

COLON.- "Puedo resistir cualquier cosa, excepto una tentación", bromea Charlie Adamson, mientras prueba unos quesitos y ofrece vino espumante. Desconfía de la gente que no bebe, asegura mientras llena las copas, pero él tiene que manejar: faltan aún 30 minutos, río abajo, en el camino de regreso a la ciudad. Ya es hora de abandonar la pequeña isla -en rigor, un banco de arena- y dejar tranquilos a los teros reales, las garzas brujas y algún chorlito de collar.
Muchos asocian el turismo en Colón exclusivamente con las aguas termales, pero su mayor atractivo es el río. La ciudad le rinde honores: lo mira de frente, lo ve pasar desde su larga costanera. Una tarde entre mates frente a la costa del Uruguay bien vale la visita, aunque navegar es la mejor forma de disfrutar de una mañana de sol.
La excursión había comenzado temprano, para conocer las playas del norte de la ciudad, desembarcar en las selvas en galería y alcanzar pequeñas islas de la zona. El recorrido atravesó todos los verdes, como decía un viejo eslogan de la provincia. Aunque Charlie tiene el propio, dirigido a los porteños: "Colón: tan linda, tan cerca", resume, mientras improvisa el almuerzo en los Bancos del Caraballo, con mesita plegable, relatos de navegantes y el descorchador a mano.
El regreso calmo ayuda a conocer, desde el agua, parte de la historia de la región, a través de fábricas viejas y naves abandonadas. Hay un barco oxidado que exhibe un fuera Botnia en aerosol, y otro de cemento, encallado cerca de una ex planta de pedregullo, industria fuerte de mediados del siglo XX, tan importante como la del pollo parrillero, que luego tuvo sus vaivenes.
Hoy, la actividad principal es el turismo. Con 25.000 habitantes, la población se duplica prácticamente en verano, cuando se ocupan sus 15.000 camas disponibles y el terreno de los siete campings.
La playa principal está a tres cuadras del centro y tiene un certificado atípico: el Norma IRAM ISO 42100, que demuestra su cuidado del medio ambiente, propone guardavidas con formación especial (y ringtone propio, en http://guardavidaspuntacolon.blogspot.com ) y prohíbe fumar, entre otras características.
Los alrededores seducen con dos sitios imperdibles: el Palacio San José, que fue residencia de Justo José de Urquiza -a las visitas guiadas sumó recorridos nocturnos-, y el Parque Nacional El Palmar (ver aparte).
Para alquilar balcones
Una moto interrumpe la siesta. No hace ruido con el caño de escape, pero desde un parlante abrazado al motoquero anuncia las virtudes de una discoteca local. El jingle da una sola vuelta a la plaza principal y se pierde en la tranquilidad pueblerina de esta ciudad con calles anchas, árboles centenarios y faroles de luz amarilla sobre su costanera con forma de balcón antiguo.
A 320 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, Colón espera que finalicen las obras de la autovía mesopotámica que facilitará el acceso a la zona para instalarse "como uno de los principales destinos del país", según dicen en la Oficina de Turismo, ubicada en uno de los edificios más importantes, antigua estación fluvial, frente a la marina que ahora reúne una veintena de yates.
"Vamos a competir con Carlos Paz", aseguran. Todavía falta show, pero la apuesta es grande, por la naturaleza del lugar. Hasta tal punto que en los últimos años se han multiplicado las propuestas para comer y alojarse, incluso con hoteles de alta gama.
Más popular es el complejo termal, que ofrece balneoterapias como opción de relax y rejuvenecimiento, y recibe hasta mil visitantes por día. En las diez piletas hay gente de diferentes edades, aunque la mayoría tiene más de 60, al menos en temporada baja. No se ven las chicas de los folletos de promoción, cuyos pequeños biquinis podrían causar problemas de salud.
En el lugar se puede alquilar sillas plegables (5 pesos cada una), ideales para pasar el día sobre el verde que rodea las piscinas, y también trajes de baño (8 pesos), por si algún despistado se olvidó el propio o uno está de paso y se tienta con la inmersión. El complejo, además, tiene vista al río.
Entre Ríos ofrece una decena de opciones termales. El circuito de quienes visitan Colón con fines terapéuticos suele incluir los centros cercanos de San José y Villa Elisa.
De Tannat y otras cepas
Encontrarse con una bodega no es muy típico en esta región de la provincia. El terreno es fértil -como puede verse en la creciente ruta del Tannat, del otro lado del río-, pero la historia ha jugado en contra. Los viñedos se prohibieron en 1936, en esta y otras zonas del país, de manera que los productores de antaño debieron abandonar la actividad.
El inmigrante suizo Joseph Favre había construido aquí una casa familiar, donde también producía vino. En el subsuelo tenía su cava, que siguió usando por años en forma clandestina, hasta que finalmente desistió.
Jesús Vulliez, descendiente de aquellos inmigrantes suizos, adquirió la propiedad y comenzó con la implantación del viñedo. También acondicionó la bodega y la casa, respetando su estilo y sus características históricas. Y comenzó a trabajar con las uvas.
En cinco hectáreas se plantaron las variedades chardonnay, malbec, merlot, cabernet sauvignon, tannat, syrah y sangiovesse. Con el trabajo de un enólogo uruguayo, las pequeñas plantas de 6 años permitieron en 2009 la elaboración de 35.000 litros.
Como en la mayoría de las bodegas modernas, Jesús y su mujer, Juliana, armaron el proyecto con su costado turístico. Además de ofrecer visitas, alquilan cabañas junto a la casa de 1874. En agosto, incluso, abrieron un sofisticado restaurante, donde se ofrecen ravioles de ciervo en salsa de chardonnay y cintas de ciboulette con manteca de salvia, nuez y oliva, cada uno con su maridaje sugerido por los chef, entre otras opciones.
De los inmigrantes suizos quedó, entre otras reliquias, un viejo molino harinero que funcionaba con estilo holandés. Su creador fue Juan Forclaz, que al descubrir que no soplaban vientos suficientes decidió hacerlo funcionar con tiraje de mulas. Declarado monumento histórico nacional, es uno de los edificios que pueden visitarse.
También el reservorio de piedras semipreciosas, o el Parque Quirós, que además de ser el sitio para la realización de la Fiesta Nacional de la Artesanía, en febrero, ofrece hermosas escalinatas para llegar, claro, nuevamente al río.
Por Martín Wain
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Datos útiles
Cómo llegar
- Desde Buenos Aires hasta Colón hay 320 kilómetros, primero por RN 9 hasta el complejo Zárate-Brazo Largo, luego rutas 12 y 14. El acceso a Colón está a la altura del km 153. En ómnibus cuesta unos 60 pesos y demora cuatro horas.
Dónde dormir
- En Colón hay opciones de diversas categorías, además de siete campings. Un hotel 4 estrellas es Costarenas, que para este mes ofrece cuatro noches pagando tres. Tiene spa y vista al río. www.hotelcostarenas.com.ar
Qué hacer
- Safari náutico: es una de las actividades de Itaicorá Aventura, al mando del inefable Charlie Adamson; www.itaicora.com . Teléfono: (3447) 423360.
- Parque Nacional El Palmar: RN 14, km 198. Informes: 03447-493049/053. www.elpalmarapn.com.ar . Excursiones guiadas: (03447) 154-45170. A caballo: (03447) 421-389. Remise desde Colón: (03447) 156-46432.
- Bodega Vulliez Sermet: (03446) 156-45381/(03447) 156-45925. www.bodegavulliezsermet.com.ar
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