lo que van a comer esa noche. Impagable actitud de mi madre), mientras cenan, llega Nicolás, con los ingredientes de lo que será nuestra comida.
Subo a jugar un rato con los chicos, Nico empieza a cocinar, los acuesto, bajo, y charlamos un poco mientras no sé cómo, hasta para hacer unos fideos con rúcula, ensucia hasta el último utensilio de cocina.
Incluso estando ahí presente, nunca llego a figurarme cómo es que se las arregla para usar tres cacerolas, una sartén, una vaporera de bambú, dos espátulas, dos cuchillas, un cucharón, varios tenedores, dos tablas de madera, dos repasadores y casi todo el contenido del segundo cajón.
Igual, le sale rico, eso sí.
Comemos, lavo la cocina (como si hubieran comido 46 operarios de una fábrica) mientras conversamos de los acontecimientos del día.
Hago café, y no llego a terminarlo que empiezo a cabecear como un gato bebé.
Pienso en la odisea que significa subir, ponerme el camisón, lavarme los dientes y acostarme.
Pero lo hago
Voy cerrando los ojos, en el camino del baño a la cama.
Entro en un coma.
Nunca me quejé y reclamé que la repartija fuera más justa. Es lo que me sale naturalmente.
No se me ocurre que nicolás barra.
O que haga la cama de los chicos.
No se me ocurre que se levante antes y los despierte.
Es, acaso nuestra culpa (de nosotras las mujeres hablo) que aún hoy, en los tiempos que corren, el machismo siga siendo moneda corriente?
Creo que sí.
Nuestra y de nuestras madres.
Es realmente un placer llegar de trabajar (o de hacer trámites, o de lo que sea) y que la mayoría de los asuntos domésticos estén resueltos.
Impagable, terminar de desayunar y poder llevar a los chicos al colegio sin interrupciones.
Volver, y que todo esté impecable.
Ahora, no siempre la tuve a Mirti. Hubo un tiempo en el que nuestro presupuesto no alcanzaba para este lujo.
Y aún hoy, varias veces al año, por vacaciones o licencias varias, tenemos que hacernos cargo de los quehaceres nosotros solos.
Si bien las tareas suelen dividirse (implícitamente, he aquí el gran error), la mayoría de las cosas inherentes a la limpieza y el orden quedan a mi cargo.
Entonces, el schedule del día es:
Me despierto, lo despierto a Nicolás y empiezo a despertar a los dos más grandes.
Bajo a preparar el desayuno de todos.
Subo y termino de levantarlos, mientras le doy una mamadera a Lucas (que, por suerte, la toma solo). Visto a Luján y asesoro a Marcos. (Nicolás se baña.).
Bajo al bebé y los chicos se peinan.
Bajan a desayunar (niños y padre), y a medida que terminan, yo voy lavando los platos y desayunando a la vez.
Se lavan los dientes abajo, y se terminan de alistar mientras yo subo y me cambio así nomás (he llegado a salir con un piloto sobre el pijama). Visto a Lucas, saludamos a N y nos vamos al colegio.
Los dejo, paso por el super, compro lo que haga falta y vuelvo a casa.
Nicolás ya se fue,
Hago las camas, duermo al chiquito, limpio un poco, me baño, me cambio y salimos para el consultorio.
Mamá busca al bebé, yo trabajo, salgo, lo busco, de ahí al colegio, de ahí a casa, meriendan, llevo a M a sus actividades.
Vuelvo, se baña Luján y baño a Lucas.
Buscamos al mayor, volvemos a casa, hace la tarea (lo ayudo), se baña, les hago la comida (muchas veces cuando retiro a Lucas de lo de mamá, me llevo un tupper con lo que van a comer esa noche. Impagable actitud de mi madre), mientras cenan, llega Nicolás, con los ingredientes de lo que será nuestra comida.
Subo a jugar un rato con los chicos, Nico empieza a cocinar, los acuesto, bajo, y charlamos un poco mientras no sé cómo, hasta para hacer unos fideos con rúcula, ensucia hasta el último utensilio de cocina.
Incluso estando ahí presente, nunca llego a figurarme cómo es que se las arregla para usar tres cacerolas, una sartén, una vaporera de bambú, dos espátulas, dos cuchillas, un cucharón, varios tenedores, dos tablas de madera, dos repasadores y casi todo el contenido del segundo cajón.
Igual, le sale rico, eso sí.
Comemos, lavo la cocina (como si hubieran comido 46 operarios de una fábrica) mientras conversamos de los acontecimientos del día.
Hago café, y no llego a terminarlo que empiezo a cabecear como un gato bebé.
Pienso en la odisea que significa subir, ponerme el camisón, lavarme los dientes y acostarme.
Pero lo hago
Voy cerrando los ojos, en el camino del baño a la cama.
Entro en un coma.
Nunca me quejé y reclamé que la repartija fuera más justa. Es lo que me sale naturalmente.
No se me ocurre que nicolás barra.
O que haga la cama de los chicos.
No se me ocurre que se levante antes y los despierte.
Es, acaso nuestra culpa (de nosotras las mujeres hablo) que aún hoy, en los tiempos que corren, el machismo siga siendo moneda corriente?
Creo que sí.
Nuestra y de nuestras madres.
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